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Paco Lobatón: “Una revolución debería rescatar los valores del periodismo”

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Marta Jiménez

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Paco Lobatón (Jerez, 1951) ha conquistado la cima más alta de cualquier profesión: trabajar en lo que cree. En su caso, producir para televisión contenidos de los que puede estar orgulloso y que le permiten llegar a casa cada noche con dignidad y con una sonrisa. Algo que lo ha convertido en un hombre tranquilo. La productora que le ha hecho volver a empezar de cero es REDacción7, que le ha permitido volver a recuperar su formato estrella, el espacio '¿Quién sabe dónde?', ahora como microespacio en las mañanas de la 1 de TVE.

Un programa que se emitió de 1992 a 1998 en la cadena pública y para el que Lobatón, que entonces trabajaba en la radio, recibió el encargo de ser su conductor logrando una enorme repercusión. Fue uno de los primeros programas de nuestra televisión en durar tanto tiempo: seis años completos. Y buen día, nadie sabe muy bien cómo ni por qué, desapareció de la parrilla al igual que tantos de sus protagonistas. Llegaron a tener 10.000 peticiones de búsqueda y se atendieron más de 1.500 en antena.

Su compromiso con la causa de los desaparecidos ha llevado al periodista a promover la multiplataforma colaborativa QSD Global, en donde se hace frente a las denuncias por desaparición que se producen diariamente en España hasta alcanzar una cifra anual de 14.000 personas. Una red solidaria que hace que al periodista le brillen los ojos mientras conversa con este periódico en un patio cordobés. Su enraizado, y sufrido, compromiso personal es la corriente que fluye en todo lo que toca. En todo lo que dice.

P. Su nombre es la bandera de las personas desaparecidas en España. Lo suyo es periodismo especializado…

R. No lo he vivido como una especialización porque ese es un proceso deliberado para el que uno se prepara y se va documentando. Ha sido más bien un encuentro. Quizás en el origen, si pienso en por qué yo pensé en ser periodista, pues seguramente encuentre el ADN de que para mí periodismo es sinónimo de hacer algo que sirviera para la sociedad. De hecho, en mi etapa de estudiante fui un militante muy activo en la lucha por la democracia. Fui detenido, fui encarcelado y tuve que exiliarme. Y para mí el periodismo que empecé a ejercer un tiempo después no era ajeno a todo eso, a todo por lo que había luchado. Era un compromiso con la sociedad, una manera de hacer algo que sirviera socialmente, que fuese útil. Ésa es una mirada retrospectiva, pero en la práctica lo que ocurrió fue un encuentro absolutamente sobrevenido. Cuando me encontraba haciendo periodismo generalista, de información política, quizás un poco en la élite que supone trabajar en los grandes medios nacionales com0 TVE o RNE y que un día alguien te toque en el hombro y te diga: tienes que presentar este programa llamado Quién sabe dónde. Yo no contaba con eso. Enseguida se produjo el encuentro con la razón de ser del programa y a partir de ahí sí se produce no una especialización sino una inmersión total.

P. Le imagino luchando por la democracia como un hombre tranquilo, esa imagen que usted proyecta.

R. Bueno, en aquella época, el tiempo de la dictadura, estábamos todos bastante intranquilos y correr delante de los grises, cuando no se andaban con bromas y disparaban de verdad, porque yo recuerdo manifestaciones por la calle Princesa (Madrid) o el barrio de Argüelles donde las detonaciones no eran de fogueo sino eran fuego real, de hecho, algunas de las muertes de estudiantes que se produjeron antes y después de que yo anduviera en las manifestaciones, como la de Yolanda González, fueron fruto de eso. También cuando me detienen me doy cuenta de la dureza de la represión en propia piel, y nunca mejor dicho, y entonces no sé si era un hombre tranquilo pero sí era un hombre convencido. Lo que hice en esa etapa estudiantil no fue fruto de un impulso no meditado sino de una actitud consecuente. Ir a una manifestación en los 70 suponía el riesgo de que te diera una bala perdida o de que te detuvieran y, sin embargo, ibas, y por tanto, era una actitud de firmeza de voluntad animada por una convicción firme.

Para mí periodismo es sinónimo de hacer algo que sirviera para la sociedad.

P. ¿Dónde tuvo que exiliarse?

R. Me pude haber exiliado a cualquier ciudad, al destino prioritario de los exiliados que era París, pero aquello me parecía demasiado literario aunque me fascinara París como horizonte. Me informé bien y supe que en Ginebra (Suiza) había una colonia española muy importante, de más de 20.000 ciudadanos, una buena parte de ellos andaluces, y una colonia que ha seguido existiendo porque quedó estabilizada en el tiempo. Ése fue el motivo de mi decisión. Yo no concebía el exilio como una retirada sino como otro escenario para seguir haciendo  cosas por que tuviéramos aquí democracia.

P. ¿Cuánto tiempo duró?

R. Justo hasta que murió Franco. Salí en el 73 y Franco murió en noviembre del 75. Volví a principios del 76 con el primero de los indultos firmados por el ya rey Juan Carlos I. Siempre tuve claro que era un tránsito, una etapa pasajera.

P. Da mucha pena ver cómo se intenta imponer la desmemoria en los más jóvenes y cómo ciertos sectores de la sociedad intentan pasar página olvidando la Guerra Civil y la dictadura franquista.

R. Sí, yo creo que tenemos generacionalmente una responsabilidad enorme. No sé si por momentos ha sido el pudor. En mi caso, en el plano familiar, rara vez ha surgido una conversación sobre qué pasó y por qué pasó. Únicamente a raíz de una noticia sobre Billy el Niño hace un año y medio fui reclamado por los medios, sobre todo por El Intermedio, para dar mi testimonio. Y a partir de ahí volví a hablar de ese tema.

En mi etapa de estudiante fui un militante muy activo en la lucha por la democracia. Fui detenido, fui encarcelado y tuve que exiliarme

P. Él fue su torturador.

R. Sí. Fue la persona que me detuvo  y que me sometió a un trato no muy cariñoso (risas), incluidas porras sobre mi pecho y pistola sobre mi sien. Cosas que eran típicas del quehacer cotidiano de la Brigada Político Social franquista, la famosa BPS. Pero bueno, aparte de mi peripecia personal,  cuando miro retrospectivamente veo que no hemos hecho el ejercicio de la cadena de memoria. Cuando no se produce esta cadena de memoria se producen vacíos, como si hubiéramos llegado aquí no se sabe cómo. Eso es un déficit y puede llevar a  espejismos. Por ejemplo, al de decir que el 78, no sé cómo es la expresión que utilizaron algunos de los dirigentes de los partidos emergentes exactamente, pero algo así como que es un capítulo pasado. Yo creo que eso es un espejismo fruto de ese vacío, de esa ruptura de la cadena de memoria que es fundamental para tener más raíces como sociedad y por tanto más firmeza y que el árbol de la democracia sea más recio.

P. Lo que vienen diciendo algunos de estos partidos emergentes en que la verdadera Transición se hará ahora porque ya no estará tan apegada a los deseos del dictador.

R. No, yo creo que la Transición no se hizo de golpe. Lo que hizo fue superar el pánico de que dar un paso adelante supondría un golpe de estado. Se superó ese pánico. Vamos a llevarnos bien parece que fue el lema por el que se dejaron de lado ciertas consideraciones de la historia recién pasada, que era durísima y con mucho que resolver. De hecho, ahí están las cunetas reclamando que se resuelvan tantas muertes sin justificación alguna, tanta represión que ya solo formaba parte del rencor y de la venganza, que ni siquiera formaba parte de la contienda. Una contienda civil es odiosa, pero es mucho más denigrante que después el vencedor se cebe con el vencido y destruya completamente el bosque de la convivencia. Y por eso ha tardo tanto en germinar la semilla de la tolerancia, de la convivencia, del entendimiento, del respeto de los unos por los otros.

Aparte de mi peripecia personal,  cuando miro retrospectivamente veo que no hemos hecho el ejercicio de la cadena de memoria.

P. ¿Todo eso ha convertido a España en un país insensible? Pienso en los desaparecidos, en los muchos nietos que buscan a sus abuelos o en el poeta más universal del siglo XX , que aún no se ha encontrado...

R. No, no creo que lo seamos. Todo lo que yo he hecho, y más en la radio que en la televisión, me viene a confirmar que somos un país de gente sensible, dotada de una generosidad que sorprende habida cuenta del historial que tenemos de castigos a la buena fe y a la buena voluntad. Sin embargo, no ha generado insensibilidad ni ha dejado un virus de venganza. Tú hablas por ejemplo con Francisca Adame, una mujer maravillosa de aquí de Córdoba (que fue jornalera y es militante activa para la recuperación de la Memoria Histórica) y no tiene un ápice de rencor en su memoria, en su recuerdo, en su reivindicación del derecho a convivir y a vivir en democracia.

P. ¿De verdad que no cree que sigan existiendo las dos Españas?

R. Yo creo que no. Si acaso existe un sector minoritario empeñado en que las cosas no cambiaran en ese sentido. La mayor parte de la sociedad española está muy lejos de la actitud de pertenecer a una u otra España. Hemos entrado en una casa común donde hay algunos vecinos recalcitrantes, absolutamente insoportables, pero que no invalidan el edificio.

La Transición no se hizo de golpe. Lo que hizo fue superar el pánico de que dar un paso adelante supondría un golpe de estado

P. ¿Vio La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014), que muestra la reinserción en la sociedad democrática de uno de aquellos torturadores?

R. Sí, sí, la he visto. Eso es cierto, pero no han gangrenado porque si no no estaríamos donde estamos. Yo viví el 23F y estuvimos a punto de ir en pendiente hacia atrás. Pero superado ese momento ha sido un caminar lento. Yo creo que se ha tardado mucho en poner los resortes de corrección de las estructuras democráticas, de autofiscalización. En el terreno de la información se ha hecho una equivalencia interesada y falsa entre  el concepto de control y el concepto de censura. Como si la libertad fuera que todo vale de cualquier manera y no es verdad: tiene que responder a unas pautas y a unas reglas del juego pactadas por todos.

P. El nivel de  calidad democrática de un país puede verse, oírse y leerse en sus medios de comunicación. ¿Qué democracia dibujan los medios españoles en la actualidad?

R. Fíjate, hasta  ahora he podido dar la sensación de un optimismo desbordante e inveterado. Soy menos optimista en el análisis y la capacidad de regeneración del conjunto de los medios de comunicación. Creo que no se corresponde la sociedad que yo creo que somos con los medios que deberían supuestamente representarnos. Los medios están mediatizados por intereses particulares no representativos. Ni siquiera sumando las diferentes cabeceras y operadoras audiovisuales. Creo que hay honrosas excepciones, pero que en eso nos falta lo que está ocurriendo en la vida política. Que hubiera un aguijón muy fuerte que obligara a un replanteamiento y a una recuperación de los valores esenciales. Qué es la información, a quién sirve, para qué sirve, cuáles son las pautas, qué es la independencia y cómo sin independencia la información es otra cosa, qué ha pasado para que haya una confusión absoluta entre la actividad periodística y la actividad comucacional de los gabinetes, cuando son dos actividades radicalmente distintas, una para garantizar la independencia y aportar una información veraz y otra para fabricar la imagen del ente, la empresa o la sociedad a la que pertenece ese gabinete. Sin embargo, hay una confusión incluso para los estudiantes de comunicación que creen que es lo mismo ir a un gabinete de comunicación que ir a un medio de comunicación. Esa confusión no es buena. Debería haber una revolución que rescatase los valores genuinos del periodismo como una actividad indisociable del funcionamiento democrático. Alguna respuesta que ha habido a los despidos masivos en medios y al cierre de otros tantos ha sido “sin periodismo no hay democracia”. Yo reivindico eso y lo dije apadrinando una graduación en la universidad Carlos III, fue el leitmotiv de mi discurso. Pero hablo del periodismo bien entendido, independiente y vigilante del poder.

Los medios están mediatizados por intereses particulares no representativos

P. Y la esperanza de ese periodismo del que habla, ¿puede estar en los nuevos medios independientes que nacen al calor de la red, desvinculados de los grandes grupos de comunicación?

R. Yo creo que sí. En ese periodismo hay un poco de cultura de David frente a Goliat y lo creo de verdad. La evolución de los Goliat es más improbable, tienen mucho que perder. Creo que está habiendo esa evidencia de que se está haciendo otra información y que otra información es posible. Lo que me parece importante es que  sea una actividad profesionalizada, periodística, que no se confunda el trabajo de esos medios online con la actividad que cualquier ciudadano como internauta puede hacer desde sus redes sociales.

P. Vayamos a su tema. ¿Siguen desapareciendo tantas personas como hace 20 años?

R. Sí, si acaso más, no menos. Recientemente, y fue lo que dio el espaldarazo para poner en marcha la fundación, fue que el Senado constituyó una comisión especial que trabajó durante seis meses. Comparecieron 20 personas y tuve el honor de ser una de ellas. Entre los comparecientes estuvieron los más altos cargos del Ministerio del Interior y por primera vez se hicieron oficiales los datos que confirman que cada año en España se presentan entre 14.000 y 20.000 denuncias por desaparición de personas. Si ampliamos el foco a Europa, con datos de la Comisión Europea, cada año desaparecen en los 28  países de la UE  250.000 niños. Repito: por año. Hay una desaparición cada dos minutos y medio de un menor. Eso ha llegado a la toma de decisiones tan importantes como la implantación del teléfono único europeo para la desaparición de menores, que es el 11 60 00, que llegó a España en 2010 y del que se encarga la Fundación Anar.  No hay algo parecido en relación con las personas mayores, que es donde está empezando a trabajar nuestra fundación seriamente. Porque un segmento muy importante de las desapariciones tiene que ver con las personas mayores afectadas por enfermedades mentales y de memoria y que se pueden desorientar, a veces, en un trayecto cotidiano. Recientemente en Córdoba, un hombre, Ignacio, de apellidos vascos pero residente en Córdoba, se perdió y apareció fallecido apenas 2 kilómetros más allá. No llevaba ningún instrumento de geolocalización ni tampoco se realizó un rastreo con la metodología adecuada. Se siguen produciendo todas esas denuncias. La mayoría afortunadamente se resuelven, el 90% o más, pero ese remanente de 500-900 casos se quedan sin resolver. Hay que imaginar lo que eso supone de sufrimiento para las personas.

Cada año en España se presentan entre 14.000 y 20.000 denuncias por desaparición de personas

P. ¿Es el peor dolor, verdad, el no saber?

R. Sí. Es importante subrayarlo. Cuando hay un fallecimiento, cuando alguien pierde a un ser querido por el motivo que sea, muerte por enfermedad, que se puede ir asimilando, o por accidente, que es más  traumático, no deja de ser un punto y aparte. Se cierra un capítulo, se hace el duelo. Cuando hay una desaparición yo le llamo la muerte tacaña porque es una muerte sin derecho a duelo y es, además, una no muerte. Se hace realidad un principio que es que mientras no hay evidencia de muerte hay esperanza de vida. La vida queda en suspenso y el equilibrio, como dice una persona del patronato, Carmen Gómez Alarcón, que tiene un hermano desaparecido, Antonio, se basa en una manera de vivir muy complicada que es intentar seguir viviendo y seguir buscando. Es imposible dejar de buscar para estas familias ni resignarse. No  conozco, de ninguno de los casos que he tratado, que han sido unos miles, ninguna familia que haya dicho: ya no buscamos más. Mientras no hay una noticia final, la búsqueda continua.

P. ¿Cómo ayudan las nuevas tecnologías, y en particular las redes sociales, a esta causa?

R. Muchísimo y, además, a través de la fundación pretendemos que sea mayor la eficacia. Creo que todos somos aprendices en las nuevas tecnologías, aunque algunos ya tienen acumulada mucha experiencia. Todos somos aprendices en el uso social y en el mejor uso de las redes sociales. Eso es en lo que nos estamos aplicando ahora. Arrancamos el 9 de marzo simbólicamente porque es el día de las personas desaparecidas, por decisión del Congreso de los Diputados en 2010. Arrancamos con una primera web que quiere evolucionar a ser una plataforma muy operativa y realmente útil. En el estado aun modesto de esa plataforma hemos comenzado a tener resultados positivos. Sobre todo, porque lo estamos combinando con la pequeña pero valiosísima ventana de televisión. Creo que esa combinación puede y debe funcionar.

Cuando hay una desaparición yo le llamo la muerte tacaña porque es una muerte sin derecho a duelo y es, además, una no muerte

P. ¿Por eso ha vuelto la marca QSD a televisión, para alimentar esa plataforma?

R. Sí, de hecho me dirigí a los responsables de TVE (en Las Mañanas de la 1) con el dossier de la fundación bajo el brazo y fue el argumento de peso por el que se abrió la ventana en el programa de las mañanas. No fue vuelve Paco Lobatón, sino se abre una ventana para responder a una realidad social. La cobertura que da la plataforma es de continuidad. Ése es uno de los motivos por el que yo y muchas personas nos hemos implicado en la fundación, para que haya continuidad en el seguimiento de los casos, en las búsquedas y en el apoyo a las familias que sufren estas circunstancias.

P. Por eso mismo es difícil comprender por qué desapareció de la parrilla televisiva QSD en 1998.

R. Yo tampoco lo entiendo aún.

P. Pero tendrá más datos que los demás sobre el motivo del cierre.

R. No. Increíblemente, pero no. Me hubiera gustado continuar y hubiese sido lo lógico como ocurre en otros países como Italia, que por cierto tiene el referente. QSD nace como adaptación española del Chi l'ha visto, un programa de RAI3, la tercera cadena de la televisión pública italiana, que lleva 25 ó 26 años en antena, es anterior a QSD, y nunca ha dejado de emitir. La evolución que vivimos no ha hecho aminorar, sino que ha incrementado los casos porque la casuística, los casos por los que se producen desapariciones, se han incrementado. La crisis que vivimos los últimos años lleva a que existan más dificultades para encontrar soluciones a los conflictos de convivencia y de comunicación que existen en los núcleos sociales. Ahí está la base: menores que son víctima de redes criminales, algunas de ellas actuando a través de internet, como determinadas redes de pederastia, el tema de las fugas de adolescentes de centros de menores, que expresan el conflicto generacional agudizado en el momento actual, los secuestros parentales, fruto de separaciones o divorcios contenciosos en los que no ha habido espacio para la mediación, con el agravante añadido de parejas que pertenecen a diferentes países que implica la sustracción del menor a miles de kilómetros de su residencia...

P. El caso de los bebés robados, aún no resuelto en tantos casos.

R. En relación con los bebés robados pasa como con el Holocausto, salvando las distancias de envergadura. Hay un sector negacionista, pero ese negacionismo no tiene razón de ser porque incluso el gobierno ya hace tiempo que reconoció la importancia objetiva de este hecho y la necesidad de dar respuesta. El Ministerio de Sanidad puso en marcha distintos servicios de atención a este gran colectivo de familias que están afectadas por esos procedimientos, que en la mayoría de los casos fueron tráfico de bebés. Estoy teniendo la experiencia de ver, a través de esa ventana televisiva que los jueves dedicamos específicamente a bebés robados, a familias que dan el paso de decir: a mí también me ocurrió. Son historias que han permanecido silenciadas porque sus víctimas lo fueron doblemente, porque se abusó de su incapacidad para responder y por su falta de conocimiento, de ignorar sus propios derechos. Sí, es una gran asignatura pendiente.

En relación con los bebés robados pasa como con el holocausto, salvando las distancias de envergadura. Hay un sector negacionista

P. ¿Qué respuesta da la administración a los familiares de los desaparecidos, si es que responde?

R. Vamos a ver, no hay una ventanilla ni un teléfono al que llamar, excepto el del menor desparecido. No hay nada especializado. La administración tiene distintos departamentos en los que la cuestión de los desaparecidos es objeto de tratamiento pero donde en ningún caso es especializado. Si entras en las páginas de Policía Nacional o Guardia Civil, para llegar al epígrafe de personas desaparecidas tienes que hacer una auténtica expedición imposible para cualquier ciudadano de formación media. Pero es que no hay un lugar donde llamar, solo ahora el teléfono europeo para el menor desaparecido desde 2010 y porque la UE lo mandató. También está en las previsiones del Ministerio del Interior la activación de la alerta “menor desaparecido” para las desapariciones alarmantes de menores que aún no se ha puesto en práctica. En Francia, Portugal y otros países de la Unión se ha puesto en marcha con resultados tremendamente positivos. Es decir, realmente estamos lejos y damos el paso adelante con la fundación porque no sabemos cuánto tardará la administración en crear un espacio de referencia en Igualdad o Interior, o en medio de ambos. La fundación no va a trabajar al margen de la Administración sino que va a reclamarle todos los servicios necesarios. Estamos preparando un convenio cuatripartito donde están el Ministerio del Interior, el de Sanidad, el del Justicia y el de Industria. Está en marcha junto a otras entidades como Cruz Roja, la UNED, la confederación de colegios de psicólogos, RTVE... pero con la Administración es todo más complejo. La única excepción está en la administración catalana. Los Mossos d'esquadra tienen una oficina de atención a las familias de personas desaparecidas fruto del trabajo de inter-SOS, Seguramente la asociación de familiares que más ha batallado y que más logros ha conseguido. La fundación trabaja con las asociaciones de familares y, de hecho, nuestra carta fundacional dice que venimos a confluir y no a competir.

P. ¿Para qué sirve el periodismo de sucesos?

R. Yo creo que tiene que servir para entender por qué existe la criminalidad y por qué se manifiesta como se manifiesta. De modo que me parece una herramienta absolutamente necesaria. Si no conocemos por qué pasan las cosas, difícilmente seremos capaces de transmitir a nuestros conciudadanos herramientas que nos protejan. La información no consiste en contar lo evidente, sino en tratar la realidad subyacente. Cuando los hechos son tremendamente traumáticos, existe el riesgo de quedarse solo en la superficie, en el impacto emocional del momento. Y esto ocurre muy a menudo, sobre todo en el tratamiento audiovisual de los hechos criminales. Es fundamental que la criminología y la información especializada en sucesos vayan juntos.

P. Hay grandes periodistas del género en España que son tragados por el espectáculo negro que supone el tratamiento de los sucesos en algunos medios.

R. Creo que estamos viviendo un momento, del que antes hemos hablado, de auténtica crisis no abordada en los medios de comunicación. Una crisis que sufrimos en España y una de sus consecuencias es la práctica desaparición del género de sucesos. Ahora han entrado en el entretenimiento. Los sucesos ya forman parte de esos contenedores y no poseen minutos elaborados y cuidados, sino horas y horas de lo que vaya surgiendo en torno a un hecho. A veces, un testimonio cogido al paso sin verificar es información que ha alterado radicalmente el curso de una investigación o que acaban generando egos monstruosos bajo los que algunos criminales viven a la sombra de la justicia.

La información no consiste en contar lo evidente, sino en tratar la realidad subyacente

P. Hablando de monstruos, será difícil olvidar a José Bretón. El poeta cordobés Pablo García Casado le ha dedicado un poema en su último libro, titulado Saturno. ¿Cómo soportar que existan Saturnos que devoren a sus hijos?

R. Ese poema  seguro que será la mejor explicación. Yo no lo conozco, pero pienso buscarlo con mucha intención porque yo también me he hecho esa pregunta al igual que cualquier persona de bien. ¿Qué padre que lo haya sido con vocación de serlo puede entenderlo? Es imposible. Es un atentado contra el principio mismo de la vida y de tu implicación como ser humano al procrear y después quitar de en medio a tus criaturas en un ejercicio presuntamente de venganza. Es una expresión monstruosa de violencia de género.

P. En su faceta de productor televisivo, ¿produce los programas que desea ver?

R. Te respondo radicalmente. He sido 20 años productor y me fui porque me di cuenta que para ser coherente y garante con el contenido, tienes que estar en el  proceso de producción de principio a fin. Eso me hizo productor. Hace 6 ó 7 años, esta crisis que afectó a tantas pymes me afectó de lleno e hice una retirada prácticamente total. Ahora lo que he hecho es emerger como una pequeña productora [REDaccion7], casi volviendo a empezar de cero y con una condición fundamental con mis interlocutores: no depender de los bancos.  Siempre que encontremos otros sistemas de financiación yo produciré y me someteré al escrutinio de la audiencia. Solo produzco aquello en lo que creo.

(Caso Bretón) Es una expresión monstruosa de violencia de género

P. ¿Y eso es posible en televisión?

R. Yo soy capaz de presentar una hoja de servicio públicamente con datos de audiencia que hace justificable la inversión que han hecho los que han confiado en mí como productor.

P. Hábleme de alguien que le haya dejado huella a lo largo de su carrera profesional.

R. Alguien que está aún muy presente humana y profesionalmente como Iñaki Gabilondo, sin duda. Porque en el identifico algunos de los valores que antes he comentado. El ser rabiosamente independiente y serlo a lo largo del tiempo de una manera sostenida. Alguien que ha sabido dar muestras de una lealtad muy grande a las empresas para las que ha trabajado y, sin embargo, también para la sociedad. Para mí sigue siendo el referente más claro de lo que debe ser un periodista.

Solo produzco aquello en lo que creo

P. ¿Y de los familiares y víctimas?

R. Tengo muchos que son referentes muy importantes. Por ejemplo, los padres de Hodei Egiluz, un chico vasco  de Galdakano que desapareció en Amberes en octubre de 2013,  que no han pasado por televisión, los he conocido en jornadas y conferencias. Me parecieron en ejemplo impresionante. O los padres de Cristina Bergua, desaparecida en el 96 y que siguen buscando. O Carmen Gómez Alarcón, una joven madre de familia que sigue buscando y batallando activamente como miembro del patronato de la fundación mientras busca a su hermano Juan Antonio, desparecido en la sierra de Mijas. Lo que me parece impresionante de todas estas personas, y podría seguir citando nombres, es la capacidad de supervivencia. De hecho, hay una psicóloga, Flor Bellver, que es la presidenta de Inter-SOS, que siempre los ha definido como supervivientes y no como víctimas. Son supervivientes, combatientes que luchan por recuperar una vida que se les ha escapado sin saber cómo ni por qué.

P. Ha conocido a lo largo de su vida a personas llenas de luz mientras se adentraba en lo más oscuro del ser humano. ¿Qué ha aprendido de la condición humana?

R. Creo que he tenido la suerte de estar más cerca de esas personas con luz, de los que a partir del sufrimiento se sobreponen al propio dolor y se ponen a trabajar por familias que están pasando por lo mismo. Hago un paréntesis para recordar el caso de Paqui Miranda, una chica muy joven a quien habían hospitalizado en el Puerta de Hierro de Madrid para un trasplante de corazón. Hice un reportaje para colaborar en la idea de la donación. Cuando finalizamos el reportaje, nos llamaron para decirnos que Paqui había muerto y acudimos al hospital y estaban allí los padres. Yo no tenía ni fuerza ni ánimo para hablar con ellos pero mi compañero de realización me dijo: ¿Cómo que no, Paco? Hay que hablar con ellos. Y dimos el paso. Siempre recordaré a esos padres porque son el símbolo de esta generosidad. Y dijeron: claro que sí que queremos hablar para que otras criaturitas (eran de mi pueblo, de Jerez, de La Barca de la Florida) no tengan que pasar por lo que nosotros hemos pasado y les pueda llegar un corazón a tiempo. Para mí, los padres de Paqui Miranda simbolizan esta generosidad y yo he tenido la suerte de relacionarme mucho más con ellos que con las personas protagonistas del crimen. Ha sido muy excepcional.

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