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Nosotros, vosotros y ellos

Un joven seguidor se tapa la cara en El Arcángel | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Chasquea la lengua. Paladéalo. ¿Lo sientes? Sí, amigo cordobesista. Es el sabor del fraude. El Córdoba termina este fin de semana una temporada cochambrosa. Cambió de entrenador, de presidente, de director deportivo y de jugadores durante un curso que entra por derecho en la antología del disparate blanquiverde. Dirá adiós ante el Girona, un equipo que ya es de Primera División. El año pasado, por estas fechas, los catalanes se cruzaron con el Córdoba en las semifinales del play off de ascenso. Florin ya no estaba, pero sí nos quedaba Xisco. El balear goleó en la ida (2-1) pero en la vuelta, en el desvencijado Montilivi, los rojiblancos le dieron la vuelta a la eliminatoria en la prórroga (3-1). Al final no subió ninguno.

Un año después, el Girona dio el paso adelante y el Córdoba evitó dar un dramático paso atrás. Salvó la categoría en la penúltima jornada. Nada que celebrar. Este sábado habrá pasillo al ganador de un equipo que igual aprovecha la ocasión para pactar alguna cesión. A lo mejor se fija otra vez en Borja García, un futbolista que ejemplifica los usos de la propiedad en el último lustro: se le compró barato, se le vendió caro y se le disfrutó en una cesión durante el periodo en Primera. Quién sabe. El madrileño ha aparecido en los últimos días en medios locales alabando a la hinchada blanquiverde y pidiéndoles que sigan animando. Un gesto caballeroso pero seguramente superfluo. Los cordobesistas no son como aquellos seguidores a los que algún jugador rojiblanco, desde la ventana del autobús en una triunfal llegada a Tarragona, les preguntaba -con el adorno de algún piropo- dónde estaban escondidos en invierno en un video que se hizo viral. Los blanquiverdes están siempre ahí, aunque sea tragando barro. Como ahora. Siguen siendo el gran patrimonio del club.

Cualquier cosa parece posible en un Córdoba cuyo modelo de negocio provoca el frotamiento de manos de los propietarios en proporción directa al nivel de indignación de los aficionados. En las próximas horas, una vez que se eche la persiana de la Liga 16-17, empezarán las tradicionales estrategias para provocar el olvido rápido de lo sucedido y estimular la -siempre predispuesta- ilusión del seguidor presentándole un porvenir idílico. Una impactante campaña de abonos, quizá con bonificaciones a costa de éxitos futuros -carné gratis si hay ascenso-, no resulta ahora tan seductora como hace tres o cuatro años. El personal anda bastante escarmentado al respecto.

¿Algún fichaje impactante? No se descarta, pero... ¿qué es un fichaje de impacto en el Córdoba? El verano pasado salieron Florin, Xisco y Fidel. Quienes soñaban con disfrutar de un repuesto a la altura vieron cómo desfilaban las negativas de hombres como Roger, Sergio León, David Rodríguez... Algo harán. De alguna manera hay que maquillarse para volver a enamorar al amante despechado. Los regresos ilustres también resultan muy socorridos, sobre todo en equipos huérfanos de referencias locales. Javi Lara, que fue invitado a salir del club hace diez años, volvió este invierno para despachar seis meses más que notables. Al montoreño le han propuesto seguir. Ya veremos.

La temporada ha pasado con una tristeza asumida, un fútbol insípido y la inquietante sensación de que por más vueltas que se le dé al guiso no cambiará de sabor. Volvimos al cincuentapuntismo, pero no hubo fiestas. Llámenlo madurez. El cordobesismo -o lo que queda de él- ya tiene bastante claro qué papel ha de jugar. Sabe quiénes encajan, de obra o de pensamiento, en ese Córdoba Somos Nosotros que pelea con tirachinas frente a los tanques. Vosotros lo sabéis. Y ellos no se quieren enterar.

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