Año nuevo, techo nuevo
Ha empezado el nuevo año y Fidel Castro ya se ha muerto una vez en Twitter y cinco minutos en la wikipedia.
Llevamos diez días de 2015 y tres asesinos nos han recordado ya que el ser humano puede ser, bien aliñado con consignas, marginación y una pizquita de mala leche, el depredador más cruel y demente del planeta.
Apenas ha pasado una semana desde el atragantamiento con las uvas y ya ha dimitido la dirección local de un partido político en una ciudad de provincias por desavenencias - y algo de inquina mutua- con el candidato.
Todavía no he colgado el almanaque nuevo en la cocina y mi vecina de abajo ha vuelto a dejar al novio a grito pelado, según informan fuentes solventes del portal. Las mismas que afirman que el presidente ha amenazado al portero por considerar que el consumo de bombillas se ha disparado en el último ejercicio.
Aún no había estrenado las zapatillas que Baltasar me dejó en casa el miércoles cuando se cayó el techo de mi cuarto de baño. Afortunadamente no ha habido víctimas, aunque la esponja y el cepillo de dientes continúan en estado de gravedad.
Tantas cosas han pasado en 2015 que he vuelto a olvidar hacer una lista de propósitos para el año nuevo. Me dedicaré a vivir.
Feliz año
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