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Deseo de una noche eterna

Rafael Ávalos

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https://youtu. be/gc0pKvu7fnI

Brillante jornada de Jueves Santo, histórico por la salida bajo el sol de Nuestra Señora de las Angustias, que realiza estación en la Mezquita-Catedral | Los cordobeses y turistas llenan cada calle de la ciudad desde primera hora de la tarde y en la Madrugada

No importa la hora ni el lugar. Bajo un sol de justicia o la luna en calma. Córdoba está en la calle y en la calle están todos cuantos vienen de fuera. Éste y aquel rincón, todos están abarrotados. Nadie quiere perder la oportunidad de vivir una jornada inolvidable. Y es especial, histórica. Después de décadas, Nuestra Señora de las Angustias inicia su estación de penitencia en horario de tarde. Acostumbrados los cofrades a estampas nocturnas del conjunto escultórico de Juan de Mesa en su recorrido por la ciudad, esta vez lo comienza a las 17:45. El calor acompaña a todos cuantos se dan cita a esa hora en la plaza de San Agustín. Domina el silencio cuando el paso cruza la puerta de su templo, al que regresara de manera definitiva hace algo más de un año. La salida es complicada, pero salvada a la perfección. La hermandad camina, con la seriedad que le caracteriza, hacia la Mezquita-Catedral, a la que llega por Deanes. Atraviesa la Puerta del Perdón y marcha por el Patio de los Naranjos cuando empieza a caer la noche y entrada la madrugada cierra la vuelta a su sede.

En la madrugada del Viernes Santo el bullicio se torna en silencio en la plaza de San Ignacio de Loyola. Doblan las campanas de la Real Colegiata de San Hipólito. Inicia su estación de penitencia la cofradía de la Buena Muerte. El Cristo que tallara Castillo Lastrucci está iluminado en esta ocasión por cuatro hachones, así como por la luz de los ojos de las numerosas personas que asisten a su paso. Una multitud se congrega desde las puertas de su templo hasta San Nicolás de la Villa. También más allá. Una multitud que acompaña a Nuestra Señora Reina de los Mártires, obra también del escultor sevillano. Es su sello en Córdoba, el de dos tallas que dibujan de devoción las horas que van de un día al siguiente en una ciudad que se resiste a cerrar una intensa jornada.

Comienza el Jueves Santo a las 16:00, con un sol radiante en el cielo azul; claro azul una vez más en una Semana Santa brillante. Así lo es y así lo va a ser. Como así ocurre en Poniente, un barrio que arropa a su hermandad. La Sagrada Cena abre el día, cuando por delante quedan muchas horas de sentimientos y emociones, de Fe. Es la de Nuestro Padre Jesús de la Fe, con el cáliz en sus manos en la mesa en la que también se sienta Judas Iscariote. Treinta monedas. El misterio avanza con gran estilo y acompañado de los sones de la agrupación musical de la cofradía. Es ésta la primera vez en que la formación ofrece oraciones musicales a su titular. Por delante tiene el cortejo un largo camino, que termina en la medianoche.

En torno a una hora antes acaba la estación de penitencia de la hermandad de Jesús Nazareno. El Señor, sobre su peana y con la característica Cruz que porta, comienza a recorrer Córdoba a las 18:20. El silencio también tiene presencia en la tarde, como silencio guarda incluso el sol al paso de la imagen. Por supuesto, del mismo modo no existe bullicio, aunque sí gentío, ante María Santísima Nazarena. La cofradía es la primera en caminar junto a San Andrés, desde donde pone rumbo a Carrera Oficial. Avanza solemne el Nazareno. Lo hace bajo el respeto de los cofrades que atienden su estampa en una ciudad que tiene vida. Y no importa ni el ahora ni el lugar, que sea en compañía del sol o de la luna.

Se dibuja hermosa ésta en el ya oscuro cielo de Córdoba cuando el crucificado que viene del Alpargate a su plaza regresa. El Cristo de Gracia recibe el cálido afecto de la ciudad cuando alcanza la plaza que lleva su nombre; el cariño de la multitud que se da cita, a altas horas de la noche, junto a la parroquia de Santa María de Gracia. Quizá nadie quiere perder su estampa este Jueves Santo que ya no lo es. La madrugada está viva en cada calle donde aún se encuentra una hermandad. La trinitaria muestra su sello con los sones de su agrupación musical. Cruza las puertas la imagen y parece que la resistencia a la despedida es generalizada.

Entonces, en San Francisco se encuentra ya la hermandad de la Caridad, que en esta ocasión camina en silencio. No cuenta con el acompañamiento del Tercio Gran Capitán de la Legión, debido a que participa en Málaga de la procesión del Cristo de Mena. Pero no importa a quien ocupa las calles, que también están abarrotadas al paso del Señor de la Caridad. Marcha imponente como siempre, desde la plaza del Potro a la calle Sevilla. Y de ésta a su templo, donde se dan cita a las 19:30 una nueva multitud. Los nazarenos con hábito rojo y negro muestran un guión con piezas que son reflejo de la estrecha relación de la cofradía para con los legionarios, que el viernes sí van a estar en la ciudad para realizar el tradicional Vía Crucis con la imagen. La batalla por que la noche no acabe continúa.

Pero terminan las horas de devoción, de aplausos y silencio, de emoción contenido. Acaba el Jueves Santo también en San Cayetano, después de que el Señor de los toreros suba una Cuesta de nuevo repleta. Como lo estuviera horas antes, cuando Nuestro Padre Jesús Caído inicia su camino por una ciudad entregada a su Semana Santa. Con su melena natural, la imagen avanza por Santa Marina en búsqueda de una Carrera Oficial que quizá vive sus últimos días. Tras él, Rafael Jiménez ‘Chiquilín’ o Enrique Ponce. Y por supuesto Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, que cruza las puertas del local de salida de los pasos de la cofradía ya en viernes. Es la hermandad de la Buena Muerte la que cumple entonces el deseo que parece existir en Córdoba. Es el deseo de una noche eterna, que nunca termine y siempre llene de vida cada calle.

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