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Edimar golpea el balón en Vallecas | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Djukic alinea en el once titular a Edimar y Bebé, que apenas llevan horas en el Cordoba | Los seguidores blanquiverdes se dejan sentir en Vallecas, donde vivieron una excitante noche

La guerra por la permanencia en Primera División no tiene cuartel. Y en estas fechas, mucho menos. Los fichajes invernales no se han creado para el futuro, sino para resolver los problemas de un presente turbulento. Los equipos que marchan rezagados se juegan la vida y no tienen derecho a equivocarse. El Cordoba fichó a un lateral izquierdo y a un delantero. Jamás habían jugado un solo partido en el campeonato español. Aún no saben ni siquiera los nombres de sus compañeros. Vienen de ocupar el banquillo o la grada en sus clubes de procedencia, donde su presencia era intrascendente. Y aquí son titulares desde el minuto uno y en un partido crucial, como lo serán todos a partir de ahora.

El Córdoba esta en pleno fregado. Necesita tipos con agallas. Hay momentos en los que los aficionados lanzan como insulto un calificativo que se suele pronunciar mascando las sílabas con desprecio: mercenarios. Pues eso es lo que puede salvar a un club del hundimiento. Soldados de fortuna que están dispuestos a todo para relanzar sus carreras. Como Edimar, al que no daban bola en el Chievo Verona, o Bebé, que dicen que ahora quiere que le llamen Tiago. Tanto es su deseo de cambiar su suerte que incluso descarta el nombre con el que fue conocido como una promesa mundial en las filas del Manchester United de Sir Alex Ferguson. Ahora esta en el Córdoba de Djukic y le tocó debutar en Vallecas, en un estadio sin fondo enclavado en la calle Payaso Fofó. Pero allí no se ríe nadie. No están las cosas para bromas cuando el descenso amenaza como un perro hambriento.

Bebé -ése es el nombre impreso en su espalda, sobre el dorsal 24- demostró que ha venido a hacer algo. A los seis minutos ya le habían sacado una tarjeta amarilla por saltar y manosear la cara de Baena, que se quedó dolorido. Es un delantero que no se tira el suelo al mínimo roce. Le van a pegar -ya le dieron en Vallecas unas cuantas, porque es valiente en el uno contra uno-, pero no da la impresión de que se vaya a esconder. Mide 1'90 y mira de esa forma que puede dar miedo. Se inventó un par de trallazos que pusieron a prueba al meta rayista y colaboró en todo lo que pudo. Ha entendido rápido lo que se necesita en el Córdoba y lo que esperan de él. Como Edimar, que cerró su banda con oficio y dejó las subidas en ataque para mejores días. Esta vez hacía falta dejar la portería imbatida. Costó lo suyo, pero el brasileño cumplió su parte de manera impecable.

Los seguidores blanquiverdes que se acercaron a Vallecas aplaudieron a los nuevos, a quienes ya les habrán contado que su equipo no estará solo jamás. En ningún campo. Haga lo que haga. Ya marche último o esté en la cresta de la ola. Los cordobesistas se olvidaron del frío de la noche madrileña porque su equipo los puso a tope. Una victoria fuera de casa, ante el Rayo de Paco Jémez. Quién se lo iba a decir. Mientras otros se excitan viendo a su jugador favorito haciendo su famoso ritual al recibir el Balón de Oro, los seguidores del Córdoba miran con embeleso y lágrimas de emoción una clasificación que tiene a su equipo en el puesto quince.

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