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Sobre este blog

Sergio Gracia Montes es graduado en Derecho por la Universidad de Córdoba. En 2018 impulsa desde Córdoba el Centro de Investigación de la Extrema Derecha (Cinved), con el que analiza y estudia los movimientos populistas y extremistas en España y a nivel internacional. Gracia cuenta con amplia formación en materia religiosa, política y de derechos humanos, e interviene en medios nacionales (Cuatro, La Sexta, Huffington Post, El Independiente, El Confidencial o El Temps) como experto en fanatismos y movimientos de ultraderecha.

Aporofobia, marginalidad y criminalización de la pobreza

Un voluntario de Cruz Roja atiende a una persona sin hogar

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Llevamos años asistiendo al perturbado juego de atacar y/o quemar vivas a personas sin hogar, que suelen resguardarse del frío, la lluvia o la intemperie en cajeros automáticos, en soportales o bajo techados de bibliotecas o gimnasios, por parte de quienes sienten superioridad moral hacia estas personas, y que bajo los efectos de drogas y alcohol una buena noche deciden llevar a cabo juegos macabros que terminan llevándose por delante la vida de personas inocentes.

Según el Informe sobre la evolución de los delitos de odio en España 2021 del Ministerio del Interior, durante 2019 se conocieron 12 casos de aporofobia, en 2020, 10 casos, y en 2021, nuevamente 10 casos, seguramente muy alejado de la realidad, ya que estamos ante personas que desconocen las leyes, que tienen miedo a denunciar temiendo que no les crean o venganzas por parte de sus agresores o que sencillamente dejaron de creer en que la sociedad pudiera ayudarles.

El último caso conocido sucedió hace unas semanas en Antequera, cuando 2 jóvenes de 19 apalearon y mataron con un martillo a Miguel Ángel mientras dormía. A Miguel Ángel lo atacaron tres noches seguidas hasta que le causaron la muerte.

Pero el asesinato de Miguel Ángel, es sólo el último de una larga lista que empezó con el de Rosario Endrinal en 2005 en Barcelona, cuando unos jóvenes la quemaron viva mientras dormía en el interior de un cajero, después de ser golpeada y humillada previamente .

La palabra “aporofobia” fue acuñada por la filósofa Adela Cortina en 1995 para referirse al “rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre, hacia el desamparado que, al menos en apariencia, no puede devolver nada bueno a cambio”[1]. En el año 2017, la Real Academia Española (RAE) incluyó la palabra «aporofobia» en el diccionario, que la define como “fobia a las personas pobres o desfavorecidas”.

Estas personas suelen soportar el desprecio, los desplantes y las mofas a diario de quienes se creen con legitimidad para todo por la clase social que tienen, aunque muchas veces no sean más que los hijos de mileuristas que apenas pueden mantenerse.

En torno a las personas sin hogar, se suele crear una imagen distorsionada que ayuda a incrementar el rechazo de parte de la sociedad hacia las personas identificadas como vagabundos o mendigos. Donde se suelen vender comportamientos desviados, antihigiénicos y/o peligrosos de estas personas, como si los hijos e hijas de las familias bien y pudientes, tuvieran comportamientos intachables e íntegros y no llevaran a cabo nunca actos desviados, antihigiénicos y/o peligrosos. Si el sinhogarismo provoca suciedad ¿Cómo debemos calificar a quienes dejan mierda y orines cada fin de semana en los botellones o en los portales que hay al lado de las discotecas y salas de fiesta?

En 2020, en la Memoria de Fiscalía de la Comunidad Autónoma de Andalucía, la Fiscalía de Almería hablaba “de la necesidad de ampliar los colectivos a proteger en el Código Penal, en el ámbito de esta especialidad, como es el caso de la ”aporofobia“, colectivo vulnerable por sus connotaciones económicas y sobre los que recae multitud de agresiones y vejaciones, de llevar a cabo una reestructuración penalógica de los llamados delitos de odio”.

Ya en 2021, la Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia a través de la disposición final sexta relativa a la modificación de la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal, incorporó diferentes modificaciones de importante calado como “Asimismo, dentro del espíritu de protección que impulsa este texto legislativo, se ha aprovechado la reforma para incluir la aporofobia y la exclusión social dentro de estos tipos penales, que responde a un fenómeno social en el que en la actuación delictiva subyace el rechazo, aversión o desprecio a las personas pobres, siendo un motivo expresamente mencionado en el artículo 21 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea”.

Pero antes de llegar a la aporofobia, se pasa en primer lugar por la marginalidad, para a continuación criminalizar la pobreza, cuando llegando un buen día, aquellos que se creen impunes y legitimados a todo por su estatus social, por mera diversión y aversión a dicha pobreza, deciden asesinar a una persona inocente, sin plantearse que un buen día ellos y ellas pueden estar en esa situación.

Pero estos asesinatos sólo son la punta del iceberg de una sociedad y una política de exclusión a través de políticas y ordenanzas municipales violentas que criminalizan la pobreza, y para ello, recuérdese la famosa Ordenanza de Alicante aprobada el año pasado donde el Ayuntamiento comenzó a multar a personas sin hogar. Dichas políticas y ordenanzas tienen como único fin el de vender ciudades idílicas, utilizando para ello toda herramienta legal que esté en sus manos, como pudiera ser la creación de mobiliario o arquitectura hostil, menos impopular que una ordenanza, pero igual de agresivo. 

La creación de este “mobiliario” es un recurso que busca modificar nuestro espacio público, donde los gestores suelen recurrir a la coletilla de que es por “nuestro bien”. Aunque la realidad sea bien diferente, ya que la utilización de esta arquitectura lo que realmente busca es desalentar la utilización del espacio público por parte personas sin hogar.

En esta modificación intencionada del espacio público, entran en juego los guetos y los muros invisibles en los que se convierten los barrios periféricos, señalados continuamente por albergar el tráfico de drogas, la prostitución o grupos violentos, pero sobre los que no se invierten en infraestructuras y programas para crear oportunidades a quienes deseen salir de ese círculo. Como si los que viven en “barrios bien” no consumieran cocaína, heroína o prostitución.

En este juego macabro de criminalizar y expulsar a la pobreza de las ciudades, también entra en juego la gentrificación de barrios que están cerca de zonas acomodadas o céntricas, buscando para ello la expulsión de familias que llevan viviendo en el barrio toda la vida.

En definitiva, la aporofobia trae consigo violencia física, verbal y psicológica hacia las personas por su nivel económico, degradándolos y deshumanizándolos, haciéndoles sentirse indefensas, pudiendo crearse por ello, enfermedades como el miedo continuo de pensar que una noche el o ella pueden ser el atacado o la atacada, conllevando mayor tensión, estrés psicológico y ansiedad.

Prohibir que las personas sin hogar duerman en la calle o emplear contra ellos políticas de represión, persecución y acoso solo oculta y tapa el problema, pero no lo soluciona, ya que las personas seguirán pensando que mañana tienen que buscarse un nuevo sitio para dormir.

Para darle una solución a este problema, es necesario la creación y desarrollo de políticas de integración, de viviendas y de empleo, y la creación de lugares específicos donde estas personas puedan acudir a asearse y comer de forma diaria, y por supuesto, evitar el desahucio de personas en riesgo de exclusión y con cargas familiares que pueda empeorar la situación.

[1] Cortina, Adela (2017) Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia. Ed. Espasa.

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Sergio Gracia Montes es graduado en Derecho por la Universidad de Córdoba. En 2018 impulsa desde Córdoba el Centro de Investigación de la Extrema Derecha (Cinved), con el que analiza y estudia los movimientos populistas y extremistas en España y a nivel internacional. Gracia cuenta con amplia formación en materia religiosa, política y de derechos humanos, e interviene en medios nacionales (Cuatro, La Sexta, Huffington Post, El Independiente, El Confidencial o El Temps) como experto en fanatismos y movimientos de ultraderecha.

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