Sonrisas bajo la lluvia
Contra el viento, la lluvia y la propia estadística. Por cuestiones puramente numéricas, es innegable que, tarde o temprano, el Córdoba deberá dejarse tres puntos del tirón en el camino. Pero es que los de Germán Crespo no tienen en mente que eso llegue en el horizonte más cercano, y tampoco en esta ocasión consiguieron tumbarlos. El brillo de otras tardes acabó nublado por el temporal y por el juego local, aunque por la mínima también vale. Hoy tocó así. Sufrir y respirar. Adaptarse a la situación y sacarla adelante. Otros tres puntos para seguir soñando. Mucho más líder.
El Ciudad de Lepe se convertía en escenario de una nueva batalla cordobesista. Pasada por agua, pero con la ambición de cada semana, que no es otra que seguir dando pasitos hacia su objetivo del ascenso, que, en segundo plano, supone además continuar cumpliendo hitos históricos de la propia entidad. A nadie se le escapa que la categoría actual es realmente humilde para el club, aunque tampoco nadie puede contradecir que está ahí por méritos propios. Por tanto, lo que se consigue es tan válido como estar en la élite del fútbol español. Cuestión de realidades. Quieran o no asumirlo algunos.
De este modo, la intensidad estuvo presente de inicio en la contienda, con reparto de iniciativas durante los primeros compases. No obstante, el temporal, y quizá la propia aclimatación al planteamiento de cada uno de los dos bandos, hacía que la verticalidad no se jugará a su máxima expresión. Sí que se daban aproximaciones tímidas, aunque sin ocasiones claras de gol. De este modo, fue a partir del minuto diez cuando el Córdoba se hizo al fin dueño y señor de la situación, ahora sí llegando con más peligro. En esas, la más clara en el inicio llegó a través de una internada de Ekaitz Jiménez por banda izquierda, cuyo pase al área pequeña fue cortado por David Pinto. Pero la posesión ya era de los blanquiverdes, hoy de azul y granate. Toni Arranz, que volvía al once de inicio, y Javi Flores ejercieron de anclas en el juego visitante.
Con todo, también los locales querían mostrar sus buenos argumentos ofensivos. Fue superado el cuarto de hora de partido cuando se produjo la oportunidad más franca de lo que iba de duelo, y la firmó el San Roque, en los pies de Nané, que a la media vuelta desde la frontal del área se sacó un disparo muy peligroso que se marchó lamiendo el poste de la meta defendida por Felipe Ramos.
El ritmo continuaba con intensidad, pero sin precisión por parte de ambos de cara a portería. La afición califal tuvo que esperar hasta el 26’ de juego para ver el primer acercamiento realmente peligroso de su equipo, y llegó a través de un pase filtrado al hueco de Simo para Luismi. No obstante, éste, en el mano con el guardameta rival, golpeó esquinado y con toda la intención, pero su disparo se fue igualmente acariciando el poste. Una oportunidad que volvió a incentivar los ánimos de los de Germán Crespo, pues minutos después fue Javi Flores el que se sacó un zapatazo que se encontró con una grandísima estirada del arquero. Y acto seguido, de nuevo el de Fátima se topó con Pinto en su remate tras el córner.
La situación se fue calmando con el paso de los minutos. Entraba en escena progresivamente el cansancio, y eso se hizo notar en las acciones ofensivas. Poco más sumaron los dos equipos antes del descanso, al cual se llegó con el San Roque de Lepe pidiendo penalti en una acción de Fran Ávila, ante la que el colegiado decretó que no había nada punible, y con la lluvia haciendo estragos cada vez con mayor intensidad.
Oportunidad clarísima para Simo nada más reanudarse el partido. Un pase medido de Willy para el extremo que, en el uno para uno, no supo precisar al máximo para introducirla entre los tres palos. Pero de ahí se dio paso también a unos minutos de asedio onubense. La más clara fue para el excordobesista Chuma, que puso a prueba a Felipe Ramos. Pero la pólvora y la inercia es absolutamente positiva para el Córdoba, que consiguió adelantarse en el 57’, por medio del extremo hispanomarroquí, que ahora sí lograba acertar en las redes locales al aprovechar un rechace de la zaga del San Roque.
El resto del tiempo se jugó a trompicones y sin clarividencia. Unos con la desesperación por tener el marcador en contra, y otros sin la solvencia de los mejores días. Era un choque para sacarlo desde el lado más físico posible. De hecho, las permutas mejoraron al conjunto local, que lógicamente arriesgó mucho más ante la situación, al tiempo que el Córdoba se veía en la obligación de resistir, y lo hizo en gran medida con eficiencia, saliendo al contragolpe cada vez que disponía de la oportunidad. Pudo Fuentes sentenciar a falta de diez minutos para el pitido final, aunque su potente disparo se marchó por alto. Tocaba armarse de coraje hasta el último suspiro. Y es que así saben mejor las victorias, lo que quedó demostrado en el éxtasis de toda la expedición cordobesista tras el pitido del árbitro. Otra dosis de alegría, ahora incluso bajo la lluvia.
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