Hay quien tiene que aprender a vivir con los pies demasiado grandes o la nariz exageradamente puntiaguda o unos ojos minúsculamente dibujados en su rostro. Yo hace años que acepté mi patológica propensión a espiar a la gente, a meterme en sus conversaciones, a observarla, a escuchar atenta la sabiduría de la calle. Al principio ocultaba mi defecto de la misma forma que mi vecino del tercero usa zapatos de vestir que disimulen su talla 48 de pie; o mi seño Doña Matilde usaba gafas de aumento para hacer crecer su mirada. Llegué incluso a crear un seudónimo bajo el que esconderme. Me hice llamar Mujer Cero. Con la edad, claro, he aprendido a disfrutar de esta tara que arrastro desde la infancia. En Cordópolis he salido del armario y he decidido profesionalizar mi propensión al espionaje, convirtiéndome en la Agente Lázaro, una cotilla en la city. Si nos cruzamos por la calle, disimulen, les estaré observando.
Telegrama a un cobarde
Desaparecido cobarde: STOP
Envío este telegrama para contarte que ya ha pasado un mes STOP
Por si eres incapaz de calibrar el paso el tiempo
La Policía sigue sin dar contigo STOP
Creo que ni siquiera se molestan ya en buscarte
Los periodistas ya no hablan de ti STOP
Los políticos tampoco
Todos los hicieron. Casi todos para condenar tu cobarde manera de manifestar tu “hombría”. “Casi todos”, porque hay unos que ni están ni se les espera en esos gestos.
¿Mira que si todos te olvidan? STOP
Un millón de personas vieron el video, pero hace días que ya nadie se para a escucharlo entero STOP
Te imagino fanfarroneando de tu gancho STOP
Contando a tus amigos del barrio lo fácil que te resultó romper de un puñetazo una de las sonrisas más bellas STOP
Ellos, cómplices, callan.
Tengo malas noticias STOP
No lo has conseguido. STOP
La herida empieza a cicatrizar. STOP
No hemos parado de sonreír y de amarnos STOP
Mientras a algunos os enseñan el odio, otros nos repartimos amores, lágrimas y sonrisas como nos dijo Robe que hiciéramos.
Sobre este blog
Hay quien tiene que aprender a vivir con los pies demasiado grandes o la nariz exageradamente puntiaguda o unos ojos minúsculamente dibujados en su rostro. Yo hace años que acepté mi patológica propensión a espiar a la gente, a meterme en sus conversaciones, a observarla, a escuchar atenta la sabiduría de la calle. Al principio ocultaba mi defecto de la misma forma que mi vecino del tercero usa zapatos de vestir que disimulen su talla 48 de pie; o mi seño Doña Matilde usaba gafas de aumento para hacer crecer su mirada. Llegué incluso a crear un seudónimo bajo el que esconderme. Me hice llamar Mujer Cero. Con la edad, claro, he aprendido a disfrutar de esta tara que arrastro desde la infancia. En Cordópolis he salido del armario y he decidido profesionalizar mi propensión al espionaje, convirtiéndome en la Agente Lázaro, una cotilla en la city. Si nos cruzamos por la calle, disimulen, les estaré observando.
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