Ahora el paciente tiene razón

Imagina uno de los 77 pueblos de la provincia de Córdoba, de la Z a la A. Imagina los poco más de seiscientos habitantes del pueblo. Imagina una habitante menos porque el martes pasado ha muerto allí una mujer de 59 años. Imagina el pueblo en duelo, por la muerte de esta vecina. Imagina al resto de vecinos de luto riguroso por el entierro de la sanidad pública. Imagina que, hasta hace unas semanas, a la hora en que esta mujer ha muerto en su casa, había un médico en el consultorio local.

Imagina y acertarás que eso ya no es así y ahora apenas ese médico visita el consultorio dos horas al día, donde no tendrá tiempo más que para administrar salud en forma de recetas, petición de citas a especialistas y poco más, pues ha de salir para otra estancia exprés en otro pueblo. Imagina que más de un tercio de los vecinos de ese pueblo son viejos y que será probable que el médico tenga que acudir a sus viviendas, mientras vuelan los 120 minutos de prestación diaria de sanidad a los más de 600 vecinos.

Imagina que la mañana en que esta vecina murió hubo que llamar a un número de urgencias, esperemos que atendido por una voz humana y recemos por que la ambulancia estuviera lista para venir en un tiempo razonable, si ese tipo de tiempo existe cuando una vida humana está en juego. Imagina que los empleados de la empresa privada que gestiona el servicio de ambulancias no estén en huelga por el impago de sus sueldos o la falta de vehículos suficientes y equipados.

Imagina que los vecinos también tienen que adivinar el horario de visita del médico puesto que ninguno de estos cambios se comunica públicamente ni siquiera se anuncia en la puerta del consultorio. Imagina que para cualquier necesidad de atención médica fuera de esas dos horas en horario desconocido cualquier vecino ha de viajar a otras localidades más o menos cercanas o, caso de urgencia, esperar la llegada de una ambulancia. Imagina los costes que ha de pagar de su bolsillo, desplazamiento y acompañamiento, esa población envejecida que la mayor parte de las veces vive sola y acumula los problemas propios de la vejez en cuanto a movilidad, autonomía y merma de otras capacidades.

Imagina a estas alturas quiénes son los responsables de este desaguisado y vaciamiento de los servicios públicos. Imagina que en ese caso has identificado a unos de los responsables principales del despoblamiento de la Andalucía rural, pues la eliminación de prestaciones públicas desencadena un conjunto de situaciones que conllevarán a corto plazo la efectiva y sistemática expulsión de los vecinos. Imagina que solo en los diez últimos años la población del pueblo 77 se ha reducido en más de un 15%.

Imagina que has llegado al final del juego, la última casilla del tablero. Imagina que vas al cine y ves la película El 47 donde conoces a Manolo Vital, un expulsado de su casa como tantos miles de andaluces y extremeños lo fueron hace seis décadas. Imagina y acertarás que este mismo proceso de expulsión está de plena vigencia en El 77, último pueblo del listado provincial, último pueblo en calidad de prestaciones sanitarias, aunque no será el último en sufrir las reducciones hasta su eliminación gracias a las políticas aplicadas por los responsables de la Consejería de Sanidad de la Junta de Andalucía.

Imagina que hablamos de Zuheros.

* 'Ahora el paciente tiene razón' es una cita tomada de John Berger, autor de 'Un hombre afortunado' (1967). Se trata de un título de referencia bibliográfica para todos los profesionales de la salud a pesar del tiempo transcurrido desde su publicación. Lectura recomendada para los responsables de la sanidad pública, así como su secuela 'Una mujer afortunada' (2024) escrita por Polly Morland.