Aleluya dominical
Una victoria fuera e inesperada bien vale una entrada de este blog. No perderé la oportunidad de alegrarme. Justo cuando nadie la imaginaba. La desesperanza, en deporte, puede tocar el otro extremo, el de un éxito. La necesidad acuciante suele dar una oportunidad en el fútbol. Las razones psicológicas de este extraño deporte superan mis conocimientos. Pero cierta pérdida de presión, el hecho de que nadie apueste por un resultado, pone en ocasiones el caldo de cultivo de una sorpresa. Suponemos que interviene la confianza u obligación del contrario. Pero yo iría algo más allá.
Es curioso que en una alineación plagada de bajas supuestamente de primer orden encontremos algo que no hubo últimamente. Siendo un partido discreto del Córdoba, lo cierto es que apenas hubo fallos defensivos de calado, de los que tanto nos han costado. El naufragio de Abel en tareas defensivas durante buena parte del campeonato no tuvo lugar en el Molinón. Abel no estaba. El mal momento de Bouzón tampoco nos afectó desde el banquillo (curiosamente sí estaba ya en el gol en contra, cuando el Córdoba tenía sobre el césped seis defensas). Los dos laterales que jugaron ayer, Gunino y Pinillos, siguen sin dar sensación de casi nada, pero no son el desastre de los dos que protagonizaron el esperpento del equipo desde diciembre. Por último, tuvimos la suerte que tantas veces nos fue esquiva. Dos goles de Pedro, uno de cabeza (atípico) y otro de rebote desde cierta distancia. Buen partido de Juan Carlos que ojalá lo haga subir un peldaño.
El presidente ha pedido perdón, al menos por un par de cosas (no pidamos que lo admita todo de golpe). Y el equipo gana. Curioso destino que parece educar a quien tanto lo tentó. Ojalá sea el principio de un periodo de cordura. Y Ferrer podría encontrar ese tiempo que tanto parece buscar, si consigue por derecho propio disfrutar de una pretemporada tras cumplir con la urgencia que ahora toca.
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