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Dejadme llorar

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Antonio Manuel Rodríguez

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Quiero que imagines a tu hijo. Quiero que imagines que te sientas a su lado. Y quiero que imagines que le dices que han asesinado a su abuela. A tu madre. Embarazada del hermano que nunca tendrás. Que la fusilaron a ella porque no pudieron fusilar a su marido, a tu padre, que huyó para salvar su vida y la tuya. Que han arrojado su cadáver a una fosa común junto a cientos de abuelas de otros nietos. En una cuneta. En cualquier parte. Que no sabes dónde está. Que no te dejarán buscarla. Ni llorarla frente a una lápida.

Quiero que imagines a tu hermana. Quiero que imagines que te sientas a su lado. Quiero que imagines que le dices que han rapado y violado a tu madre. A nuestra madre. Y quiero que imagines que le dices que no diga nada a nadie. Que tiene que callarlo de por vida. Que no podrá denunciarlo ante la justicia porque esa justicia no existe.

Quiero que imagines a tu madre. Quiero que imagines que te sientas a su lado. Y quiero que imagines que le dices que han detenido a su marido, a tu padre, por pensar distinto. Que han decidido no matarlo. No por compasión, sino por interés. Para confinarlo en un campo de concentración y utilizarlo como esclavo. Y quiero que imagines que le dices que tampoco puede decir nada. Ni salir a la calle. Que como él, su hermana, su hijo y su madre, están condenados a llorarles en soledad de por vida.

Podríamos imaginar miles de historias similares para dar la vida que no vivieron los familiares de los asesinados por el genocidio franquista. El Estado español es el segundo del mundo con mayor número de desaparecidos y fosas comunes detrás de Camboya. El gobierno ha sido conminado por Naciones Unidas a buscar la verdad que decidieron enterrar. Y con ella, las lágrimas de miles y miles de víctimas que vivieron como mataban a su abuela, desaparecía su padre, violaban a su madre, fusilaban a su hermano... Todas estas víctimas están vivas. No son fruto de la imaginación. Su dolor es tan real como la indolencia de quienes miran para otro lado con la coartada de no abrir heridas. ¿Y quién cierra las nuestras? ¿Acaso podrán borrar el dolor de nuestra memoria? Nos condenaron a la muerte civil. A la inexistencia. A creer incluso que fueron los culpables de sus muertes. Que se las merecieron por señalarse, porque eran hombres y mujeres de ideas. Yo no puedo ni quiero imaginarme culpables a mi padre, a mi madre o a mi hermana si fueran asesinados como asesinaron al hermano de mi abuela Rosario o al padre de mi abuelo Manuel. Con el advenimiento de la primera transición, mi abuelo Antonio y otros como él consiguieron enterrarlos dignamente. Pero todavía quedan miles y miles por encontrar, exhumar y enterrar con la dignidad de un ser humano. Y para eso hace falta voluntad política y una ley que los proteja.

En breve se tramitará en el Parlamento de Andalucía la Ley de Memoria Democrática. Hace falta. Pero nace viciada de origen. En lugar de ubicarse en Justicia para proteger los derechos de las víctimas, se ha hecho desde Cultura como si los huesos de nuestros muertos fueran restos arqueológicos. Peor. La falta de garantías y de recursos es tan brutal, que los restos de fusilados en fosas de Almería están siendo arrojados a los contenedores de basura. Conozco a perros muertos a los que se entierra con mayor dignidad. Por todo ello, porque no dudo de la voluntad de quienes quieren sacar adelante esta ley en Andalucía, ruego que se tramite desde justicia por justicia. Que los derechos de las víctimas vivas sean respetados en cumplimiento de la legalidad internacional y de las resoluciones de Naciones Unidas. Y que se cree una Comisión de la Verdad para que en esta segunda transición nos dejen llorar a nuestros seres queridos. Porque estamos cansados de promesas incumplidas y no queremos morir imaginando que llegue ese día.

“DEJADME LLORAR” ES UN DOCUMENTAL SOBRE LAS VÍCTIMAS DEL GENOCIDIO FRANQUISTA QUE SE ESTRENA EL 28 DE SEPTIEMBRE EN EL GRAN TEATRO DE CÓRDOBA.

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