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Una vez en la vida...

Rakel Winchester

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Siempre me pregunté por qué, en mis más oscuros pensamientos, aparecían... mujeres.

Mujeres sin rostro, de pieles blancucinas y coños rosados...

En mi vida solo había mantenido relaciones sexuales repletas de sentimientos con hombres... pero mis ocultas perversiones estaban protagonizadas por ellas.

Aquello me desconcertaba a veces -de hecho jamás lo comenté- porque fuera de mis sueños las hembras únicamente eran amigas y semejantes...

...Cuando convives con chicas, paseas en bragas por la casa, con naturalidad... Tomas el sol desnuda y te permites de vez en cuando algún sobeteo que otro, acompañado de risas.... Y así era mi vida cuando compartía piso con ella...

Aquella mañana de Agosto, salimos a la terraza a tomar el sol y desayunar, como tantos otros días del verano... Pero esta vez Kore me observaba las tetas con detenimiento y eso me ruborizó...

-Tienes ahí una cosa... -su dedo comenzó a rascar suavemente mi pezón, intentando arrancarme “algo”...

-Es un lunar- susurré intimidada. Y aparté su mano sin saber el motivo... Estaba abrumada...

Mi pezón se erizó extrañamente con su tacto suave, y mi pecho fue apagando poco a poco el vaivén que dejó Kore con su insistente meneo...

Se hizo el silencio... Un silencio que me violentó sin poder disimular...

Llevábamos tres años viviendo juntas. Sabíamos más la una de la otra que de nosotras mismas. Nos habíamos emborrachado juntas, habíamos reído y habíamos llorado... Hablábamos de sexo sin pudor, y teníamos pareja las dos.

De repente, Kore, sin dar importancia a mi gesto cabizbajo, volvió a acercar su mano al lugar antes arrebatado...

-Es bonito ese lunar...- con el dedo índice hacía movimientos circulares alrededor de mi pezón, ayudándose del sudor, propio de mi vergüenza en su más puro estado...

Ella no miraba mis senos como los hombres.... lo hacía como yo misma frente al espejo. Como solo una mujer observa algo que conoce bien...

Nunca me había fijado en sus pies, blanquitos y suaves... Sus dedos regorditos que tantas veces -pintauñas rosa en mano- ayudé a embellecer. Pies de adolescente, a pesar de su edad... Me costaba reconocerlo. Estaba tremendamente excitada.

Y mi cara, empotrada en el suelo por el rubor, no tenía otra cosa ahora a la vista. Era un primer plano.

Kore me presionó cuidadosamente los hombros y me tumbó en aquel duro suelo... y yo... esperé, y... me dejé hacer.

El sol me nublaba la vista y, aunque me desenvuelvo mejor en la penumbra, bastó que su lengua rozara aquel lunar, para olvidar mis prejuicios y... suspirar.

Cuando un hombre te come los pezones, lo hace con ansia y a veces es molesto... pero una mujer sabe la diferencia entre comer y LAMER... De fuera hacia dentro... sin olvidar ni un rincón... Lengua suave de mujer... que me trajo a la memoria esos coños de mis fantasías...

Kore disfrutaba solo con verme, y yo moría viendo su cara, descubriendo facciones en las que apenas me había fijado.

Como sus labios.

Cuando Kore sonreía de puro gozo, mirándome a los ojos, sus labios crecían... Era un premio y deseé probarlo.

La agarré con fuerza de la cabeza y presioné su boca contra mis labios... Y lamí... de arriba abajo, de izquierda a derecha... Las bocas de mujer saben a fresco... a color rosa.

Nos lamimos largo rato suavemente entre jadeos y risas... Es curioso, los hombres siempre van a las zonas cercanas a su parte preferida, y con ella descubrí que, mientras más lejos de mi chichi eran las caricias, más malita me iba poniendo...

Estaba claro, no era su primera vez. Pero sí la mía y quería investigar...

Con cuidado me fui incorporando, dando la vuelta a la postura. Necesitaba a Kore tumbada y probar qué se sentía viendo de cerca un coño distinto al mío... Abrí sus labios y me deleité con el arte puro de la observación... Era como en mis sueños... rosa y bonito...

Acerqué mis labios y calenté con mi aliento aquel deseo... Kore apretaba y relajaba, apretaba y relajaba... y pude ver en su vagina como el músculo contraído expulsaba gotitas de líquido transparente... que lamí con gusto y me supo a... Kore...

Me vino el recuerdo fugaz de aquella tarde en la guardería, cuando un niño y yo nos “chupamos” la lengua para ver a que sabía... Lengua de niño que no sabe a nada... pero está caliente.

Tengo tan estudiada esa zona de mi cuerpo, a base de espejo y dedo, que no tuve miedo de hacerlo mal... Solo una mujer sabe qué zonas rozar, cuáles succionar, dónde apretar...

Con mi lengua rodeé su clítoris con ternura, en esa zona circundante donde la sola presión del hueso con la piel puede hacerte llegar al éxtasis sin avisar... Kore no gemía, Kore chillaba... y movía el vientre arriba y abajo... Las piernas tensas....culminando en sus piececitos que abrían y cerraban esos dedos de uñas rosas... Besé su coño como solo se besan dos quinceañeros que saben que “de ahí no van a pasar”.

Pero yo quería indagar más... Mientras mi dedo continuaba su ruta circular y suave en aquel monte ahora gordito y gustoso... hice un gesto con la otra mano y ella levantó su pelvis. El lenguaje no verbal de cama tan bien comprendido cuando se está excitada y atenta.

Kore separó sus piernas infinitas al máximo y pude ver su vagina abierta... Me estaba pidiendo a gritos que la penetrara...

Su clítoris pasó del rosa al rojo oscuro y mi lengua entró deslizándose en esa zona rugosa y rica una y otra vez... Con tanta fuerza que mi boca se quedaba abierta formando un todo con sus labios calientes.... pero sin dolor alguno... Me sentí “animal” en el más estricto sentido de la palabra. Me sentí una loba lamiendo una herida hasta desgastarla...

Y esta vez el placer que tuve fue tan intenso... que comencé a convulsionarme y a masturbarme con violencia... Y a gritar, a gritar... Y a gritar.

Tres minutos. Tres minutos duró esta locura final... los tres minutos más intensos de mi vida y el orgasmo más tremendo y más escandaloso que he protagonizado.

Y en mis noches de deseo, como hoy... cuando siento que no tengo calor para calentar tanta cama... me rozo el pezón y recuerdo a KORE...

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