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Rafael Ávalos

5 de mayo de 2021 05:30 h

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El deporte, como cualquier otra actividad, tiene su propio lenguaje. Y no sólo se trata del argot sino de determinadas ideas o premisas. Conlleva esto al uso en demasiadas ocasiones de algunos mensajes. Buen ejemplo está en aquello de que tal partido es trascendental o eso otro de que la victoria es crucial. Sin embargo, hay encuentros y triunfos mucho más relevantes que los otorgadores de puntos en la clasificación de un campeonato cualquiera. Los duelos son los que un deportista, como otro individuo, ya que no deja de ser persona, puede afrontar en la vida. Porque la existencia a veces es complicada. Desde luego lo es mucho más que una competición. Aunque quizá saber de lo uno ayuda a encarar lo otro. Tema éste que conoce sobradamente Inma Baena, quien tras alcanzar máximas cotas en fútbol sala disputa un choque con el cáncer. Un enfrentamiento en el que se muestra no sólo luchadora sino vencedora.

La suya es una de esas ‘Historias tras el deporte’ que pasan desapercibido entre tanto resultado y tanta clasificación. Inmaculada Baena Luque (Córdoba, 1972) es nombre importante en el deporte cordobés, y no tanto por su currículo -que también- como por ser, en cierto modo, una pionera. Porque su periplo, desde joven, se enmarca en una etapa en que este ámbito fuera casi exclusivamente del hombre. Dentro del referido panorama, por si fuera poco -y a colación de su hoja de servicios-, fue partícipe de uno de los grandes éxitos recientes del fútbol sala de la provincia. Ella intervino, de corto, en el ascenso del Deportivo Córdoba a División de Honor -la actual Primera- y, ya en los despachos, en la consecución de dos títulos de liga. Los únicos trofeos nacionales que logró un club de la capital, entre los que hay que sumar otros, también tuvieron en parte su firma. Fue el cénit en su carrera, que arrancó de pequeña.

De la pasión por el deporte al hito para la ciudad

“Yo empecé a jugar desde pequeñita a fútbol y luego ya a fútbol sala, con equipo de chicas, empecé con 12 o 13 añitos, con Autoescuela Gimbert. Luego hubo una etapa, entre el instituto y la universidad, en que desapareció la liga femenina de fútbol sala que había en Córdoba”, rememora Inma Baena de sus inicios. “Entonces empecé a jugar a baloncesto y a voleibol. El caso era hacer deporte”, añade. De hecho, recuerda el tiempo en que también practicó tiro, a lo que tuvo opción gracias a su padre, que era guardia civil. Después de ese periplo recibió la llamada del que fue el principal club de su trayectoria. “Tenía amigas y me dijeron que por qué no me incorporaba. El Cajasur Deportivo entonces estaba ya en marcha, en liga provincial. Y ahí fue cuando llegué”, explica. Comenzó una época que culminó con un auténtico hito no sólo para ella y sus compañeras sino para la ciudad.

Ocurrió en la temporada 2004-05, que el Deportivo cerró con récord: victoria en todos los partidos del campeonato de Primera Andaluza. La entidad aspiraba al salto de nivel y ello lo demostró incluso con la organización de la promoción de turno, que tuvo lugar en el Pabellón Guadalquivir. El desenlace fue el esperado: acabó el Cajasur en la máxima categoría. “El ascenso es uno de los momentos más bonitos de la etapa deportiva”, asevera, como es lógico, sin género de duda. Aunque después se produjeron otros logros de enorme relevancia, también emocional. “El ascenso y luego la Liga -la primera- fueron los os momentos más importantes”, puntualiza. “Nos costó tres años conseguir el ascenso, y aquí en Córdoba, con nuestra afición. Fue un momento muy feliz. Luego costó un poco aclimatarse a la categoría porque el salto era bastante grande, pero en pocos años conseguimos ir mejorando cositas y conseguir un equipo competitivo que nos dio muchas alegrías”, sigue Inma Baena para alcanzar aquella mágica temporada 2008-09 en que el conjunto cordobés fue el mejor femenino de toda España en su disciplina. Lo curioso es que no empezó demasiado bien y esto enlaza con un instante difícil pero muy especial.

“Organizamos aquí la Copa de España y ya había buenas sensaciones, idea de que el equipo podía hacer algo importante. También por eso nos decidimos a organizarla”, indica la ex del Deportivo Córdoba. “Justo una semana antes, David (Díaz) puso una película de Peter Pan en la que se decía: yo creo, sí creo. Terminamos la Copa de España en cuartos de final, que nos eliminaron. Fue una cosa tremenda”, continúa con el recuerdo de aquellos días. “En el vestuario, las jugadoras empezaron a decir: yo creo, sí creo. Y al final todo el mundo empezó a decirlo y se formó una sintonía con la que, a partir de ahí, ése era el lema”, culmina la anécdota. Aquel vídeo del entonces entrenador del cuadro cajista derivó en una creencia de capacidad que impulsó a las futbolistas a alzarse como campeonas de Liga. “Llegabas a Elche, que nunca se había ganado y ganabas. Llegabas a Navalcarnero, que nunca se había ganado y ganabas. Fue un punto muy especial porque el equipo, aunque estaba triste, no se derrumbó”, destaca Inma Baena.

Cáncer: ante la adversidad, entereza

Unos años después de aquellas gratas experiencias le sobrevino otra peor, la que no quiere tener nadie. Le diagnosticaron un cáncer -de qué, ya pertenece a la intimidad- y el mundo pareció venírsele abajo en segundos. “Dices: es una putada. ¿Por qué a mí? Soy deportista, no he fumado nunca… Pero luego acto seguido dices: es lo que hay y vamos a empezar con el tratamiento y día a día”, expone visiblemente emocionada. No es sencillo hablar abiertamente de una circunstancia como ésta, pero ella lo hace con la misma entereza con que enfrentó la enfermedad tras conocerla. “Es verdad que con la quimio, la operación, los tratamientos es un no parar. Pero me siento afortunada en el sentido del proceso que he llevado. Son cinco años ya desde que me operaron y afortunadamente me encuentro bien”, resalta tras recomponerse.

Con el corazón abierto aborda aquel trance, en el que lo más duro no fue nada de lo que suele pensarse sino la reacción familiar. “A nivel personal, emocional, decírselo a mis padres porque eran muy mayores. De hecho fallecieron ese año. Estaba un poco preocupada porque no sabía cómo lo iban a recibir”, confiesa. Sobre todo cuando ella era y es la menor de tres hijos. “Fue un año para tirarlo directamente a la basura”, dice sin más de aquellos meses tan difíciles. “Con la quimio, lo del pelo (la caída) era una cosa que tenía asumida. Me puse una peluca para mis padres, para que no me vieran. Pero en verano ya estaba con normalidad. La quimio es verdad que como hoy en día te meten tantas cosas para que no te encuentres mal, fueron tres meses que a mí se me pasaron volando”, agrega sobre lo teóricamente más duro de la enfermedad. Sí admite, no obstante, que “en realidad lo más duro fue y es sentir que físicamente te echas diez años encima” pues “te sientes limitada físicamente”.

Pero ante todo Inma Baena luchó como si lo hubiera hecho otra vez en el parqué. “El tema del deporte me ha ayudado mucho. Los valores que me ha dado de sacrificio, de constancia, de competitividad me han servido”, comenta. De igual modo porque ganó en disciplina. “Me ha ayudado con los tratamientos. Y luego cuando estás cansada y dices: vamos a intentar dar otra vuelta porque sé que me va a venir bien y hacer el esfuerzo”, prosigue antes de llegar a una máxima que es clave: la positividad. “Sí es importante. Si te vienes abajo, aunque hay veces que pasa… Ahora con el Covid-19 estamos más encerrados, pero con mi hermana iba a una revisión y si estaba todo bien nos íbamos de viaje. Me he mantenido activa”, expone en este sentido. Además, tuvo la suerte de que su oncólogo, el doctor Porras, “es un tío muy positivo” y que su hermano y hermana son sanitarios -médico y enfermera-. Por tanto, gozó de respaldo emocional y a la vez clínico. Un apoyo que también fue fundamental por parte de otras personas, como las heroínas del Deportivo Córdoba bicampeón de Liga.

El valor de la amistad en una nueva vida

Hoy por hoy, Inma Baena disfruta de una nueva vida. Superado el peor trago, como se suele decir, pensó en que tenía una oportunidad de “hacer muchas cosas que antes no hacía”. Por ejemplo, en efecto, viajar por doquier. “Antes iba a las ciudades pero veía los pabellones, no las ciudades”, bromea al respecto. En este punto son cruciales dos aspectos. El primero fue el aliento que recibió por parte de la empresa en que ejercía de contable, como licenciada en Empresariales que es. “Me apoyó en todo momento durante los dos años de baja. Al llegar los dos años tenía un tratamiento en vena cada 21 días y unas pastillas que me levantaban la piel de las palmas de las manos y las plantas de los pies, así que la médica de Inspección propuso la jubilación y me la dieron”, explica acerca de un retiro obligado que se dio con sensibilidad. De ahí que tenga palabras de agradecimiento para la firma que le empleaba.

Otro tema fundamental, que también le viene del deporte, está en las amistades. Más allá del calor de su familia tiene el de nombres históricos del deporte femenino en la ciudad y provincia. “Con muchas jugadoras son muchos años compartiendo vestuario, viajes. Me he sentido muy arropada. Cada fin de semana venía alguien a verme”, recalca Inma Baena de quienes llevaron a lo más alto al Deportivo Córdoba. “Venían Isa García y Laura Bestué de Cádiz, venía Alicia (Jiménez), vino Claudia de Barcelona, Sarita en el momento en que pudo también vino, Inma Sojo, Cristinita (Cristina García), Lorena Muñoz… No había fin de semana que no viniera alguien”, continúa en este sentido. Sin duda, ningún trofeo es más valioso que las relaciones personales. “Has estado viviendo momentos muy bonitos, que son muy felices, pero lo más importante es que luego, aunque cada una haya seguido con su vida y esté lejos, sigamos con el contacto y nos preocupemos por nosotras”, concluye.

A todo esto, Inma Baena rehúye la concepción pudorosa en relación al cáncer. Para muchos, incluso para la sociedad en general, es tabú -el ejemplo se da en los medios: “Tras una larga enfermedad”-. “Parece una palabra maldita. Sí, tengo cáncer, no es otra cosa. Todavía se sigue viendo como algo que se tiene que esconder y en realidad es lo que hay”, afirma. “Es verdad que cada vez se va visibilizando mucho más, pero luego, muchas veces, en lo que es en grupos o con la familia como que no se puede llamar a la enfermedad por su propio nombre”, arguye. Y lo primero es aceptar, sobre todo porque “de un día para otro te cambia la vida y valoras realmente lo que es”. Uno comprende en esta tesitura qué tiene valor y qué es más superfluo en la existencia. Es parte también de una lección vital que zanja la ex del Deportivo Córdoba -que también estuvo como jefa de prensa de Cordobasket- con un mensaje para quienes puedan atravesar una situación como la suya. “Que intente ser fuerte. A mí, el primer día que llegué a Oncología, me dijo un médico que conocía a mi hermana: positividad. Ser positivo y afrontar lo que venga con energía y entereza”, subraya.

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