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Al Muriano se asciende por una vía romana

Antonio Monterroso

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En Fátima hay un puente romano que vive entre naves industriales, gasolineras y descuido. Es el puente del Arroyo (de los) Pedroches, que probablemente haya visto más romanos que el puente grande de Córdoba. Allí se lavaban los coches cuando por Jesús Rescatado pasaba el 22. Desde Fátima ese puente lleva a Roma. O lleva a Mérida. O a Santiago. O a Toledo. O a Almadén. Y seguro al Muriano. En ese puente confluía la Vía Augusta y la Vía a Emérita, la de la riqueza ceremonial y la de la riqueza real.
El Muriano es el Mariano. Es decir, el corazón metalífero por excelencia de la Tierra de Córdoba. El centro de los Montes de Mario, el hombre más rico de las Hispanias, propietario durante cierto tiempo de las ricas minas de Sierra Morena. El Muriano es hoy memoria de un nombre de una reputación mayor para Córdoba. El Muriano es hoy parte del término de Córdoba, aunque no lo parezca.
Durante siglos, los túrdulos y turdetanos anteriores a los romanos fueron al Muriano y a la Meseta cruzando allí por Fátima como pudieron, bien por un puente de madera, bien por un vado, bien por el agua. Los romanos estuvieron varios siglos haciendo lo mismo. Sólo a final de s. I. d. C. esos mismos romanos dieron piedra al puente del arroyo Pedroches.  La vía al Muriano seguía siendo cada vez más fértil en minerales y en piedra para construir. Por ese puente, pasa incluso el canal del segundo de los acueductos de la Córdoba romana, el que llevaba agua al Circo Romano de Orive. Ese puente de Fátima es historia de Córdoba.
Los cordobeses caballistas, senderistas y peroleros saben que el Santuario de Linares está en pleno camino histórico al Muriano. Los romanos también santificaban los caminos con altares y santuarios. Pero entre Linares y Fátima está Seseña. Es decir, toda la “desurbanización” de piedra hortera de Sandokán de Córdoba en la Carrera del Caballo. Por supuesto que no iba a quedar la vía. Desde Linares esa vía romana se llama Cañada Real Soriana. Pero sigue siendo más romana que merina. Allí hay un puentecillo precioso, el del mismo arroyo de Linares, que es obra islámica en uno de los divertículos de la vía principal.

Sandokán de Córdoba

Los peroleros que ya aquí no suben, se pierden lo mejor. La infraestructura completa de la vía romana al Muriano perfectamente conservada por buenos y largos tramos. La ha documentado Massimo Gasparini con los alumnos del Grado de Historia de la Facultad. Y tiene al menos un 7% de desnivel, por el que se las adecuaban los carros cargados de mineral bajando a Córdoba. Prueben a bajar en bicicleta esa pendiente con un cuñado en la espalda. Se sentirán romanos.
En los adentros de la sierra, esa vía vital se convierte en Loma de los Escalones. Un vía atravesando una cantera romana, o una cantera que deja paso a la vía. Desde allí salió la piedra para las murallas, el templo de la Calle Claudio Marcelo o el Circo de Orive. Desde allí a alguno de los edificios de la Córdoba de finales del s. I. d. C. Esos casi 500 metros en otra dimensión ven subir a peregrinos a Santiago y bajar ciclistas con ganas de matarse entre romanos.
Algo más allá, hasta que salimos al Frenazo la vía pasa a ser pista forestal y sólo nos queda andar. Por las curvas del Frenazo, entrelazándose con la antigua vía del ferrocarril a Belmez, la vía conserva tramos y tramos originales. Costura entre jaras, las vistas de Córdoba, del final de la riqueza que en este texto hacemos a la inversa, pagan cualquier carga y desnivel.
Por la trasera de la Ermita del Muriano llegamos a la cumbre, y desde allí, los cordobeses se suelen volver. Se pierden lo mejor, el mismo Muriano, el de Córdoba y el de Obejo, el Muriano al fin y al cabo, donde en Excmo. Ayto de Obejo, otros valientes como los de El Guijo, ha emprendido hace años la aventura del Museo de Cobre, que es obra toda de Fernando Penco Valenzuela. Otro día con él lo contamos.
Esa vía romana, ese paraíso en ascenso desde Fátima, Córdoba lo tiene, como tantas cosas, desaprovechado. Simplemente porque está fuera de ella. Y todo lo que no sea Corredera y Capitulares parece Sevilla. El Muriano es en parte término de Córdoba, esa vía de riqueza cargada de trasiego de senderismo, recogimiento del peregrino o furor de frenos de Mountain Bike, pone en bandeja una conexión natural por un ambiente aún más natural con el Muriano y el Museo del Cobre que es aire para la Sierra y para quién la sube. Un itinerario patrimonial por incentivar, que es prehistórico, romano, medieval, moderno e industrial. Y que sube al Muriano. Por allí surca el primer ferrocarril público andaluz y por allí late el cobre de la Córdoba Cooper Company que divide hoy Córdoba de Obejo justo frente al Museo del Cobre.
Por favor cuiden el camino, que a base de ciclista enfervorizado (me refiero sólo al enfervorizado, no se me enfaden los del pudiente gremio ciclista) de velocidad y olvido, ya mismo lo tenemos que imaginar.
El Muriano bien merece un ascenso.
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