Veinticuatro minutos
Parece que hablemos del Paleolítico, pero solo hace dos años de aquel episodio. Ahora que el cordobesismo aprieta el culo mirando la clasificación, soñando con ser el mejor de los peores y encontrándose ofertas de chaquetones en la web oficial cada vez que pulsa el F5 por si se oficializa algún fichaje, conviene recordar que no hace tanto tiempo fuimos felices. Fue el 24 de enero de 2015. El Arcángel estaba hasta los topes. Se acabó el papel. El Córdoba jugaba en Primera División y se mantenía fuera de los puestos de descenso, después de haber protagonizado algo parecido a una resurrección: sólo había perdido un partido en los siete oficiales disputados entre diciembre y enero. Esa derrota fue en el Nou Camp, ante el Barcelona, por un 5-0 que provocó una monumental rajada de Djukic. “Siento vergüenza por el equipo y por mí mismo. A partir de ahora van a jugar los guerreros, los que tengan el cuchillo entre los dientes”, soltó el serbio en una comparecencia cuyo eco mediático fue brutal. En el primer partido oficial después de la arenga, el Córdoba logró su victoria más rotunda en la élite: 2-0 al Granada en El Arcángel. Eran los días que alumbraron a una estrella que salía del filial, un joven rumano que llegó libre en verano desde el Atlético Baleares y al que Djukic escogió porque era precisamente lo que él quería que fuese el Córdoba. Se llamaba Florin Andone.
Hace exactamente dos años llegó a Córdoba el Real Madrid. Y en ese partido, con las gradas repletas -y un ambiente de cordobesismo emocionante-, el equipo fuera de los puestos fatídicos y en su mejor dinámica del curso, el cordobesismo vivió los que -con los datos en la mano- pudieron ser sus instantes más gloriosos en varias décadas. Hubo veinticuatro minutos de éxtasis. Durante ese tiempo, el Córdoba mandó en el marcador con un gol de Nabil Ghilas -lo hizo a los dos minutos, de penalti por manos de Sergio Ramos- y resistió héroicamente ante el Madrid de Ancelotti, que llegó con todo: desde Iker Casillas hasta Cristiano Ronaldo, pasando por Ramos, Bale, Benzema, James, Marcelo o Toni Kross. Benzema firmó el empate a los 26 minutos. Luego, tras el intermedio, el Córdoba resistió con firmeza y con un inusual aspecto solidario. Hubo una confluencia de intereses: los cedidos querían lucirse en el escaparate y otros eran conscientes de que aquello era un momento único en sus carreras. Hubo entrega, emoción y orgullo. A Cristiano Ronaldo lo expulsaron por darle una buena tunda de puñetazos a Edimar y el astro portugués pasó por delante de la Tribuna sacándole brillo al escudo, en un feo gesto. Luego, al final, hubo penalti por manos de Fede Cartabia y Gareth Bale dio la victoria a los blancos. En aquel partido, el Córdoba fue más de Primera que nunca. Y en esos 24 minutos tocó el punto más alto en el escalafón del fútbol profesional en más de cuarenta años.
¿Qué quedó de aquello? El Córdoba se mantenía fuera de los tres últimos puestos, estaba cerrando operaciones en el mercado de invierno y había peleado cara a cara con el Real Madrid, que le venció con penalti polémico y al final. Había razones para pensar en que, por fin, el equipo blanquiverde era uno más. La segunda vuelta acababa de comenzar. En ocho semanas, el equipo de Djukic solamente había perdido contra el Barcelona y el Madrid. ¿Hubo un efecto revulsivo? ¿Se convenció el Córdoba de que no había nada imposible? Quienes vivieron aquellos 24 minutos mágicos no podían ni siquiera imaginar lo que vendría inmediatamente después. El Córdoba no ganó un solo partido más. Sólo agarró dos miserables empates para lograr 2 puntos sobre 54 posibles. Marcó 7 goles y recibió 40, ocho de ellos a manos del Barça para descender en El Arcángel (0-8) en el mes de mayo. Un auténtico desastre justo después de ese día en el que el cordobesismo vio lo nunca visto. Hace justo dos años.
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