No lo tengo claro
Borrón y cuenta vieja. La rueda de prensa que esta semana ofreció el presidente del Córdoba ha convertido una situación complicada en surrealista. Cuando todo apuntaba a que se quería dar síntomas de que el club trabajaba para el curso siguiente con el nombre de Anquela bien posicionado, una serie de extraños acontecimientos, con posible dimisión de Esnáider aceptada por González de por medio, terminan con la confirmación del propio Esnáider como técnico para la siguiente campaña. Confirmación aderezada por una de las bravatas visionarias del mandatario verdiblanco, que situó el objetivo en el ascenso directo y planteó que el Córdoba no bajaría en toda la temporada de los puestos de play-off.
El presidente del Córdoba, que había comenzado en estos días a hacer autocrítica, y que parece que andaba pensando en una campaña agresiva de captación de abonados para la próxima temporada, ha vuelto a cometer el error primigenio que ya perpetró en Valladolid tras el último enfrentamiento de la temporada anterior. Aventurar días de gloria y prometer cosas para las que luego no pone los medios.
Es obvio que el aficionado quiere un proyecto ambicioso que aspire al ascenso. Pero las promesas no son ese proyecto. La primera medida que ha tomado González es mantener a un entrenador sin ninguna experiencia en segunda división, más allá de esta triste e insípida experiencia de nueve partidos, con un más que gris bagaje en juego y resultados a los que este domingo ha sumado una nueva derrota. ¿Es éste el entrenador que va a ilusionar a la afición? ¿El mismo que puede garantizar no bajar de la sexta plaza en las cuarenta y dos jornadas de toda una liga? Ya se ha preparado una cohorte de opiniones de algo así como un consejo de sabios y anteriores jugadores de la entidad que han opinado lo absurdo de despedir a un entrenador al que no se ha dejado trabajar. Del que no se conocen sus posibilidades (ni para bien ni para mal, en eso estamos de acuerdo) hasta que haya una plantilla y una preparación acorde a su criterio y estilo. Muy lógico, por supuesto. El problema es que, a estas alturas, y tras casi un mes salvados y sin objetivos, que podrían haberse aprovechado para trabajar en futuro, a la pregunta de si sabía qué jugadores seguirían o no, dijo que aún no lo tenía claro. Sobre el estilo de juego, que dependería de los jugadores. Y cuestionado acerca de lo que había pasado en esta recta final con el vestuario, “concretó” que no estaban peor, sino como cuando él llegó. Creí que era argentino, y no gallego. Para acabar de construir el escenario, hay que decir que el trabajo para esclarecer todas esas interrogantes discurren entre escasas y no muy brillantes sesiones de entrenamiento.
¿Ustedes comprenden algo? No hay puzzle que soporte todas estas piezas. Y el que no lo tiene claro soy yo.
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