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Sobre este blog

Cordobés como el pego, nací en plena Guerra Fría y crecí durante la Paz Caliente. En 1985 vine al mundo un día después de San Valentín. Fue un mal presagio pues el amor poco me ha querido. Quizá fue porque llegué tarde. De pequeño jugaba a ser periodista y de mayor sigo con la tontería. Ahora paso también el tiempo confundido: me consideran millennial y a la vez, viejuno. Me gusta todo lo que a cualquier individuo de un siglo anterior al XXI. Desde hace unos años me soportan en CORDÓPOLIS y a partir de este momento aparezco por aquí sin saber muy bien qué contar. Por cierto, me hago llamar Rafa Ávalos y mi única idea es escribir lo que me salga del… alma.

Nos invaden, llamen a la Guardia Mora

Rescate de un bebé en la 'invasión' a Ceuta y España

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Las imágenes son aterradoras. Acojonan, al menos a mí. Hordas de moros atraviesan la frontera del imperio. Probablemente también sean comunistas y homosexuales, que es lo peor. Generan pánico. Estamos en peligro, España está amenazada. Y además, son tan poderosos y gallardos que no necesitan barcos: cruzan el mar a nado, como David Meca pero sin potasio. No se sabe muy bien dónde llevan las armas, que si son de fuego quizá queden inutilizadas. Sólo ese factor alivia la congoja por el horror venidero. Con todo, es necesario llamar a la Guardia Mora, aquel ejército de valientes hombres que un día, muchos años atrás, ya salvaron el país. Tengamos la esperanza en Santiago Abascal, el único capaz de afrontar la realidad desde la serenidad y la cordura; el único capaz de decir la verdad y alzar la voz ante los problemas.

En torno a 10.000 personas, ciudadanos de Marruecos, cruzaron en unas 48 horas la frontera de forma irregular. Jamás había asistido esta grandiosa nación a un ataque tan descomunal. Tenía y tiene razón el magno líder de Vox al aseverar que esto “no es una crisis migratoria” sino una “auténtica invasión”. Entre los moros peligrosos, en su inmensa mayoría menores engendros del diablo -que acudían a reclamos engañosos de su rey, el amigo del emérito Juan Carlos pese a tirano-, probablemente estén descendientes de Abderramán y Almanzor. Es asunto serio. Aunque el Gobierno ya haya retornado a más de 7.000 aguerridos individuos, ávidos de sangre y fuego. Como los godos que tanto gustan a Esperanza Aguirre pero con la diferencia de que aquellos construyeron España y estos vienen a destruirla. [Momento de la calada al porro].

Mayúsculo es el problema. Todo el mundo sabe que los extranjeros, más si son moros pero no de la vieja Guardia, cometen la globalidad de los delitos en España. Por mucho que, según datos de la Policía Nacional, el 80,05 % de las detenciones y los investigados entre 2015 y 2019 fueran nacionales -ni a la quinta parte llegan, durante ese período, las infracciones de ciudadanos de otros países-. El horror alcanza su extremo cuando los foráneos son menores, y más si son no acompañados. Los famosos menas, que actúan cuales manadas -a qué me suena ese concepto- sanguinolentas entre nuestra inocente población. Por mucho que, según datos de la Policía Nacional, el 77,64 % de las detenciones y los investigados entre 2015 y 2019 fueran nacionales -ni a la cuarta parte llegan, durante ese período, las infracciones de niñatos de otros países-.

Menos mal que nos queda la voz de la reencarnación de Don Pelayo aunque sea con rostro de Táriq.

Nos invaden y no queremos verlo. Como tampoco somos conscientes de que todos los musulmanes son terroristas. Y quieren acabar con Occidente, donde la paz prevaleció desde la noche de los tiempos. Ni guerras mundiales, ni limpiezas étnicas ni crímenes de lesa humanidad ni leches en vinagre. Todo en el siglo XX, hace tres días, por cierto. Eso fue culpa del chachachá y, por si fuera poco, con el sesgo de la Historia. Tampoco era tan cruel Adolf Hitler. Los moros nos matan con sus bombas, sus armas de repetición y sus cuchillos. Por mucho que, según datos del Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), en Europa y América hayan muerto 158 personas de 43.242 en los últimos cuatro años -entre 2017 y 2020-. No llegamos ni al 1 % del total de las víctimas de yihadismo -estamos en Occidente en un ridículo 0,37 %, lo cual hace más obscena la victimización y la islamofobia-.

Y mientras, nuestros políticos, excepto Santiago Abascal, que camina por la senda de la libertadora Marine Le Pen -que si por ella fuera haría un Herodes el Grande con las nuevas generaciones de árabes franceses de pleno derecho, y sin importar que sean niños o no-, son colaboracionistas. Menos mal que nos queda la voz de la reencarnación de Don Pelayo aunque sea con rostro de Táriq. Es verdad, nos invaden. Y lo peor es que no sólo lo hacen de Marruecos u otros submundos de África u Oriente sino de otros lares, como América. Ahora vienen los indígenas a quitarnos el pan y robarnos la cartera después de siglos de desprestigio por subyugarles durante centurias. El peligro principal, pese a todo, viene del supuesto continente para el primer mundo -supuesto porque, para los que vivimos en países afortunadamente civilizados, no existe; sólo para diamantes, coltán u otros recursos naturales, y para divertirnos con la caza de elefantes o leones-. Así es, por mucho que, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), sólo sean 160.829 los ciudadanos negros o de piel sucia -esto es moros aunque no vengan de Mauritania- que vivían de más en España en 2021 en comparación con 2016 -cinco años transcurrieron, por si alguien no tiene el ábaco a mano-. Es curioso, en un trienio, entre 1936 y 1939, unos 440.000 españoles fueron a toda prisa a Francia, según datos de Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados).

Salvemos nuestra patria de bebés asesinos mientras un negro yace en una playa andaluza al tiempo que nosotros miramos hacia otro lado y nos bañamos.

Pero ésta, como los 25.000 españoles que recibió el México de Lázaro Cárdenas en sólo unos meses de 1939 -de nuevo según datos de Acnur-, es otra historia. Aquello ocurrió por el bien de España. “Una, grande y libre”, todo lo que no somos ahora salvo en Madrid. Y da igual que entre 2017 y 2020 salieran 264.728 paisanos a la búsqueda de futuro: ya lo dijo en 2013 Fátima Báñez, entonces ministra de Trabajo y Seguridad Social, en relación a los jóvenes. Eso era “movilidad exterior”, a lo que se añadía que el Gobierno, en ese momento del Partido Popular, entendía que lo chavales tenían un marcado “espíritu aventurero”. Lo de que en España tener un empleo -eso de entrada- con un salario digno -y eso de salida- es una quimera para los que nacieron a partir de los noventa es una mentira.

De todas formas, el tema importante en este momento es la peligrosa invasión, como la ocurrida en 711, del mundo musulmán que sufre este país, capital de un imperio -ya extinto, pero importa poco- y con la capital del universo -Madrid, origen del Big Bang o motivo de descanso de Dios al séptimo día, como se prefiera-. Es verdad, corremos un enorme peligro. Podemos sentirnos afortunados porque la Unión Europea, sobre todo preocupada porque las deudas tengan mayor castigo para quienes menos tienen y no para quienes no pagaron las de antaño, está pendiente. Como el ministro de Interior de Francia, el señor Gérald Darmanin, quien recientemente afirmó que España e Italia “controlan mal” la inmigración. Curioso, su nación -la gala; la que obviaba la existencia de ETA o tiraba fresas de Huelva- es la segunda con mayor población extranjera del viejo y decente continente. Sólo le supera Alemania.

Curioso es también que desde Francia traten de dar lecciones de nada cuando en las guerras mundiales enviaron al combate y la muerte a miles de nacionales franceses por mucho que de origen árabe. O que, como sucede en Bélgica o Alemania, tengan a sus ciudadanos de segunda e incluso tercera generación de antiguas colonias en total marginación en guetos. Ningún interés tiene todo lo dicho. Señores, señoras: abran los ojos porque nos invaden. Llamen a la Guardia Mora, que fue nuestra salvación. Ya si violan a mujeres, decapitan al que pillen por el camino, destripan a cualquiera, matan y saquean sin ton ni son, es sólo un daño colateral y necesario. Igual que ocurrió cuando Francisco Franco, como ahora Santiago Abascal, se erigió en Centinela de Occidente. Salvemos nuestra patria de bebés asesinos, como el rescatado por un guardia civil en Ceuta hace sólo unos días, mientras un negro yace en una playa andaluza al tiempo que nosotros, asustados y buena gente, miramos hacia otro lado y nos bañamos.

Sobre este blog

Cordobés como el pego, nací en plena Guerra Fría y crecí durante la Paz Caliente. En 1985 vine al mundo un día después de San Valentín. Fue un mal presagio pues el amor poco me ha querido. Quizá fue porque llegué tarde. De pequeño jugaba a ser periodista y de mayor sigo con la tontería. Ahora paso también el tiempo confundido: me consideran millennial y a la vez, viejuno. Me gusta todo lo que a cualquier individuo de un siglo anterior al XXI. Desde hace unos años me soportan en CORDÓPOLIS y a partir de este momento aparezco por aquí sin saber muy bien qué contar. Por cierto, me hago llamar Rafa Ávalos y mi única idea es escribir lo que me salga del… alma.

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