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Crónica

Oportunidad perdida

Willy lamenta una ocasión perdida ante el Recreativo Granada.

Cristian López

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Es curioso cómo se evidencia que en los días decisivos tiende a encogerse la pierna. En los momentos de mayor necesidad, tanto por causas propias como ajenas en este caso, la intensidad languidece. Los nervios alertan de que algo no va a ir bien. Ya desde el planteamiento inicial, el Córdoba dio a entender que no iba a ser un arranque vertiginoso. Nada de presión alta, robos y contraataque. El inicio del partido en El Arcángel deparó una sensación mucho más tibia que en ocasiones anteriores, pues precisamente los cordobesistas se han caracterizado recientemente por su meritorio brío en la puesta en escena. No iba a ser el caso ante el Recreativo Granada. 

Los primeros compases de partido brillaron por la ausencia de verticalidad, al tiempo que los de Alfaro buscaban un mayor control en estático. La idea parecía clara, es decir, amasar el balon sin prisas hasta encontrar la opción correcta. Sin embargo, lo cierto es que la posesión continua se traducía en una escasa profundidad, pues al equipo le costaba superar la presión de los granadinistas, bien plantados sobre el tapete. Es más, se puede decir que se jugó a los que ellos quisieron, pues tuvieron paciencia hasta saber verlas venir. 

De hecho, los primeros acercamientos tuvieron acento nazarí, primero a través de un saque de esquina y poco después con un disparo lejano de Diego. No obstante, en ambos casos sin peligro real. Por contra, la primera llegada del Córdoba tendría lugar superado el cuarto de hora, con un disparo un tanto acrobático de Moutinho que atajó sin mayor dificultad Joao Costa. Y en esas andaba la contienda, con el balón en los pies de los cordobeses, aunque éste circulaba a un ritmo absolutamente desesperante. Y la parsimonia se acaba pagando. Bien lo sufrió el Córdoba, que en una jugada aislada se vio víctima del escenario más imprevisto. O quizá solo lo fuese para ellos. Bravo conseguía adelantar a los suyos con un potente disparo desde fuera desde el área que se coló en la meta de Becerra muy ajustado al palo. Poco o nada habían ofrecido ambos conjuntos hasta el momento, pero la efectividad se decantó a un lado. Además, el tanto resquebrajó un poquito más la solidez defensiva de los califas, perdida desde hace algunas semanas. 

Bien es cierto que el tanto propició que los locales subieran una marcha más. Más por puro instinto de supervivencia que otra cosa, aunque seguían sin gozar de peligro. Así, fue en el 40 de juego cuando realmente se sondeó el empate de los de Alfaro, en un remate al área pequeña de Mario Ortiz que golpeó en un defensa visitante y el balón se paseó por la línea de gol sin que Willy llegara a rematarlo. Odisea en el lodo, que cantarían aquellos. Ahí murieron las opciones de igualada del cuadro califa durante los primeros 45 minutos de partido. Tocaba remar contracorriente, una quizá más acentuada que nunca, pues no se atisbaba capacidad de reacción.

Parece que tuvo que pasar todo el primer tiempo para que el Córdoba fuese realmente consciente de lo que se estaba jugando. Y si lo era antes, no lo pareció. La reanudación trajo consigo un lavado de cara en los cordobeses, que ahora sí se lanzaron -no a la desesperada, claro está- al ataque, lo que rápidamente ocasionó llegadas y saques de esquina. Sin embargo, ninguno encontraba el camino a la meta defendida por Joao Costa. Aun así, la insistencia era mayor, y la voluntad de control se tornó en mayor mordiente. Además, la situación se volvió todavía más propicia cuando a la hora de juego, Aranda vio la segunda cartulina amarilla dejando a su equipo con uno menos en el peor momento posible. 

Todo parecía indicar una revolución ofensiva de los blanquiverdes. ¿Ustedes la vieron? Servidor tampoco. Es innegable que la superioridad numérica permitió que la última media hora de partido fuese un auténtico monólogo cordobés. De hecho, durante la mayor parte de ese tramo se jugó en terreno rojiblanco. Pero las oportunidades seguían sin producirse. Acercamientos a pares, pero ocasiones pocas. Pero al final el talento se posee y la carga de efectivos acaba trayendo resultados. En este caso, como muestra de lo que había sido el partido del Córdoba. En una jugada alocada y llena de rechaces en el área del Granada, el balón acabó en un golpeo raso de Piovaccari que se paseó hasta el segundo palo. Y ahí, donde en el primer tiempo no hubo nadie para rematarlo, apareció De las Cuevas para dar esperanza. 

El tiempo extra se vivió con la energía que no apareció durante los 90 minutos reglamentarios. Verticalidad total y ganas de gol. Por lo civil o por lo criminal. Ahora sí se llegaba donde antes quedaba lejos. No obstante, el trabajo que no se hizo a tiempo acabó atropellando a un Córdoba que despidió el partido a pecho descubierto. Oportunidad perdida. Una más. Está por ver el peso que tiene ésta en el tiempo.

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