Cuando llegué a Frankfurt en tren dos cosas me sorprendieron en su gran estación. La primera, que nadie me había pedido el billete durante el trayecto desde Baden Baden, donde tampoco pase control. La segunda, la imagen impresionante del skyline de rascacielos que me esperaba detrás de la puerta y el grupo de personas con problemas de drogadicción, recostados en esa misma puerta.
Al cruzar la plaza vi muchos más. Grupos de hombres - y alguna mujer- en corrillos, muy delgados, extenuados, con golpes y ropas gastadas por la vida y todos como si esperasen algo, o a alguien. Siempre se ha dicho que el entorno de las estaciones es inseguro, un microcosmos de miseria dentro del todo. Este superaba cualquier expectativa y no solo por el contraste con la modernidad, sino por la brutal visibilización de la drogadicción, aunque no me pareció un lugar inseguro.
El gobierno en Alemania, donde por cierto nadie negocia, ni pacta, con la extrema derecha nazi porque antes prefieren no gobernar si para ello necesitan sus votos, lleva décadas apostando por la visibilización y la educación. Por ejemplo, para no olvidar el genocidio de los 6 millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, a los niños alemanes, esos a los que la memoria se le adelgaza al ir perdiendo a los familiares que pudieron vivir aquello, se les obliga a conocer y estudiar y, lo más importante, a visitar y recorrer, hasta tres veces durante su etapa educativa, los campos de exterminio.
En España somos muy de puertas adentro. No sacar al diferente a la calle, ocultar al drogadicto y no visibilizar nuestras miserias. Eso sí, todo con un control férreo. Díganme qué ocurriría en nuestros trenes si no hubiera control de acceso y nadie te pidiera el billete en el trayecto. En Alemania el gobierno controla mucho menos, pero educa mucho más. ¡Ya controlan los propios alemanes educados! El descanso del domingo es sagrado, así que, si en una comunidad un vecino hace ruido ese día pasando la aspiradora, los demás vecinos llaman sin más a la policía.
El Tribunal Constitucional alemán va a debatir si retirar o no la financiación pública al NPD, el Partido Nacionaldemocrático de Alemania que ahora, tras un lavado de imagen, se denomina “La Patria”. Allí preocupa mucho que haya quienes quieran volver al pasado y combatan las bases democráticas del país. Cuando hay partidos que lo hacen, con postulados inconstitucionales y amenazando los valores democráticos… ¿debe el Estado seguir financiándolos? Esa es la pregunta que ahora se hacen. De frente y por derecho.
Al dejar Frankfurt y volver a la estación ya había averiguado que allí hay puntos de “apoyo” a las personas con adicciones. Se les permite consumir, la venta de drogas está regulada, se les suministra medicación, ropa, comida y cuentan con psicólogos, médicos y una atención que evita los problemas asociados, como puede ser la inseguridad. Y, además, todos lo vemos y tomamos conciencia. Eso es lo que quiere el Gobierno.
Para ellos visibilizar las miserias es la mejor manera de combatirlas
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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