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Sobre este blog

Padre imperfecto, primo hermano de Orlando, feminista en construcción, jurista nómada, cinéfilo “aguafiestas”, además de egabrense y catedrático de la UCO. Llevo años estudiando desde el punto de vista jurídico, pero no solo, los problemas y los dilemas de la igualdad. He publicado libros como El hombre que no deberíamos ser, Autorretrato de un macho disidente o John Wayne que estás en los cielos. Empeñado en mirar con lentes feministas, a lo Siri Hustvedt, la realidad y su reflejo en las pantallas, me quedé tocado cuando vi Thelma y Louise en el Cine Isabel la Católica.

Todavía hoy, mientras releo a Virginia Woolf, sueño con escribir un final distinto para la historia. Mientras llega ese happy end, no dejo de ver películas en las que busco las respuestas que no me ofrecen ni el Derecho ni Boyero. Imaginando un mundo con menos palomitas y más conversación.

'Ex maridos': la masculinidad sin mapa

'Ex maridos'.

Octavio Salazar

11 de junio de 2024 20:35 h

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Cuatro hombres de tres generaciones distintas de una misma familia. El abuelo que, casi al final de sus días, decide divorciarse y espera tener tiempo para rehacer su vida. El hijo que está viviendo una separación no querida y que parece enfrentarse a un precipicio. Y los nietos, uno de ellos a punto de celebrar su despedida de soltero y el otro, el más joven, recién salido del armario. Con estos ingredientes, Ex maridos podría haberse convertido en una película honda, entre divertida y dramática, sobre las masculinidades a la deriva que hoy no acaban de encontrar su lugar en el mundo. Sin embargo, la película no pasa de ser una amable comedia, bien interpretada, pero que desaprovecha todos los hilos de los que podía haber tirado para ofrecernos un retrato muy agudo de los hombres del siglo XXI. Esos que parecen haber perdido la brújula en un contexto en el que nos movemos entre las transformaciones igualitarias y las reacciones airadas de quienes sienten que se desmorona el púlpito donde estuvieron durante siglos.

El mayor defecto de esta película bienintencionada es que pasa de puntillas por muchas cuestiones que habrían merecido un mayor arco dramático, de la misma manera que se vale de unos personajes que, en muchos casos, parecen más un boceto que un dibujo acabado. Los problemas de salud mental a los que ya empezamos a ponerle nombre y que corren el riesgo de convertirse en una marca de la individualidad narcisista y triunfante, la ansiedad de un sistema que nos exige autosuficiencia y éxito, la vejez como frontera que a los varones nos cuesta reinterpretar, las soledades que arrastramos sin querer reconocerlo o las dificultades para consolidar relaciones estables, en el sentido más clásico del término, son algunas de las ventanas que se abren en el relato. Todo ello en un contexto de homosocialidad que tantas veces hemos visto en películas norteamericanas – son casi un género las que nos cuentan despedidas de soltero - y con unos hombres que continúan siendo incapaces de gestionar las emociones, los fracasos y los vínculos personales. En este sentido, el personaje de Nick - interpretado por un atractivo y convincente James Norton – es el mejor ejemplo de autocontrol masculino y del uso del silencio como estrategia defensiva, todo ello sin renunciar del todo a esa épica, también muy machirula, del hombre fracasado y atormentado. El niño inteligente, guapo y brillante que no dejó de tomar decisiones equivocadas. Al que tal vez nadie le sugirió que su principal problema era la falta de inteligencia emocional, y al que tampoco los amigos son muy capaces de ayudar en una celebración un tanto estúpida del colegueo que roza pero no toca. A su lado, el hermano menor (Miles Heizer), dispuesto al fin a vivir su sexualidad sin cortapisas, en un mundo que, pese a los avances, sigue siendo homófobo y en el que, como dice uno de los amigos, ser heterosexual continúa siendo un privilegio. Un privilegio que con frecuencia interioriza la homofobia y que acaba sumando máscaras en esa performance continua que es la masculinidad.

Sin duda, lo mejor de la película es la interpretación de un Griffin Dunne que, pese a lo limitado del guion, llena de matices a su personaje, Peter, un hombre que se enfrenta al vacío que supone el divorcio de la madre de sus hijos, en un momento en el que él, como tantos varones, pareciera que son incapaces de reinventarse. El frío apartamento, la comida congelada, la melancolía del héroe, ese póster de To be or not to be, el clásico de Lubistch, incapaz de sostener el paso de tiempo y espejo también de la torpeza y la necesidad de alegría. A diferencia de ellas, como demuestra el personaje apenas trazado de su exmujer, interpretado por Rosanna Arquette, o el de esa mujer madura que Peter conoce en su fin de semana mexicano y que, en apenas un par de escenas, nos demuestra que ha sido capaz de construir una vida de la que lleva sus riendas. Por sí misma y con autonomía. Como tantas mujeres, incluida la prometida de Nick, que ahora sí son capaces de vivir sin ser dependientes de los hombres, que ya no entienden el amor como los cuentos y que seguramente están hartas de cuidar a tantos eternos adolescentes que habitan en el cuerpo de hombres maduros. De esta manera, Ex maridos también nos acaba mostrando, aunque de nuevo con una cierta timidez, que ellas están siendo mucho más inteligentes que nosotros a la hora de gestionar sus vidas personales. Ellas sí que han sabido hacerse con un mapa que les está permitiendo, pese a todas las dificultades, dirigirse hacia el lugar soñado. O, lo que es lo mismo, lo mucho que nos queda por aprender a nosotros para vivir en un mundo en el que ellas ya no están a nuestra disposición y en el que para ser felices no nos queda otra que contradecir insistentemente los mandatos de la masculinidad.

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Padre imperfecto, primo hermano de Orlando, feminista en construcción, jurista nómada, cinéfilo “aguafiestas”, además de egabrense y catedrático de la UCO. Llevo años estudiando desde el punto de vista jurídico, pero no solo, los problemas y los dilemas de la igualdad. He publicado libros como El hombre que no deberíamos ser, Autorretrato de un macho disidente o John Wayne que estás en los cielos. Empeñado en mirar con lentes feministas, a lo Siri Hustvedt, la realidad y su reflejo en las pantallas, me quedé tocado cuando vi Thelma y Louise en el Cine Isabel la Católica.

Todavía hoy, mientras releo a Virginia Woolf, sueño con escribir un final distinto para la historia. Mientras llega ese happy end, no dejo de ver películas en las que busco las respuestas que no me ofrecen ni el Derecho ni Boyero. Imaginando un mundo con menos palomitas y más conversación.

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