Raphael y Strahman, éxtasis final en una gran noche
El cordobesismo estalla de júbilo con un gol en el último suspiro, en el día en que la voz del linarense se vuelve a escuchar en El Arcángel
Las gradas de El Arcángel se pueblan poco a poco. El sol presenta batalla, pero no importa. Los aficionados llegan a su templo y toman asiento con la misma actitud del niño en su primer día de escuela. Se suceden los minutos y, mientras los equipos calientan sobre el verde, la espera se hace cada vez más intensa. Es momento de buscar unas butacas más allá a compañeros que no dejan de ser de un camino que se empieza a recorrer. Llegan los saludos. “Aquí estamos otro año”, comenta un seguidor a otro con una sonrisa dibujada en su rostro. Al fin y al cabo, son los cordobesistas los únicos que nunca fallan.
Transcurren los minutos y cada vez queda menos para volver a ver el balón rodar. La música de megafonía se convierte por momentos en un estruendo apenas soportable. Pero suena “Mi gran noche”. Regresa al templo ribereño la voz de Raphael y muchos lo celebran. Quizá sea el buen presagio que esperan quienes creen en la superstición. Y poco menos de diez minutos antes de que el reloj marque las nueve de la noche, hora fijada para iniciar un trayecto cuyo destino final rara vez se conoce, se escucha al cordobesismo. Las ilusiones están presentes, los corazones preparados para volver a volar.
Saltan los equipos y el himno, como ya es costumbre, retumba en cada rincón del estadio. Arranca el partido, se inicia una lucha infatigable, tanto en la grada como en el terreno de juego. Dominan los de Villa, que incluso se permiten alguna que otra floritura. Con cada gesto técnico inesperado de los futbolistas del Córdoba surge un comentario de sorpresa, de dicha. “¡Ay lo que ha hecho!”, exclama un aficionado en su butaca de Fondo Norte ante un pase de Carlos Caballero. Las gargantas a su vez no encuentran descanso. Aun así, en el ambiente está presente la fecha. Es agosto y todavía no están todos los que son, aunque sí son todos los que están.
El gol no llega, pero no cunde el desánimo. En la segunda parte llegan algunos momentos de nerviosismo y se oye de vez en cuando un “verás tú”, normal cuando se conoce la historia de un equipo que no sabe ganar en su primera jornada de Liga en Segunda, o que lo ha olvidado. Decaen los cánticos, si bien la esperanza no se apaga del todo. El corazón pide que lleguen los tres puntos y el cuerpo no ceja en su empeño. Sin embargo, el tiempo se escapa y todo está decidido. O no. Cuando todo hace indicar que el comienzo no dejará de ser el mismo de siempre, aparece Strahman y coloca el balón en las mallas. Se olvidan los nervios, el sufrimiento, la desazón y estalla el júbilo, se llega al éxtasis. Aparece el gol y termina la fiesta. “Mi gran noche” está en la mente de quienes saborean ese día especial que se acaba de vivir.
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