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Sobre este blog

Hay quien tiene que aprender a vivir con los pies demasiado grandes o la nariz exageradamente puntiaguda o unos ojos minúsculamente dibujados en su rostro. Yo hace años que acepté mi patológica propensión a espiar a la gente, a meterme en sus conversaciones, a observarla, a escuchar atenta la sabiduría de la calle. Al principio ocultaba mi defecto de la misma forma que mi vecino del tercero usa zapatos de vestir que disimulen su talla 48 de pie; o mi seño Doña Matilde usaba gafas de aumento para hacer crecer su mirada. Llegué incluso a crear un seudónimo bajo el que esconderme. Me hice llamar Mujer Cero. 
Con la edad, claro, he aprendido a disfrutar de esta tara que arrastro desde la infancia. En Cordópolis he salido del armario y he decidido profesionalizar mi propensión al espionaje, convirtiéndome en la Agente Lázaro, una cotilla en la city. Si nos cruzamos por la calle, disimulen, les estaré observando.

Aceituneros de Jaén 3.0

Carmen y Adrián durante el concierto del sábado 21 de agosto en Cazorla

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La tarde que Carmen y Adrián cruzaron sus talentos por primera vez apenas habían terminado de echar las tetas y la barba. Fue en el Instituto de Educación Secundaria de Cazorla. Se celebraba un festival de artes y cada estudiante tenía la oportunidad de mostrar su ingenio ante el resto. Adrián llevaba colgada su guitarra y a Carmen la voz le venía de serie. Probaron … et voliá: el dúo perfecto. Bueno, el dúo no, porque la cosa acabó en banda. De hecho, en varias. Las que han ido creando y a las que han dado personalidad en los últimos siete años, la más conocida, Alice Soul. Un lustro y medio en el que han ido experimentando con la música electrónica, el soul, el folk… 

Han dejado de ser adolescentes. Adrián, dos metros de persona con título de técnico de Sonido; Carmen, metro y medio de sonrisa desbordante con diploma de diseñadora de interiores y contrato de guía turística en el Castillo de la Yedra. Con 23 años y la vida por delante, cuando los descubrí el sábado me parecieron el emblema perfecto de una juventud anónima que derrocha talento, creatividad y humildad y a la que no estoy segura de que se lo estemos poniendo fácil. Quizás sí.

El sábado, esta vez con el nombre de Cat & The Squewak Eye, actuaron como teloneros de Pachi García “Alis” en el festival de verano organizado por el Ayuntamiento de Cazorla en la Iglesia de Santa María de Gracia. Lo hicieron porque alguien les escuchó en un bar y se sorprendió y decidió darles una oportunidad. Así pasan las cosas: unas personas deciden ayudar a otras y el mundo se hace así un lugar un poquito mejor. Era la primera vez que tocaban fuera del escenario siempre seguro de los bares amigos. Un debut oficial en el que encantaron a los propios y sorprendieron a los extraños. 

No nos engañemos, en los festivales de verano una siempre acude a la llamada de la estrella de turno, aunque si el calor no ha terminado de derretir tu cerebro y llegas con la mente y las orejas abiertas igual te sorprendes. Adrián y Carmen me dejaron pasmada, más aún cuando supe que eran nuevos en eventos como ése. Se desenvolvieron con una naturalidad abrumadora, sin miedo, pero con la humildad necesaria para renunciar a los vises que los fieles le reclamaban desde el patio de butacas, evitando hacer esperar a Alis, un músico de la vecina Baeza con una trayectoria tan consolidada como para permitirse hacer lo que le dio la gana en el escenario (una genialidad, por otra parte). Un artista al que alguien también decidió dar una oportunidad. 

Adrián y Carmen tocaron lo apalabrado, una personalísima lista de versiones en acústico, mezcla de soul, folk y canciones tan reconocibles como La Llorona que hicieron temblar las piedras de Santa María. Aunque lo más aplaudido fue una curiosa actualización de los “Aceituneros de Jaén” titulada “Boina y bastón”, compuesta por su colega Josua (no recuerdo su apellido, aunque sí su cara de orgullo al oírla desde su butaca). Porque sí, porque los biznietos de los aceituneros de Jaén ahora cantan en un perfecto inglés y se llaman Josua o Adrián y hacen a ratos música acústica y a ratos electrónica y derrochan ganas de crear. A veces, como a Alis, les sale bien.

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Hay quien tiene que aprender a vivir con los pies demasiado grandes o la nariz exageradamente puntiaguda o unos ojos minúsculamente dibujados en su rostro. Yo hace años que acepté mi patológica propensión a espiar a la gente, a meterme en sus conversaciones, a observarla, a escuchar atenta la sabiduría de la calle. Al principio ocultaba mi defecto de la misma forma que mi vecino del tercero usa zapatos de vestir que disimulen su talla 48 de pie; o mi seño Doña Matilde usaba gafas de aumento para hacer crecer su mirada. Llegué incluso a crear un seudónimo bajo el que esconderme. Me hice llamar Mujer Cero. 
Con la edad, claro, he aprendido a disfrutar de esta tara que arrastro desde la infancia. En Cordópolis he salido del armario y he decidido profesionalizar mi propensión al espionaje, convirtiéndome en la Agente Lázaro, una cotilla en la city. Si nos cruzamos por la calle, disimulen, les estaré observando.

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