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Aurora Luque: “Recuperar escritoras es el perfeccionamiento de las ideas de igualdad y libertad”

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Alejandra Luque

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Aurora Luque es una de las poetisas más relevantes del panorama literario español. Su intenso trabajo de recuperación de escritoras, tapadas bajo el manto de la testosterona, lo compagina con otros dos intereses personales: el mundo clásico y la traducción de poesía. Recientemente premiada con el galardón Isabel Oyarzábal, acude a la penúltima jornada de Cosmopoética para presentar su último libro, Gravieras, trabajo con el que ha obtenido el premio Loewe y su consagración como autora de una literatura innovadora, valiente y atrevida.

Durante su trayectoria, Luque ha visibilizado a grandes poetisas y ha hecho traducciones de obras de mujeres, toda una operación quirúrgica de precisión que le ha permitido acercarse aún más a la literatura universal. La escritora defiende a capa y espada la importancia y la riqueza de la traducción dado que, sin ella, “seríamos muy pobre” y dejaríamos por el camino toda una riqueza que escapa de nuestra lengua materna. Es este trabajo, el de la traducción, el que le ayuda a “entender mejor y desde dentro a los poetas y a las poetas” ya que permite “profundizar más en los recursos” que se utilizan.

Apasionada del mundo clásico, la traducción de textos griegos, por ejemplo, le ha permitido desterrar tópicos y falsas atribuciones. Pero, sin lugar a dudas, el papel indiscutible de esta escritora almeriense coge un especial peso en toda esa labor de visibilización de mujeres brillantes cuyas obras quedaron relegadas al olvido, castigadas por el tiempo que les tocó vivir.

“Este movimiento de recuperación de escritoras se llama progreso y desarrollo, perfeccionamiento de las ideas de igualdad y libertad”, defiende la autora, que hace un claro alegato por el feminismo. “Ser feminista es un piropo para hombres y mujeres. Significa que la democracia ha ido avanzando. Ser feminista es ser civilizado y hasta que los hombres y las mujeres no se declaren feministas estaremos en una democracia imperfecta y en una civilización más oscura. Llamarse feminista es ser demócrata. Es la única revolución progresista que hay en marcha y sólo consiste en reconocer que las mujeres tenemos los mismos derechos que los hombres”.

A pesar del trabajo que se está realizando desde la literatura para recuperar estas escritoras, tal y como Luque ha hecho en Gavieras, la enseñanza reglada poco o nada está siendo reflejo de ello, denuncia. El proceso de renovación de las lecturas y la inclusión de  nuevos nombres “son muy lentos”. Entre los motivos, la posición conservadora a la que pertenecen los grupos editoriales, el desconocimiento por parte de la política del trabajo de recuperación de nombres y obras y, en última instancia, la “pereza” que sufriría el profesorado ante cambios en los contenidos curriculares. “Todavía se siguen enseñando lecturas que yo daba en Bachillerato y no porque sean clásicos, sino por la gran inmovilidad que hay”, comenta la autora, que rechaza que la visibilización de las mujeres en la enseñanza redunde exclusivamente en el 8M, Día Internacional de la Mujer.

Recientemente, Luque ha recuperado la figura de Isabel Oyarzábal, traductora, periodista, escritora, actriz y primera mujer embajadora de España, trabajo en el que ha contado con la participación de hombres con perspectiva de género. La transversalidad del movimiento feminista y su empuje a nivel internacional es lo que lleva a la autora a calificarlo como una ola “imparable” ante la que se están produciendo reticencias por una parte de la sociedad. “Existe esa hostilidad por un sector de la población que no quiere que nada se mueva”, afirma, señalando a esa “reacción política cavernícola que demoniza el feminismo a través de falsedades con el objetivo de deshacer lo que se ha logrado en los últimos 20 años”. Las redes sociales y el periodismo sin contrastar, asegura, son las vías por las que “este discurso ha calado”, a la vez que esa concepción de patria “que parece que tiene un valor absoluto y va por delante de la defensa de los inmigrantes, las mujeres y los homosexuales”.

Pero aún queda mucho por hacer. “Esta revolución son sólo cinco minutos comparados con los milenios de sumisión absoluta de las mujeres”. En Gavieras ha descubierto a escritoras “que a lo largo de la historia han sido insultadas por escribir y por no dedicarse a las tareas de procreación. Algunas, incluso, han sido castigadas con no entrar en los libros de texto” y recuerda a María Rosa Gálvez, “escritora muy olvidada y muy buena”. “Es de justicia que unos y otras, teniendo el mismo talento, estén en los libros de texto”, concluye la autora.

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