El Guijo: el yacimiento que descubre un complejo minero de la época romana en el norte de Córdoba
Del sur de Carcabuey pasamos a El Guijo, uno de los municipios del norte de Córdoba y de la comarca de Los Pedroches. Este pequeño pueblo de apenas 300 habitantes tiene a tan sólo seis kilómetros uno de los yacimientos más importantes de la provincia. Bajo el nombre de Majadaigleisa –bebe del cortijo sobre el que se levanta-, este complejo arqueológico ofrece al visitante una información fidedigna de cómo fue la construcción durante la época romana en esta zona de Córdoba en la que se intuye que estuvo la antigua ciudad de Solia.
El yacimiento ocupa una gran extensión y podría tratarse de un complejo minero ligado a la extracción de plomo y plata. Por un lado tenemos la necrópolis, descubierta en los años 80 en la explanada de la ermita de Nuestra Señora de las Cruces. Durante las excavaciones dirigidas por Alejandro Marcos Pous y Ana María Vicent Zaragoza se halló, además, un baptisterio paleocristiano que se utilizó hasta la época medieval. Desde su descubrimiento, esta pila bautismal del siglo IV siempre se protegió, pudiendo así ser expuesta al público.
El segundo sector del yacimiento, el predominante, es el que se encuentra en torno al cortijo. Según estudios como el de Melchor Gil, los restos hallados permitirían afirmar que estamos ante Solia y una de las vías de comunicación y transporte de los recursos mineros que se extendieron por la provincia de Córdoba.
Los primeros restos con los que nos encontramos son una natatio, es decir, una piscina o terma de origen romano. Este espacio es el que mejor estado de conservación presenta de todo el yacimiento ya que ha sido sometido a trabajos de consolidación y restauración. Además, una estructura metálica lo cubre íntegramente, resguardándolo de las inclemencias meteorológicas. Junto a esta piscina se levantan pequeñas estancias, aunque no conservadas en su totalidad, que llevan a pesar que todo se trataría de un conjunto termal.
Esta zona cuenta también con un acueducto subterráneo, en dirección suroeste, y con una extensión conocida de unos 75 metros. En este caso, la erosión del terreno sí impide conocer mucho más sobre este canal. Al igual ocurre con un pozo circular que se sitúa en el punto final descubierto del acueducto. Este y otro pozo no han sido intervenidos debido a su estado interior, colmatado y lleno de sedimentos.
El yacimiento continúa más arriba, con una cisterna de gran tamaño en la que se ve un pavimento de ladrillos que no corresponde con el original, lo que nos habla de una reutilización de esta estructura hidráulica. A su lado ha aparecido otra cisterna, de la misma profundidad aunque la falta de excavación lo impide ver, cuya construcción estuvo ligada a la necesidad de almacenar más agua para el uso minero.
Los sucesivos trabajos arqueológicos que han podido realizarse en este yacimiento no sólo han permitido el descubrimiento de estructuras, sino también de elementos de todo tipo que están expuestos en el Centro de Interpretación del yacimiento. Este está ubicado junto a la ermita y levantado donde se encontraba la necrópolis romana. El edificio está habilitado para un doble uso: como centro de exposición y como edificio de usos múltiples para conferencias y charlas. Los materiales arqueológicos hallados se encuentran clasificados en diferentes vitrinas en las que podemos encontrar objetos desde la prehistoria hasta la época romana, como son monedas, clavo, cerámicas e, incluso, hebillas de cinturón.
Una última prospección geofísica ha permitido el hallazgo de nueve pilas de decantación mineral en la zona más llana y alta del cerro, pero todavía no han visto la luz. Seguir excavando o conservar lo ya descubierto es el gran dilema que se cierne sobre este yacimiento, llamado a convertirse en una oportunidad muy buena para conocer cómo funcionaban las minas romanas en el norte de Córdoba.
0