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El método Sandoval: vamos por partes

Sandoval, en su primera sesión de entrenamiento con el Córdoba | ÁLEX GALLEGOS

Paco Merino

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¿Por qué creer en Sandoval? El cuarto entrenador del Córdoba en lo que va de curso sabe bien a dónde viene. Tiene el pellejo duro. Su primera jornada en el tajo refrendó su fama de tipo curtido y motivador. No desde el grito -que si hay que darlo, se da- y sí desde la confidencia en la esquina del campo, el brazo echado por encima del futbolista que anda perdido, el ojo guiñado al veterano capitán o los ánimos exagerados a algún chaval de la cantera que sueña con una oportunidad en este río revueltísimo del Córdoba.

Dos sesiones diarias para arrancar. Dirán algunos que por cuestiones como esa crucificaron a Juan Merino -el entrenador número 2 del curso-, aunque más bien fue porque con el linense al frente el equipo no le ganó absolutamente a nadie. Sumando de tres en tres todo se ve distinto y mejor. Por eso en la casa blanquiverde cualquier medida se observa con el recelo que da el estar recibiendo palos -deportivos y de todo tipo- desde el minuto uno. El cambio en la propiedad, el zarandeo en la plantilla en el mercado invernal y una política de gratificación a los abonados -que tienen entradas a un eurito- trajeron un aire distinto y contribuyeron a montar un escenario casi festivo. El tema es que lo que hay que resolver es un verdadero problema, que exige dientes apretados y un sentido práctico sobre todos los demás. Y en estas llega Sandoval, con su método y unos planes que se resumen en uno: salvar al Córdoba en cuatro meses.

Cuatro por cuatro. Dieciséis partidos de los que hay que ganar al menos la mitad. Nueve en casa y siete fuera. El equipo tiene 19 puntos y necesita 30, según recordó el propio Sandoval con el número de la camiseta que agarró en su presentación oficial. El Córdoba apenas ha vencido en cinco ocasiones. Visto así, no se puede culpar a nadie de venirse abajo. Así que Sandoval ha establecido una estrategia de microciclos. En cada bloque de partidos, el equipo se marcará el reto de recortar puntos con la permanencia. Actualmente está a once. La teoría de las metas cercanas y la limpieza mental al terminar cada porción del calendario. Un volver a empezar permanente, un partido a partido en la acepción más dura. Un buen reto profesional. Si este equipo se salva, pasará a la historia del fútbol español como uno de los que ha solventado una situación que a la práctica mayoría de equipos se la llevó por delante. Quedarán como una referencia en las enciclopedias. Cuando busquen salvación, saldrá su foto.

El resultado, lo primero. Olvídense de la estética. La belleza estará en el marcador final. No hay nada más bonito que lo que nunca ha tenido el Córdoba: sumar tres puntos varias veces seguidas. Ya lo dejó claro Sandoval cuando aterrizó. El de Humanes no se anduvo con tonterías ni mensajes populistas cuando desde la trinchera mediática le preguntaron por el estilo. “El que nos dé la victoria”, zanjó. Y por si había alguien al que no le quedara claro, expuso un ejemplo gráfico: “Si gastamos la última bala le tiraremos la pistola a la cabeza al rival”. No rendirse. Perseverar. Resistir. Fútbol para salir del país de los muertos.

El escenario, para bien y para mal. En situaciones como la que vive el Córdoba, todo el mundo sabe que las esperanzas del equipo tienen un medidor fiel en el aspecto de la grada. Un campo lleno transmite la idea -a los jugadores y al entorno- de que la ficción de la permanencia es posible. Contra el Barcelona B hubo cartel de “no hay billetes” y el equipo perdió con un desenlace grotesco: le mangaron con un penalti inexistente y un tanto final en la última jugada del descuento. Luego llegó el desastre de Tenerife, la destitución de Romero... y otra promoción imbatible para poblar los asientos de El Arcángel. El domingo a las cuatro, el escenario volverá a ser majestuoso. Himno, bufandas al viento... Sandoval también tendrá que gestionar todo esto para evitar que los futbolistas se sientan presionados o con cierta deuda de gratitud con la afición, que para algunos se traduce en irse hacia arriba con temeridad o intentar acciones barrocas fuera de tono. Se trata de ganar. Si hay que defender un 1-0 poniendo el autobús se hará.

Ya ha pasado por esto. A Jorge Romero le mató -aparte de los resultados, obviamente-, la inexperiencia. Con 33 años, nunca había dirigido a un equipo en la escena profesional. Y si éste era, encima, un Córdoba en crisis, pues ya me dirán. “Hacía falta un revulsivo, un valiente, una persona a la que no le asustan los retos. Cogió al Granada a falta de 4 partidos para el final con -7 puntos de ventaja y lo salvó. A nosotros nos faltan 16 partidos y estamos -11, por lo que si lo consiguió allí... ¿Por qué no lo va a hacer con el Córdoba?”, dijo el director general deportivo, Luis Oliver, en la presentación del madrileño. Sandoval llevaba sin dirigir un equipo desde 2016, después de un par de despidos. Necesita relanzar su carrera y el Córdoba -un club en el que siempre quiso estar, como manifestó públicamente cada vez que su nombre salía de modo recurrente en las quinielas de candidatos- supone una prueba fundamental. Si salva al equipo no le faltará trabajo el año que viene, sea en El Arcángel o en cualquier otro lugar. Firmó hasta final de campaña.

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