Una partida de pimpón interminable
El Gobierno no piensa convertir en autovía la N-432
El desdoblamiento de la N-432 es uno de esos espectros periodísticos que vagan atormentados a lo largo del tiempo. Si usted abre cualquier página de cualquier hemeroteca, bien del siglo pasado o incluso del tercer milenio, seguro que se da de bruces con esta reclamación histórica que ha animado campañas electorales y alimentado presupuestos generales del Estado desde que tenemos uso de razón mediática.
La N-432, que une Badajoz con Granada, y atraviesa de punta a cabo Córdoba, forma parte de la Red de Carreteras del Estado, cuyo diseño se consolidó con el Plan General de Obras Públicas de 1939. Y ya ha llovido desde entonces. Se trata, por tanto, de una reliquia viaria que sueña con convertirse en autovía sabe dios cuando.
Mientras tanto, es objeto de un peloteo incesante (desdoblamiento para acá, desdoblamiento para allá) entre el Gobierno, la oposición y viceversa en una divertidísima partida de pimpón que ya empieza a aburrir al respetable. O a troncharlo de la risa. Que no estamos seguros.
El último raquetazo lo acaba de propinar esta misma semana la senadora Casanueva. La representante cordobesa nos ha recordado que la N-432 es una infraestructura fundamental para la vertebración de la provincia y la seguridad vial de una carretera que registra un alto índice de siniestralidad. Y en eso lleva más razón que un santo, signifique lo que signifique esta absurda expresión.
Pero claro: si la N-432 es una infraestructura fundamental para la vertebración de la provincia y su seguridad vial, es difícil de entender por qué diablos no se ha ejecutado en los 14 años y 10 meses en que su partido ha tenido las santas riendas del Gobierno de España. Si la pregunta vale para la senadora Casanueva, mucho más para el ministro del ramo, cuyo partido ha gobernado este santo país nada menos que 28 años y 6 meses. Que oiga.
Y claro, queridos contribuyentes. Si cualquiera de los dos contendientes ejecuta el desdoblamiento de la N-432, nos quedamos sin partida de pimpón, sin campaña electoral y sin ese espectro periodístico que vaga por las hemerotecas como alma sin pena desde hace la tira de años.
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