“¡Oye, que tienen a Reyes!”
Cada vez que pisa el césped provoca un estallido de júbilo en la hinchada blanquiverde y un murmullo de inquietud en los adversarios. Reyes no es uno más. Este martes, en la Ciudad Deportiva, el personal andaba inquieto buscándole. Se había retirado lesionado en Tarragona, después de recibir un festival de patadas y haber dejado su sello en una asistencia a Sergi Guardiola que decidió el signo del partido. No llegó al primer ensayo de la semana con el primer grupo. Se incorporó después y trabajó aparte con Jovanovic, Aguza y Loureiro. A ver por dónde sale el pinchazo en el Nou Estadi.
“¡No nos des estos sustos!”, le decían desde la grada unos aficionados. El utrerano reconoció a uno y le miró sonriente: “¡Estás en todos lados!”. Si Reyes está disponible o no para el próximo encuentro en El Arcángel es, a día de hoy, una incógnita. Todo apunta a que su presencia, sea desde el once inicial -como ante el Nástic- o saliendo como revulsivo desde el banquillo, será un hecho ante el Oviedo. Todavía no ha jugado ningún encuentro completo, pero es uno de los elementos más determinantes en el ataque. Un lujo para el Córdoba y una tortura -psicológica y futbolística- para los contrarios, a quienes recorre un ramalazo de temor cuando le ven en frente.
Esto es Segunda División, una categoría con sus propias reglas. Algunas de ellas son especialmente crueles: aquí no se veneran los galones ni los historiales deslumbrantes. El respeto se lo gana uno de otra forma. Exactamente de la forma en la que lo está haciendo José Antonio Reyes, el fichaje más mediático de cuantos se produjeron en la categoría el pasado mercado de invierno. Ni siquiera poseer una hoja de servicios repleta de hazañas y títulos le reportó a Reyes un antídoto frente a los descreídos. ¿Se adaptaría a una categoría en la que jamás jugó? ¿Qué hace un tipo como él en un equipo hundido en la tabla y goleado por todos los campos? ¿Por qué lleva la camiseta tan entallada? Quienes pusieron en tela de juicio los motivos de Reyes, sus kilos de más -que, obviamente, tenía después de varios meses sin competir- o su capacidad de acoplarse a unas circunstancias complejas se han ido tragando todas sus puyas.
El futbolista, habituado a foros de lujo, se ha metido en la dinámica del equipo y está encontrando un punto más que interesante con Sandoval. “¡Oye, que tienen a Reyes!”, dicen los rivales cuando ven llegar a este Córdoba enrachado y con la mirada al frente, un devorador de retos que quiere ser protagonista de una hazaña que parecía imposible. Si se salvan, estos jugadores habrían conseguido firmar la mayor remontada en la historia del club cordobesista. Reyes está teniendo mucho que ver en ello.
Debutó unos minutos ante el Barcelona B con derrota en El Arcángel y luego intervino en el desastroso partido en el Heliodoro Rodríguez de Tenerife: goleada por 5-1 y destitución del entrenador, Jorge Romero. Un bautismo de realidad muy potente. Luego, todo fue a mejor. Sandoval ha sabido dosificarle. Anda más fino y cada vez que sale es para hacer algo. Dio pases de gol ante el Alcorcón y el Lugo: Guardiola y Aythami se lo agradecieron. El canario volvió a firmar un tanto decisivo en Tarragona a pase del sevillano antes de que éste se marchara con molestias físicas. Ha jugado menos de 200 minutos repartidos en siete partidos. Ayuda como apoyo a los puntas, desde las bandas y, principalmente, en las acciones a balón parado. Sus envíos medidos al área son caviar en el fútbol de menú que se estila en Segunda.
“A Reyes le apetecía comer más un salmorejo que arroz chino. Fue fácil convencerlo. Ha perdido 7 u 8 kilos y está con mucha ilusión. Buscaba reconocimiento, cariño y gloria. Porque dinero le estamos dando muy poco”. Con el toque irónico y socarrón que le caracteriza, Luis Oliver, el director deportivo del Córdoba, explicaba en Desmarcados las razones por las que un futbolista de otra dimensión decidió que no era mala idea llegar a El Arcángel para abordar un reto nuevo. Acostumbrado a pelear por conquistar títulos, se metió en la pelea de un club que trata de evitar el descenso. Y en ello está.
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