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'¡Viva!', un lamento por alegrías

Espectáculo de la Compañía de Manuel Liñán ¡Viva!

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El flamenco nace de la necesidad, una necesidad que se transforma bien en llanto o bien en grito. Manuel Liñán gritó su necesidad al público de Córdoba, una necesidad que pasa por contar su propia historia, una historia paralela a lo hegemónico, una historia invisible, que nunca antes se había mostrado con tanta claridad.

El relato que nos propuso Liñán comienza en su infancia, donde ante la imposibilidad de negar su esencia, se mostró en soledad realizando un cuidado trabajo de brazos y manos, una de las más destacables señas del baile flamenco ejecutado por bailaoras. Si bien sentí que la feminidad pudo verse un tanto reducida y en algunos momentos estereotipada, las imágenes que se reflejan son la misma Andalucía llevada a un escenario. Una Andalucía risueña y llena de júbilo, donde la mujer juega un papel muy importante en la comunidad, y donde el popular y sencillo acto de nuestras abuelas de sacar las sillas a la calle, cobra somera relevancia.

El flamenco nace de la necesidad, una necesidad que trasciende al individuo para dotar de voz al pueblo. Y esto ocurrió sobre las tablas del Gran Teatro, donde cada bailaor no sólo se identificó sino que hizo suya la historia de Liñán, ejecutando una serie de solos que van desde tangos de triana a fandangos y fandangos de Lucena, entre otros palos.

En este sentido, destacó el solo de nuestro paisano Hugo López. Un baile en el que dejó aflorar su sensibilidad, acompañado del violín de Victor Guadiana. La coreografía, comenzando en tono alegre y jocoso, nos mostró finalmente un sentimiento de extrañeza, y por último, de soledad, un sentir que acompaña a toda persona LGTBIQ+ cuando socializa en comunidad, y más si cabe en la comunidad flamenca. Siento que fue un afable reencuentro entre Hugo López y su ciudad natal, pues no quedó persona sin levantarse de su asiento para aplaudir hasta ya comenzada la siguiente escena. 

Un lamento por alegrías fue el broche de oro para un espectáculo lleno de sensaciones. Un segundo telón de filamentos plateados al más puro estilo de la farándula hicieron las funciones de “armario”, donde como última imagen aparecieron colgados los trajes que vistieron durante el desarrollo de la obra. Los bailaores semidesnudos son el espejo del hombre que encierra la bata de cola, que junto al mantón, fueron los comienzos de la fama de Liñán.

Manuel Liñán, en pocas palabras, un meticuloso artesano y un gran artista. ¡Viva! no deja puntada sin hilo, desde las letras, escogidas con premeditación, a la iluminación… Una coreografía que ahonda en la plasticidad y nuevas tendencias del baile flamenco en su dimensión más expresiva.   

La pureza del flamenco reside en la medida en la que duele, ¡Viva!, duele. Y es que por más transgresor que pueda parecer este espectáculo, las tablas del Gran Teatro supieron ayer del baile “por derecho” y el flamenco con mayúsculas.

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