Edad Media
He visto a Conchita ganar Eurovisión el sábado por la noche. Y no por esperado (se trata de una portada inigualable para los medios de difusión del evento) resulta menos llamativo. El circo televisivo ha superado y sustituido al original. Pasen y vean a la mujer barbuda. Parece un truco elemental más propio de la Edad Media. Pero, sencillamente, lo que parece es ser un elemento más (un icono, si se quiere), de confirmación de que estamos entrando en una especie de segunda Edad Media. Tenemos señores feudales a quienes los Estados rinden pleitesía, desigualdades nunca descritas anteriormente, y una realidad virtual que, en lugar de escribir la Historia, como siempre han hecho los ganadores, escriben el futuro, como hacen los Mercados.
El problema es que ahora podemos ser conscientes de ello si prestamos un poco de atención. La involución es evidente con solo tomarnos la molestia de escuchar los mensajes políticos al uso, hacer un poco de zapping, o analizar las principales actividades de ocio colectivo. El problema también es que el agotamiento de los sentidos entumece la reflexión. Y queremos suplir las sensaciones intensas con la búsqueda de muchas y veloces novedades. Regocijarnos en lo curioso, en lo anecdótico. En lo nunca visto en un mundo donde ya hemos visto de todo.
O dejar la mente en blanco sentándonos a ver una liga que deberían declarar desierta.
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