De cacería
Espero a un equipo rabioso que salga a comerse al rival
(Rafael Berges. Entrenador del Córdoba CF)
Este titular se refiere, como ustedes pueden apreciar, al deporte rey pero podría encajar perfectamente en la literatura de caza. Observen el vocablo rabioso. Vehemente, excesivo, violento. Eso dice la Real Academia de la Lengua sobre este adjetivo que el entrenador del Córdoba CF regurgitó sobre la rueda de prensa. Pero también indica en su primera acepción lo siguiente: que padece rabia. En todo caso, la palabra nos recuerda a la naturaleza primitiva del hombre, o del perro, cuando la actividad sustancial de su existencia era la depredación.
Si no ven claro las semejanzas entre fútbol y caza (montería, más bien), avancen tres palabras hacia adelante y lean: comerse al rival. El verbo se las trae. Se las trae en este contexto, queremos decir. No hace falta que les repase qué recoge el Diccionario de la RAE sobre el verbo comer. Pero aquí, desde luego, ya no hay dudas de que el señor Berges ha pasado del territorio deportivo a otro de casquería en un santiamén. Todo, lógicamente, sin que el respetable haya alterado un músculo de la cara.
El fútbol tiene un lado bello, orquestal, sinfónico si quieren, que a veces nos recuerda los mecanismos armónicos del cosmos. De pronto, las piezas comienzan a encajar y el puzzle de la velocidad, la precisión, el ritmo y el esfuerzo se ajustan con una exactitud conmovedora. Por ahí, nos rendimos a su grandeza.
Pero también ofrece un lado zafio, áspero y cavernícola que nos deja la grada llena de testosterona barata de barrio que, mire usted, no nos hace la menor gracia. Con todo el respeto para el señor Berges.
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