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Anda, Lucía

Víctor Molino

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Lucía ha vivido el peor cumpleaños posible. Con sus treinta y dos años recién cumplidos, esta guapa joven del sur de España ha tenido que soportar la peor coyuntura de su vida. No sólo no ha disfrutado de regalos sino que además ha tenido que ver cómo le han quitado todo aquello que ha ido recolectando desde su nacimiento. Incluso la ilusión.

La joven, de figura esbelta, noble, trabajadora y con un coeficiente intelectual superior, ha pecado de tonta. Se ha creído todo cuanto lo que le han contando y parece estar convencida de que no le cabe otra. Hasta su último aniversario, ha vivido tal y como le iban indicando sus padres.

Hacía lo que se le mandaba, como buena hija. Hasta su último aniversario, ha empleado su tiempo en la formación y el crecimiento personal, como el resto de sus compañeras. Se podría decir que ha seguido el protocolo básico. En ciertos momentos, ha contemplado como en su `time line´ha disfrutado de beneficios que otras no han tenido. Incluso ha llegado a reconocer que ha vivido por encima de sus posiblidades.

Pero la culpa no ha sido suya. La han tenido sus padres, que ni han sabido explicárselo ni han sabido entender lo que era vivir en tiempos de bonanza. Ahora Lucía se ha tenido que conformar con un simple pastel sin merengue alguno. Este año no ha apagado sus velas.

A nadie le gusta tener un aniversario amargo pero, en esta ocasión, así ha sido. Sus padres le han dicho que “los tiempos están difíciles para todo el mundo y que hay que recortar”. En esas, le han explicado que “la celebración es insostenible” tal y como la organizaban antaño, cuando preparaban un gran evento y gastaban sin mesura alguna.

Los padres de Lucía no son imbéciles, pero han actuado como unos irresponsables. Lo del cumpleaños es lo de menos, el problema es que ahora Lucía ha visto truncado su futuro. Por culpa de sus padres ahora no va a poder desarrollarse como sí lo habían hecho hasta entonces jóvenes de edades similiares.

Ahora los padres de Lucía recuerdan cada uno de los momentos en los que, desde que tuvieron a su hija, han perdido el tiempo sin dosificar gastos; han actuado sin pensar en su futuro; han mirado para su propio ombligo; o han abusado inconscientemente de las circunstancias. A los padres se les había olvidado que la vida de su hija no requería de gobernancias y decisiones a corto plazo. La vida de Lucía es para siempre.

Por eso, ahora sus progenitores se reconocen como unos perfectos incompetentes, aprovechados e inútiles. Los padres de esta joven han fracasado. Lo han tenido todo a favor para hacer que su hija fuese una de las mujeres más excelentes del país. De momento, es una más que sólo parece tener un futuro lejos de su hogar. Anda, Lucía.

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