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Un gigante aletargado que poco a poco va despertando en busca de recuperar el lugar que merece en el balonmano femenino español. El Adesal Córdoba es uno de los equipos más emblemáticos y condecorados de la ciudad. Con origen en la Fuensanta, en 1994, el conjunto cordobés fue escalando categorías en la pirámide deportiva del balonmano nacional hasta que, en la temporada 2012-13, con Rafa Moreno en los banquillos, lograron el primer ascenso a la máxima categoría, la División de Honor. Caerían a División de Honor Plata en 2015, y, tras varios años luchando, no volverían a tocar las mieles de la élite hasta la temporada 2020-21.

Andrea Roda (Orihuela, 1993) une sus caminos con el club fuensantino en ese momento. La vegabajense fue una de las jugadoras más destacadas del equipo, anotando 53 goles en los catorce partidos de la primera fase, más otras 25 dianas en los ocho duelos de la fase de descenso. Pese a su rendimiento y el de sus compañeras, una serie de catastróficas desdichas acabarían con el descenso del club en el último segundo del duelo ante San José Obrero, con un balón al palo de Lucía Vacas que sentenciaría a ambos conjuntos. Sin embargo, desde ese momento, la historia de la pivote y del club cordobés quedaría entrelazada para siempre.

Los inicios de Andrea Roda en el mundo del deporte se remontan, prácticamente, a los comienzos de sus recuerdos. “Desde que empecé a andar, he tenido un balón en los pies”, confiesa la pivote tras apuntar que “era más futbolera” que amante del balonmano. Sin embargo, a raíz de que varias amigas suyas se apuntasen al equipo de balonmano, así como su hermana, el interés por este deporte comenzaría a crecer en ella. “Tendría unos seis o siete años”, explica, “y mi hermana me dijo que probase, me apunté y desde entonces no lo he dejado para nada. Desde que estuve en el colegio hasta ahora, siempre he tenido el balonmano en mente”, añade posteriormente.

Sin embargo, su abanico de disciplinas no se queda tan solo en balonmano y fútbol. Roda ha probado todo tipo de deportes, desde el taekwondo al ajedrez. La única excepción es el baloncesto, que confiesa que no le atrae. Sin embargo, su amor por el deporte es total, y lo centra en las dos disciplinas descritas con anterioridad. Mientras que comenzó a jugar a balonmano con esos seis o siete años hasta la actualidad, su historia con el fútbol, pese a que tuvo unos comienzos similares, se detuvo en cuarto de la ESO. Compaginaba ambos deportes durante la época estudiantil, pero finalmente el balonmano acabaría ganando la batalla de su corazón.

¿A qué se debió esta elección? La respuesta la tiene clara. Los valores del balonmano jugaron un papel trascendental en esta decisión. Son algo único, intrínsecos a la disciplina. Todo nace de la educación, pero se desarrolla en las pistas. “Se nota un rollo diferente que, por ejemplo, no se ve en los campos de fútbol. Lo nuestro es más de fluir, más flow, más buen rollo todo el rato y, encima, nos pegamos más que en el fútbol, nos quejamos menos y somos más amigas”, explica Roda. Estos valores, unidos al hecho de que sus compañeros de clase en Orihuela se apuntaron al equipo de balonmano, hicieron que la elección estuviese clara. “Yo siempre he ido más con los chicos, y en el equipo éramos chicos y chicas, así que me venía súper bien. Me lo pasaba en grande. Mis primeras entrenadoras eran amigas de mi hermana y también era más fácil empezar con el deporte”, explica con una gran sonrisa.

“El balonmano es mi vida”

Con treinta años recién cumplidos, la jugadora oriolana no quiere ni plantearse el retiro, aunque es una idea que ha atravesado en multitud de ocasiones su cabeza. El balonmano, para ella, es su vida. En su brazo derecho, reza un tatuaje con una figura de Pinocho y una frase que reza 'No more handball' (No más balonmano). “Siempre he dicho que lo voy a dejar y nunca llega el momento”, relata la pivote, explicando que, si piensa en retirarse, se pone “muy triste, porque ya no concibo mi vida sin el balonmano, sin las tardes aquí, en el pabellón. Soy una friki total del deporte y me da un montón de miedo retirarme, la verdad”.

Aun así, ha ido intentando labrarse un futuro fuera del mundillo. Cuenta con el primer curso de entrenadora de balonmano, y pretende seguir hasta el nivel Nacional. Sin embargo, reconoce que entrenar no se le da “muy bien”, ya que lo suyo “es jugar en la cancha”. Y ahí, jugando en las canchas de su ciudad, fue avanzando en las Escuelas Municipales de Orihuela hasta llegar al Club Balonmano Orihuela, a la edad de 17 años. Dos años estuvo en el club oriolano hasta que, en 2011, con la gran aspiración de estudiar enfermería, puso rumbo hacia Murcia para enrolarse en el UCAM de Murcia.

Primeras veces, primeros miedos, primeros éxitos

Tras probar las primeras mieles de lo que es el balonmano en su última época en Orihuela, el salto a UCAM resultó “muy duro” para Andrea Roda. “Lo superé por mi padre”, confiesa, antes de relatar cómo se “levantaba llorando”, ya que había pasado “de entrenar tres veces a la semana apenas una hora y media, a comenzar desde el 27 de julio a entrenar todos los días”. “Yo no tuve ese verano típico de chica de 18 años”, se lamenta la jugadora, ya que entrenaba “cuatro horas por la mañana y cuatro horas por la tarde, y estaba con dolores constantes en todo el cuerpo”. Sin embargo, tampoco se arrepiente de su llegada a Murcia ya que lo hizo “en la época buena del balonmano”, y compartía vestuario con “rumanas o búlgaras que llegaban a cobrar más de dos mil euros”. Sin embargo, la vegabajense apenas tuvo oportunidades esa temporada. “Viajaba 18 horas en autobús, calentaba, me duchaba y otras 18 horas de vuelta”, explica.

“En UCAM era fui la niña mimada. Considero a mis compañeras de ese año como 'mis mamis'”, relata la pivote con nostalgia. Quizás eso ayudaría a su integración a un nuevo lugar, a su primera salida de casa. Pero lo que sin duda le hizo volver a enamorarse del balonmano fue su debut en División de Honor. “Lo recuerdo nerviosa, con muchos nervios. Cuando eres pequeña siempre aspiras a jugar en lo más alto, y yo tuve la suerte de poder conseguirlo tan joven -18 años- y viviendo la época de balonmano tan bonita que fue aquella, cuando estaba súper bien valorado”, recuerda la jugadora del Adesal. Eso se sumó a estar estudiando su sueño, enfermería, y saliendo por primera vez de casa, por lo que fue “un año con un montón de cambios, y todos a positivo, aunque se sufrieron”.

Esos cambios también afectaron al nivel del balonmano, como es normal. “En Orihuela no era un balonmano profesional, entonces es que se nota directamente con un pase”, apostilla. El contraste entre ambos equipos fue brutal. Pasar de entrenar con jugadores que no tenían mucho nivel, a un club más profesionalizado en todos los ámbitos. “No había ido a un gimnasio en mi vida, no sabía ni lo que era una pesa ni una mancuerna, y en División de Honor había que ir al gimnasio”, añade. El cambio llegó a todos los ámbitos de la vida de Andrea Roda. Sin embargo, pese a esas condiciones más profesionalizadas, durante su andadura en UCAM pasó por todas las categorías, desde División de Honor hasta Territorial.

En el cielo y en los infiernos

Con la bajada de categoría vino intrínseca la relajación en cuanto a la profesionalización, igualándola a lo visto en Orihuela. “Me lo pasé muy bien. Era segunda de carrera, y pasaba de entrenar todos los días a entrenar de nuevo solo tres”, comenta, recordando lo feliz que era. Eso vino acompañado de la primera de sus múltiples fases de ascenso a División de Honor Plata. Logró el ascenso. Comenzaba a labrarse el nombre de “Jugadora de Fases”, como ella bromea en su propia cuenta de Twitter. Tras ese ascenso, Roda encadenó dos años consecutivos en Plata, y dos años seguidos clasificando para Fase de Ascenso.

Sporting La Rioja, Salud Tenerife y Bolaños fueron sus siguientes destinos. Si se tiene que quedar con algo, no tiene dudas: “la gente”. Sporting La Rioja fue “una experiencia que me llega con 22 años y a once horas de mi casa”, por lo que considera que allí tiene “una familia”, que fueron los que le “enseñaron a saber vivir sola y a hacerme todo sola”. En Salud Tenerife, su estancia se demoró dos años, aunque con muchos altibajos. El primero fue un año “muy difícil”, para Roda, ya que tuvo una grave lesión de rodilla que le apartó de septiembre a marzo. En el primer entrenamiento tras su recuperación, se lesionó el pie por otros cuatro meses, por lo que fue “un año deportivamente perdido”. Sin embargo, el segundo año fue “super bien”, y la Fase de Ascenso “fue preciosa, se llenó el pabellón y se lio pardísima. Amo Tenerife, ojalá volver a vivir allí”.

Sin embargo, lo peor del deporte llegó en Bolaños, donde tuvo su “peor experiencia”, que coincidió además con el año de la COVID-19. “Hay sitios en los que no cuadras bien, y ese equipo, para mí, fue la peor experiencia que he tenido”. Y es que, en el deporte, la salud mental para ella lo es “todo”. “Un año en el que estás mal en cuanto a salud mental, te va todo mal” explica, apuntando que ha acudido a varios psicólogos a lo largo de su carrera deportiva. “El balonmano es disfrutar. Si no disfrutas, lo pasas fatal, y eso está todo en la mente. Probablemente ya salgas con miedo a jugar, se te caigan el doble de balones... al final te pueden salir mejor o peor las cosas según el partido, pero tienes que estar bien de la cabeza. Si no, estás destruida”, relata.

“Rafa Moreno me salva, Adesal cambió mi vida”

Después de ese mal año en Bolaños, donde llegó a plantearse dejar el balonmano, Andrea Roda solo quería un vestuario en el que estar a gusto, en el que hubiera “buen rollo en el equipo”. “Rafa Moreno me había llamado ya en años anteriores, pero no sé por qué, nunca venía, y aunque sabía que iba a acabar aquí, no veía nunca el momento”, explica la oriolana. Adesal Córdoba aún no tenía claro si jugaría en Plata o en División de Honor, pero a ella le daba igual la categoría. “Me llamó muy insistente, y Rafa, que tiene una boquita que engatusa a todo el mundo, me convenció. Me explicó la situación de aquí y me vine. Creo que es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida, porque ese año me cambió la vida”, recuerda esbozando una sonrisa.

Para Andrea Roda, Rafa Moreno “es casa”, aunque “nos peleemos todo el rato porque es como una relación de amor-odio”. El entrenador de Adesal le salvó tanto el año de Bolaños, como en esta temporada. Pese a que no tiene “muy buena fama por España, porque la gente piensa que está loco, la verdad es que es un humano fenomenal. Le da vida al equipo y al club”. Es como un padre para algunas jugadoras, como Ángela, Irene o Lucía Vacas, que debutaron en División de Honor con él en aquella temporada 2020. Una temporada “perfecta”, para Roda, pero fue “un poco mala suerte, tuvimos muchos fallos tontos que se fueron sumando”.

“Fue de mis mejores años deportivos con diferencia, por eso estoy aquí otra vez. Fue súper bonito. Las crías son unas máquinas, y creo que fuimos el equipo recién ascendido que más compitió, ya que le luchamos a Rocasa, al Elche, ganamos a Zuazo y a Porriño, que son equipos que están consagrados en División de Honor. Competíamos con cualquiera ese año”, recuerda la vegabajense. Sin embargo, el resumen es “ese balón al palo de Lucía Vacas en el último segundo”. “Fue fatal, el silencio más sonoro que yo he escuchado en mi vida. Descendíamos los dos equipos, y ese pabellón era silencio absoluto”, recuerda Roda. Además, rememora como “Rafa Moreno pidió dos tiempos muertos, el primero para decirnos que iban perdiendo y que nos valía el empate, y el siguiente unos minutos después para decirnos que había ganado y que debíamos ganar sí o sí. Estábamos remontando, ya que caíamos de 7, y habíamos empatado el partido. Teníamos que ganar, nos marcaron ellas y luego ya ocurrió lo de Lucía Vacas”.

Morvedre y Elda, dos destinos de los que aprender

Con el descenso de Adesal, Andrea Roda puso su mira en nuevos retos y eso le llevo a Morvedre. “En lo deportivo fue un año un poco feo para mí”, relata, aunque la experiencia positiva vuelve a venir de la gente, ya que “el sesenta por ciento de mis amigas del balonmano son de ese equipo”. “Hicimos una gran peña que, a día de hoy, nos seguimos juntando todas para vernos, y eso muy poca gente lo hace. Lo bueno fue que trabajé de enfermera y cómo era llevar las dos cosas. Imposible, no lo vuelvo a hacer, pero es una cosa que aprendí al menos”, añade.

Tras ello, en la temporada pasada, Andrea Roda estuvo enrolada en las filas de Elda Prestigio. “Era todo perfecto hasta que ascendimos. Mi temporada fue bastante buena, deportivamente. Estaba muy a gusto con todo el mundo, todo el mundo me quería, yo quería a todo el mundo, todo era magia, felicidad, todo divino”, explica. Sin embargo, todo se torció. Tras los actos protocolarios en el Ayuntamiento tras lograr el ascenso -uno más- a División de Honor, notó que una compañera estaba rara. “Me llamó después y me dijo que había escuchado una conversación por el móvil de entrenador nuevo que venía -que lo metí yo en el equipo- en la que había dicho que no contaba conmigo. Me entero así, de esa forma, y no me lo creía. Yo había hablado con el entrenador nuevo, que lo fiché yo, desde enero. Lo llamo y le pregunté que qué había pasado, pero me dijo que no lo sabía, que Manolo -Pastor, presidente- llevaba diciéndole un mes que no contaba conmigo”.

La comunicación oficial llegó justo después de la Fase de Ascenso, a 30 de mayo. “Ellos creían que si me lo decían antes de la fase de ascenso iba a jugar peor, pero todo lo contrario. Era un escaparate para mí, para que la gente me mirase y fichase, pero con un mes en el que me diese tiempo a buscar equipo”, replica la oriolana. Y es que, a 30 de mayo, ya están “prácticamente todos los equipos cerrados menos Plata. De Oro y División de Honor también me llamaron alguno, pero es que estaba muy hecha polvo”, subraya. No dudó. Tras enterarse de su no continuidad en Elda a las dos de la tarde, a las tres y media estaba “escribiéndole a Rafa para preguntarle como iban las cosas por aquí. Me daba igual que fuese Plata y me daba igual todo, yo quería volver aquí con mis amigas”. “Creo que es la primera vez que llamo yo a un equipo”, apunta. Rafa “no dudó ni un segundo en aceptarme con las manos abiertas”.

Un inicio perfecto con la meta clara del ascenso

La temporada no ha podido empezar mejor para Andrea Roda y el Adesal. Ocho encuentros, ocho victorias y líderes en solitario. La meta está clara: “otro ascenso”. Broma con que le pongan “el nombre de 'la tía de los ascensos', o, al menos, de las Fases de Ascenso”. Pero la ambición de Rafa Moreno no queda ahí. El primer objetivo es ascender a División de Honor Oro, pero hay una pequeña posibilidad de lograr un salto doble y acabar en División de Honor, en la Liga Guerreras Iberdrola. Habría que doblegar a los equipos de Oro que pelean por ascender, hecho que sería “muy bonito, pero casi imposible, aunque la esperanza, como nuestro color, el verde, es lo último que se pierde”.

Este éxito radica en la piña del equipo, pero también en la calidad de las jugadoras. “Rafa ha fichado muy bien este año”, opina Roda, poniendo como ejemplo a Malena, Ángela, Irene o Lucía. “Para la categoría tenemos un equipazo, y creo que a equipos de Oro de media tabla le podríamos dar miedo”. Y es que, en esa categoría, “el primero puede perder contra el último y el último contra el primero”, y cree que el Adesal en Oro “rascaría puntos, incluso a los que pelean por el ascenso”. “Soy una friki del balonmano, todas las semanas me veo al menos tres o cuatro partidos, y veo jugar a esos equipos y no sé si es que estoy ciega de amor por las mías y que voy con mi equipo a muerte, pero creo que podemos jugar mejor que muchos equipos de arriba”, apunta.

El buen rollo, la piña existente en el equipo, se puede apreciar a simple vista en las fotos. “Somos como la película de Campeones”, bromea Roda. Y es que, en el equipo, todo es “cachondeo puro y duro”, y todas las jugadoras van a una. “Tanto las de dentro, de aquí de casa, como los fichajes, somos una. Estamos todas juntas. Es la comunidad que hay aquí, que es increíble”, insiste, antes de volver a repetir que su objetivo a corto plazo, a menos deportivo, es “el ascenso, ya que es algo que le haría ”mucha ilusión, el ver a Adesal de nuevo ahí arriba“.

Enfermería, equipo inclusivo en Adesal y, ¿boda a la vista?

Finalizando ya la entrevista, toca el turno de centrar las miras en el plano más personal. Entre risas, cuestionada por ello, Andrea Roda le pide a su novio, Guille, que le pida matrimonio pronto. “Personalmente me quiero casar ya. A ver si Guille lo ve y me lo pide, que se lo digo todos los días y siempre me dice que queda poco”, comenta con una sonrisa en la cara. Mientras tanto, sigue preparándose para ser “enfermera de verdad”, y “si pudiera ser en un centro de salud o en un psiquiátrico, mejor”. Y es que reconoce que no tiene “tanta vocación como una enfermera de a pie”, ya que su auténtica pasión es el balonmano, pero le encanta “ayudar, tratar al paciente, me encanta simplemente hablar o curar a las personas. Es como aportar mi granito de arena para que el día de esa persona vaya mucho mejor”

Justo ahí se junta con otro de sus sueños, que se entrelaza con el Adesal. Ambiciona con crear algún día un equipo inclusivo en el club fuensantino. “ Entrenar a las niñas no se me da muy bien, pero juntar la salud mental con el balonmano me encanta. Creo que es algo que debería ser obligatorio en todos los equipos de España”, explica, añadiendo que son “unas vivencias increíbles”, por lo que le gustaría apostar por ello.

Tan solo el futuro dirá si puede seguir cumpliendo sus sueños, pero lo que está claro es que el gigante aletargado de Córdoba, el Adesal, poco a poco va resurgiendo gracias a la pasión, el empeño, la calidad y la ambición de jugadoras como Andrea Roda. Mirar por el bien ajeno, por el compañerismo, por los valores del deporte y por las risas garantizadas en síntoma de buena salud, y la jugadora vegabajense lo atesora todo junto a la calidad en sus manos. Ya son ocho victorias consecutivas y un ascenso cada vez más cerca, pero el crecimiento exponencial dirá dónde acaba el Adesal al término de la temporada regular.

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