Resurrección
La resurrección es la base de la fe cristiana. La solución a nuestra contingencia. La esperanza última hecha carne, o lo que sea. Con aspecto de milagro, es realmente la crónica de una trascendencia anunciada. Tras el dolor, cuando nadie esperaba nada, cuando ni siquiera parecía estar en sus manos una solución plausible (el cuerpo blanquiverde estaba enterrado en el sepulcro de su propia impotencia), cuando las lesiones acucian, cuando las sanciones no escasean, cuando la forma física parece un problema sin solución inmediata, llegó un acierto por aquí, un poco de suerte por allá, una desinhibición propia de quien ya no se siente observado por nadie, de quien sólo encuentra las espaldas marchándose a su alrededor. Unas palabras de contrición del padre han coincidido con la dignidad reparada del grupo de mortales sobre el campo.
No hay grandes partidos, pero esto no es el desastre que era. No hay mucho fútbol, pero se intenta manejar la pelota con más fe. El equipo sigue siendo vulnerable a las llegadas por banda pero encaja menos goles. Y llega más arriba. Al menos, más que antes. Brotes blanquiverdes. Cuando el cuerpo estaba a punto de abandonarse, la corriente lo ha depositado en una playa donde reposar.
Ferrer quiso usar un tiempo del que no disponía. Pero ahora se lo ha encontrado. Y ha dibujado una reencarnación que pasa por distintos protagonismos. Por razones diversas y no todas pretendidas, lo cierto es que de los cuatro jugadores que más han participado en lo que va de temporada, tres no juegan en esta racha y el otro, Abel, no es titular. Los laterales son distintos. Y Xisco, flagelándose, flagelándonos, ha llegado ya al décimo gol.
Cuando llegaron al sepulcro (mala metáfora de los últimos puestos de la clasificación en cualquier periódico), el cuerpo no estaba. Así es el realismo mágico del fútbol. El único que no se ha eternizado en los libros huérfanos desde el pasado jueves.
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