Ruta por la Judería II: De Almanzor a Abades por un pañuelo
La Judería cordobesa no tenía exactamente los mismos límites espaciales que hoy recorren los paseantes, pero sí que ha conservado espléndidamente muchas de sus huellas sefardíes a pesar del exceso de tenderetes, carteles y veladores que le restan autenticidad. Aún así, unas pequeñas placas de bronce en el suelo de sus callejuelas indican que nos encontramos en uno de estos barrios. Es el signo de la Red de Juderías Española.
La calle Rey Heredia marcaba la frontera del barrio por el este, lindando con la
muralla por el oeste. Coinciden estos límites, por tanto, a grandes trazos con las calles Judíos, Albucasis, Manríquez, Averroes, Judería, Almanzor, Tomás Conde, Deanes, Romero y las plazas del Cardenal Salazar, Judá Leví y Maimónides.
Perderse sin rumbo por este laberinto empedrado es una forma de suspender el tiempo. A continuación se propone una segunda ruta a modo de brújula para recorrerla.
Calle Almanzor
La calle Almanzor une la Puerta de Almodóvar con la plaza del Cardenal Salazar y debe su nombre a Almanzor, que fuera visir del Califato de Córdoba. Blanca y empedrada, su urbanismo se estrecha al llegar al costado de la Facultad de Filosofía y Letras donde la calle hace un recodo hasta desembocar en la calle Romero.
Según la tradición cordobesa recogida por el historiador Sánchez de Feria en el siglo XVIII, la residencia del caudillo del que toma el nombre la calle coincidiría con unas casas y edificios situados en la parte oriental de lo que hoy es la facultad de Filosofía y Letras, antes hospital del Cardenal Salazar.
Contaba el autor que la residencia, de la que quedaban restos de fortaleza en su época, era muy extensa y llegaba a la inmediaciones de la Puerta de Almodóvar. Añadía que este palacio disponía de su propia mezquita, aunque la casa contaba con dos grandes túneles que se dirigían a la Mezquita y a los Alcázares, respectivamente, algo de lo que no existe ninguna evidencia arqueológica.
Las casas del Rey Almanzor eran conocidas a principio del siglo XV como las casas de Juan Ponce de Cabrera y por esa fecha fueron adquiridas por la noble Leonor López de Córdoba, considerada la primera autora de memorias en España. Desde entonces formaron parte de un importante mayorazgo en el que sucedieron los Hinestrosa y los Guzmanes.
Plaza del Cardenal Salazar
Esta pequeña y barroca plaza se abre al paseante desde estrechas callejuelas y se encuentra flanqueada por el antiguo Hospital del Cardenal Salazar, hoy Facultad de Filosofía y Letras, y por la Iglesia Conventual de San Pedro de Alcántara.
El Convento de San Pedro de Alcántara fue inaugurado a finales del siglo XVII por el propio Cardenal Salazar. La iglesia es una obra representativa del “barroco de placas” cordobés, estilo que se desarrolló en nuestra ciudad durante la primera mitad del siglo XVIII, y que se caracteriza por el empleo de elementos decorativos de carácter geométrico, sobre todo en el exterior.
Frente al convento, uno de los ejemplos más interesantes de la arquitectura civil cordobesa del siglo XVIII, el Hospital del Cardenal Salazar. Un hospital que, curiosamente, nació con el propósito de albergar un colegio destinado a acólitos y niños del coro de la Catedral.
Las obras iban muy aceleradas en 1704 cuando una terrible epidemia de peste azotó la ciudad, que unida a los pocos recursos sanitarios con los que ésta contaba, obligó a replantear la naturaleza del edificio. Es entonces cuando el propio cardenal decide adecuar el edificio a hospital, y he aquí el motivo por el que el edificio no se adapta al modelo tradicional de las construcciones hospitalarias. Fue inaugurado el 11 de Noviembre de 1724.
El interior del edificio se articula en torno a dos patios y una escalera, a partir de los cuales se desarrollan el resto de las dependencias. La escalera, realizada en mármol, consta de dos tramos separados por un descansillo, lugar donde se encuentra el “Retrato del Cardenal”, obra del pintor Ignacio de Cobos Guzmán.
Su patio principal hoy se llena de alumnos que repasan sus apuntes al sol sentados en sus bancos de azulejo. Se trata de un espacio barroco aunque austero, donde el ladrillo se colorea con el verdor de la vegetación y la altura de sus palmeras.
Calles Judería y Cardenal Herrero
Callejeando hasta la Mezquita, por la calle Romero, Deanes, llegamos a Judería, donde se avista el costado norte de la Mezquita y la torre de la catedral. En épocas más antiguas esta zona, aunque turística, gozaba de una actividad comercial local y plural. Un ejemplo es el Puesto de jeringos de Juana o el Bar Mezquita y sus famosos boquerones en vinagre.
En Cardenal Herrero está la Virgen de los Faroles, un altar situado en el exterior del muro norte del Patio de los Naranjos con una virgen Asunción rodeada de 11 faroles protegidos por la reja exterior. En la misma calle, la Fuente del Caño Gordo se encuentra adosada al recinto amurallado de la Mezquita Catedral. Este caudal era ya conocido en el siglo X. Su forma actual es barroca del siglo XVIII y tiene una pila enterrada de una sola pieza de mármol azul y caño de latón de gran diámetro.
Por último, el arca del agua es un aljibe del siglo XVIII que se encuentra adosado en un casetón en el muro norte de la Mezquita Catedral El casetón sirve para proteger, dar altura o peso al agua y ventilar el arca principal del Cabildo que distribuye a las demás fuentes y casas en el entorno.
Calleja del Pañuelo
Pasando el famoso Santos de de la tortilla y enfilando la calle Martínez Rücker salimos del mundanal ruido de los accesos a la Mezquita en busca de sosiego, y enseguida aparece la plazuela de la Concha y la calleja de Pedro Jiménez que todos conocemos como del Pañuelo. Un rincón blanco e intimista que desemboca en una minúscula plaza de fuente susurrante y aromático naranjo.
La anchura de esta calle de estilo morisco no es más que la de un pañuelo de señora. La plaza final de reducidas dimensiones es considerada por algunos como la más pequeña del mundo. El suave murmullo del agua y el olor del azahar envuelven al visitante en este íntimo espacio.
Plaza de Abades
La plaza Abades o de los Abades se encuentra al final de la calle Martínez Rücker y llegan a ella Alfayatas por un flanco y Portería de Santa Clara y Zapatería Vieja por el otro.
Esta plaza, antes llamada Santa Clara, por llegar aqui el convento del mismo nombre, está dominada por la Ermita de la Concepción, del siglo XVIII. En esta plaza estuvo el mercado de la seda en tiempos omeyas, donde los gusanos se criaban en las casas para su posterior extracción y preparación de la seda.
Brilla por sus colores la Ermita de la Concepción, cuya portada fue restaurada en la primera década del 2000. La plaza ha recibido distintas denominaciones a lo largo de la historia. En el siglo XIV se llamaba plaza del Malcocinado. Un siglo más tarde se conocía por la plaza de la Carnicería o de la Carnicería de Abades. En el siglo XIX ya aparece mencionada como Plaza de Abades.
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