Contra la física
Vamos a gobernar para todos
La frase del señor alcalde que contemplan más arriba desafía abiertamente la física. De la misma manera que un solo cuerpo no puede entrar a la vez por dos puertas distintas, una ordenanza municipal no puede contentar a todos los vecinos de forma simultánea. Hablamos de una ley natural infalible. O eliges la opción A, o eliges la opción B. Pero es físicamente imposible escoger las dos.
El señor alcalde pronunció la frase en un instante de euforia. Acababa de arrasar en las urnas y, embriagado por los laureles del éxito, se entregó a la exaltación de la amistad, los cantos regionales y el clásico vamos a gobernar entre todos. El señor Bellido no inventa nada nuevo. La frase figura en el manual del buen candidato, capítulo primero, versículo dos.
En las elecciones, la física es la primera damnificada. Lo cual confirma que se trata de un ejercicio muy emocional y muy poco cartesiano. Por ejemplo: de los 2,5 millones de trabajadores pobres que han incrementado su salario un 48% en los últimos cuatro años, ¿cuántos han votado a quienes se opusieron a su mejora retributiva? ¿Medio millón? ¿Un millón? ¿Millón y medio?
Es muy probable que una parte sustancial de esos empleados pobres hayan votado en contra de sus propios intereses y a favor de España. Que es, como ustedes observan, una aparente contradicción. En muchos de ellos, habrá pesado más el hecho de que el salario mínimo interprofesional haya salido adelante con el voto de ERC y Bildu que la realidad incontestable de la mejora sustancial de sus miserables condiciones de vida.
Quiere decirse que su hemisferio emocional se adueñó de su hemisferio lógico el día en que se dirigieron al colegio electoral con la papeleta en la mano. Y tuvieron la convicción de que estaban defendiendo a España por encima incluso de ellos mismos, la dignidad de su trabajo y el futuro de sus familias. Lo que nos lleva a plantearnos si es posible disociar a España de sus habitantes. Pero oiga. No contesten ahora. Háganlo el 23 de julio.
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