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La cagada

Carlos Puentes

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Ya les dije que íbamos a tener frío, acerté, también les dije que lo mismo nos nevaba por la sierra, la cagué, aunque bueno, nevar, lo que se dice nevar, nevó, reconocidos freaks de la meteo reportaron lo que cariñosamente llamamos gilicopos más allá del Muriano en la tarde del viernes. Incluso otros nuevos freaks de la meteo vieron copear en plena ciudad dentro de la tranquila y mansa lluvia que caía en ese mismo momento. Debían estar borrachos o llenos de drogas malas porque yo, la verdad, como buen freak me tiré al calle a practicar un poco de faroling, y nada de nada, ¿que qué es eso del faroling? Sencillo, acto de mirar la luz de las farolas con la esperanza de ver caer algo más que lluvia, triste, muy triste, sí, lo sabemos, pero lo bien que lo pasemos.

El caso, que la cagué como hiciese Eugenio Martín Rubio cuando se jugó el bigote a que nevaba en Madrid, y se lo tuvo que afeitar. El problema cuando uno apuesta en estas cosas de la meteo es ese, jugamos con probabilidades, con interpretaciones de numeritos y mapas de precipitación, si vemos que las líneas apuntan hasta donde queremos ver, saltamos de alegría y vamos corriendo a decirnos en nuestros particulares akelarres lo bien que la vamos a pasar, si de repente los modelos que tanto nos gusta mirar nos meten unos recortes que ni la tijera de Don Mariano Rajoy Brey, GRAN ONVRE DESPAÑA, fruncimos el ceño y con imprudente esperanza nos consolamos diciéndonos que es todo mentira y que la nieve volverá.

Nos puede el recuerdo de días de ensueño, nos pueden las efemérides y las excepcionalidades, nos puede, en el fondo de todo, nuestro más innato deseo de ver lo que no vemos, y para eso, en muchas ocasiones, perdemos la prudencia que en todo momento deberíamos mantener. O no. El viernes por la mañana en torno a las 200 personas que me siguen por esa cosa del Twitter desearon mi quema pública en la Corredera por haber dicho que esa misma mañana a lo mejor nos desayunábamos con aguanieve cayendo tras la ventana. A ver, es bien cierto que fue un chasco, mucho más para los que insensatamente y a riesgo de perder a nuestra pareja nos programamos la alarma del reloj, las piezas encajaban pero la precipitación no entró a la hora indicada, chascazo de los gordos y vuelta a la cama, pero lo que es innegable y que supone en torno al 80% del disfrute de la ciencia meteofrikológica, es el previo al episodio en sí, ese juego de anticipación, ese subidón de adrenalina al ver un mapa, al interpretar el movimiento de las isobaras, de las masas nubosas, sexo, puro sexo oigan.

Total, que por mucho que digan, lo bien que nos lo pasamos cada vez que se nos viene un seguimiento meteorológico con posibilidad de nieve, por mucho que interpretemos lo ininterpretable, la emosión y la pasión puesta con cada atisbo de nube no nos lo quita nadie. De todas formas no se entristezcan por mi alegría, que el Señor, que es mú sabio y vengativo, ya me ha castigado con un catarrazo que me tiene postrado sentado al brasero, y sin poder hablar, sufriendo viendo esa cosa que es la televisión española. Y es que amigos, lo que toca ahora, dentro del parte meteorológico semanal, es eso, previsión de pañuelos, provisión de vitamina C, caldo de pollo y bendita paciencia para aguantar la televisión de sobremesa en los enfermizos y pachuchos días que nos van a tocar, con temperaturas bajas, que de pronto suben, con días secos y soleados, que se estropean al siguiente con un neblinazo de órdago y lluvia calaera de la buena.

Y es que en la próxima semana predominará el aburrimiento meteorológico, con el paso de un frente con cierta componente noroeste el próximo viernes que dejerá precipitaciones en el tercio suroccidental de la península. Y luego pansazo del anticiclón de las Azores sobre el país, con unas isos estáticas que dejarán a nuestra región en una cosa que se conoce como pantano barométrico, aburrimiento propio de días de final de año astronómico. Total, que lo de la nieve y las inundaciones bíblicas, por prudencia, que es la cuñá de la meteo, ya para otra ocasión.

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