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Villafranca, donde el Puente de Hierro une la Sierra y la Campiña
La silueta roja del Puente de Hierro es la seña de identidad desde hace casi un siglo de Villafranca de Córdoba. Este puente puso fin a la obligación de tener que cruzar el Guadalquivir en barca para acceder al pueblo y abrió las puertas al tráfico rodado, convirtiéndose en la unión entre la Sierra y la Campiña cordobesas.
Más allá de como obra vital de ingeniería, el Puente de Hierro se erige también como testigo de la vida de este pueblo, de su historia y de la naturaleza que lo rodea. Se terminó de construir y entró en funcionamiento en 1926 y supuso un gran avance para Villafranca, dejando atrás a los antiguos barqueros y haciendo posible el acceso desde el pueblo por carretera a la antigua nacional IV y ahora a la A-4. Esa mejora en las comunicaciones se trasladó, con el paso de los años, al nuevo Puente de los Remedios, más ancho para la circulación del tráfico en ambos sentidos y en uso actualmente.
Por eso, quedó desde entonces al Puente de Hierro como un vecino más y símbolo de Villafranca de Córdoba. Restaurado en 2006, adquirió su actual color rojo de día y la iluminación de un color azul intenso durante la noche. Y ahora es el epicentro de distintas actividades de turismo activo que se realizan a su alrededor, con el Guadalquivir como invitado.
Un ‘Bienvenidos a Villafranca’ da paso al sendero que conduce hacia el Puente de Hierro para quienes llegan hasta aquí a caminar por la ribera del río, a hacer deporte y a disfrutar de la naturaleza.
El sendero hacia el puente cuenta con un merendero y juegos infantiles, junto a la Fuente del Río, en la propia puerta de entrada al Puente de Hierro, que une la Sierra y la Campiña. La naturaleza se abre paso y, con ello, las distintas especies que el visitante puede ver en el término municipal de Villafranca, desde el lince al zorro en la Sierra, o la nutria y la garza real en el río, además de otras aves como la perdiz y el milano, con una rica vegetación en este entorno.
Más allá de los paseantes y runners, bajo el Puente de Hierro acuden quienes quieren practicar el piragüismo y tener una visión de la zona desde el agua. El embarcadero que durante años se usó antiguamente para poder cruzar el Guadalquivir y acceder a Villafranca, ha sido sustituido por uno moderno y seguro, que resista las crecidas del río. Desde él, piraguas y kayak se adentran en el Guadalquivir para conocer de cerca la ribera y avistar el puente desde otra perspectiva.
El río se extiende como parte de la vida de Villafranca. Y siguiendo el sendero desde el Puente de Hierro, a pocos metros se encuentra un Observatorio de Aves, desde donde esconderse y aguardar para ver y fotografiar las especies que pueblan la ribera y el propio Guadalquivir. El milano negro, el avión común, el martín pescador, el ruiseñor, el pato azulón, la garza real o el cormorán son algunos de los animales que viven en esta zona.
Y, también junto al sendero, otra zona de avistamiento: el Observatorio de Estrellas. Un espacio habilitado junto a una zona para el aparcamiento de caravanas y un merendero, donde cuando la noche se echa, sin contaminación lumínica artificial alguna, se pueden observar la bóveda celeste de Sierra Morena.
El mapa de las constelaciones, el planisferio celeste y la estrella de los puntos cardinales sirven de guías para la observación. Y, al fondo, como un imponente centinela, el Puente de Hierro permanece siempre como un fiel guardián de Villafranca de Córdoba.
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