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Calderilla

Aristóteles Moreno

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"A Rafael había que ponerle lo que sea

(Rafael Gómez. Concejal del Ayuntamiento condenado en el caso Malaya)

Haga usted mismo las cuentas. Por sobornar a un empleado público con cien millones de las antiguas pesetas podría pagar usted seis meses de prisión o, lo que es lo mismo, 3.600 euros. A este precio tan apañadito casi no merece la pena pasar por ventanilla para solicitar una licencia urbanística. Resulta bastante más rentable entrar por la puerta de atrás y soltarle al señor Roca de turno 600.000 euros del ala para que le recalifique el solar que tanto incordio le está provocando.

Don Rafael Gómez, el hombre que va más rápido que los papeles, como él mismo se encargó de airear, así lo hizo. Y mire usted: ahí está tan pancho celebrando una sentencia de calderilla que encima va a recurrir. Porque no olvidemos que el jefe de la oposición del Ayuntamiento de Córdoba ha sido condenado por intentar corromper la administración de la que ahora vive. Una condena de saldo, de acuerdo, pero una condena al fin y al cabo.

Aunque vayamos al titular. Ahí tienen al señor Gómez hablando del señor Gómez como si fuera una persona ajena al señor Gómez. Este tipo de recursos retóricos se lo hemos visto ya con anterioridad a grandes personalidades de la historia, pongamos por caso a Diego Armando Maradona o al irrepetible Julio Iglesias, que tenían ese extravagante don de colocarse como espectadores de sí mismos. Según tenemos entendido, este último sujeto aún anda perpetrando tangos y otros géneros musicales por ese mundo de dios. Y al primero, la última vez que lo vimos, estaba fumándose un puro en La Habana.

Joder, que se nos va el discurso por los cerros de Úbeda. Volvamos al titular. Ahí observan ocho palabras certeras como un disparo a bocajarro. A Rafael había que ponerle lo que sea, ha declarado el sujeto. Y eso ha sido exactamente lo que el tribunal ha hecho: ponerle lo que sea. Tan lo que sea ha sido la pena impuesta que para eso casi mejor mandarlo para casa y liquidarle el dinero que se le adeuda. ¿Cuánto le debemos, don Rafael? Lo que no viene en el titular, y también ha dicho nuestro concejal (no lo olviden), es que nunca se le pasó por la cabeza que iba a entrar en prisión. Tampoco a nosotros, caballero.

En cualquier caso, lo que la justicia (¿justicia?) ha dicho es que el hombre que emponzoña la vida pública ahora se sienta en un escaño municipal en representación de todos ustedes. Buenas tardes.

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