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Ekeng y Mingorance

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Paco Merino

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Patrick Ekeng controla el balón ante el Raja Casablanca marroquí | MADERO CUBERO

“Buenos días. ¿Patrick Ekeng? ¿Podría venir el día 8? Es para jugar con la selección absoluta”. Pudo haber sido más o menos así. A Ekeng le está mejorando la vida desde que aterrizó en el Córdoba CF, un club que no está habituado a que llamen a sus futbolistas para representar a su país. Entre otros motivos, porque estando en Segunda B o en Segunda no es muy usual contar en la plantilla con futbolistas de ese nivel. Ahora, en Primera División, la situación ha variado. Las sub 21 de Serbia y Brasil llaman a Aleksander Pantic -cedido por el Villarreal- y a Ryder Matos -prestado por la Fiorentina-, mientras que Japón se ha acordado de Mike Havenaar y Argelia de Nabil Ghilas -cedido por el Oporto-. Lo de Ekeng es un poco distinto. El futbolista camerunés, de 24 años, llevaba tiempo alejado de las listas de los “leones”. En el Lausanna Sport de Suiza andaba un poco fuera de foco, pero un contrato en la Primera División de España, un puñado de minutos y un gol con el Córdoba le han servido para rehabilitar su imagen. Estará en los partidos clasificatorios para la Copa de África de Marruecos 2015 que su país disputará frente al Congo y Costa de Marfil. Hacía casi cuatro años que no se acordaban de él, que en su día fue subcampeón de África juvenil en 2009 y jugó el Mundial Sub-20 de Egipto.

¿Cuál fue el último futbolista llamado para una selección nacional absoluta vistiendo la camiseta del Córdoba? De la casa blanquiverde han salido jugadores para selecciones de España en divisiones inferiores y para combinados absolutos de jugadores que ya habían catado la internacionalidad, como Havenaar con Japón o Nabil Ghilas, que tras actuar con Argelia en el Mundial de Brasil 2014 ha vuelto a ser convocado para dos duelos de clasificación para la CAN 2015. Lo de debutar con el primer equipo de su país por méritos contraídos en el Córdoba es menos frecuente. De hecho, habría que remontarse muchos años atrás. Más de medio siglo. A los años 60, con del fútbol en blanco y negro y el Córdoba recién llegado a Primera.

Sólo ha habido en toda la historia un futbolista que haya alcanzado la internacionalidad absoluta vistiendo la camiseta del Córdoba. Se llama José Mingorance Chimeno y nació en 1938 en la localidad zamorana de Castro de Sanabria. El episodio duró poco más de media hora, en el Santiago Bernabéu, con motivo de un partido amistoso frente a Escocia el 13 de junio de 1963. Aquel ensayo amable terminó convertido en una pesadilla: 2-6. La mayor derrota jamás sufrida por La Roja -aunque por aquel entonces nadie, por razones poderosas, se atrevía a llamarla así- en suelo español.

Mingorance salió como titular y actuaba de defensa central. España se adelantó con un gol de Adelardo, pero pronto vio cómo todo empezaba a torcerse de mala manera. Gol de Law (15'). Gol de Gibson (16'). Gol de McLintock (19'). Gol de Wilson (34'). Aquello era un infierno. Cuando el seleccionador, Pepe Villalonga, decidió sacar a Mingorance del campo el resultado era de 1-4. Una mala tarde la tiene cualquiera. Él la padeció en el momento más inoportuno. Aquel episodio le dejó señalado y jamás volvió a vestir la camiseta de la selección. Tampoco regresaron a ninguna lista Vicente Train y Carmelo Cedrún, los dos porteros que aquella funesta jornada se pusieron bajo los palos en un escenario en el que, paradojas de la vida, España conseguiría unos meses después el título de campeona de la Eurocopa 1964 ante Rusia. De ese éxito estuvo viviendo hasta que 44 años después Iker Casillas levantara el mismo título en Viena, en la Eurocopa 2008.

¿Y quién era Mingorance? “El mejor defensa que jamás haya tenido el Córdoba”, dicen quienes le vieron jugar en la década de los sesenta, la edad de oro de los blanquiverdes en Primera. Con Mingorance como eje de la retaguardia, el Córdoba consiguió en la temporada 1964-65 un récord inigualable: sólo encajó dos goles en los quince partidos que disputó en casa. Un promedio de 0’13. Uno se lo marcó en propia puerta y el otro lo firmó Alfredo Di Stéfano. Para que se hagan ustedes una idea de quién era Mingorance.

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