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Los versos transgresores de Jordi Valls llegan al sur en busca de nuevos lectores

Jordi Valls | ÁLEX GALLEGOS

Pilar Montero

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A razón del Cervantes, Joan Margarit comentaba en una entrevista que la poesía se debe escribir primero y siempre en lengua materna. Luego ya vendrán las traducciones. En el caso del recién galardonado, este tuvo que adaptarse al castellano por la imposición de los tiempos. Pero las motivaciones de su coetáneo Jordi Valls son muy diferentes. Este poeta, natural de Santa Coloma de Gramanet, ganador de premios como el Grandalla de Andorra, el Cadaqués a Rosa Leveroni o el Jocs Florals de Barcelona, entre otros, tal vez no se habría planteado nunca la conversión de sus obras de no ser por la influencia directa del también poeta José García Obrero. Como amigo íntimo y conocedor de su trayectoria, le propuso la traducción de una obra concreta y aquello despertó en Valls el deseo de ir más allá; por qué no una antología completa. Así fue como empezó a gestarse Penumbras, una mirada bilingüe a las aristas más destacadas de veinticinco años de producción poética.

No se trataba de reivindicar nada, sino de lograr que los lectores pudieran seguir planteándoselo todo a través de una voz que pretende jugar con ellos, preguntarles sobre el sentido de la poesía, incitarles a mearse en los versos o a reírse junto al poeta de la muerte y del concepto de entropía. Unas vibraciones que conectaron pronto con Matilde Martínez, al mando de la editorial independiente Godall, defensora del plurilingüismo y de que las buenas obras de autores desconocidos tomen alcance, para lograr perdurar en el tiempo.

A la editora se le iluminan los ojos al hablar de la poética de Valls. “Es un poeta y un lector voraz, heterodoxo y heterogéneo. Me encanta cómo ha digerido todo lo que ha leído”, comenta, “Si fuera Pessoa se habría puesto heterónimos”. Matilde Martínez dice ejercer el oficio por pasión y eso se contagia. Rodea a Valls una ilusión de chiquillo, asombrado por haber visto de cerca

“las preciosas columnas de la Mezquita, tan atemporales” y por haber descubierto “las bondades del salmorejo”. Un optimismo vital trasladado inevitablemente a su obra, como resalta Pablo García Casado: “Leyendo Penumbras te das cuenta de que es un libro optimista, que denota que el autor cree en la poesía”. A Casado incluso le cuesta encontrar las palabras para definir la que considera “una de las voces más interesantes de la poesía peninsular”, de la que también quiere resaltar su “prodigio técnico” por “saber comprimir tan bien en unos versos el espacio y el tiempo”.

Unos versos en los que laten influencias de Góngora, Lorca, Rubén Darío, Rimbaud o incluso Walt Whitman. “Yo creo que actualmente no existe una literatura por lenguas, lo que existe es una literatura que se intercomunica. Formamos parte de la globalización y la cultura catalana, como la cultura española o la cultura americana, está abierta a todas las culturas del mundo”, explica Valls, “Yo intento una comunicación entre culturas, entre literaturas. Porque si en algún lugar se encuentran las culturas es en la poesía”, resalta. De ahí el difícil encasillamiento de una antología diversa, por propia convicción del poeta, quien dice esforzarse en ser una persona diferente cada día para evitar el estancamiento personal. “Me horroriza sumamente repetirme, porque entonces me aburriría tremendamente de mí mismo y solo me quedaría el suicidio. El suicidio para mí, no. Prefiero delegarlo en otras personas. La vida ya te suicida”.

Una actitud vitalista que desemboca inevitablemente en la pasión por las vanguardias.

Por el surrealismo, el futurismo y, sobre todo el dadaísmo, vertientes de gran interés para Valls junto con la vanguardia catalana del grupo Dau al set, en la que él mismo destaca a Antoni Tapies y Joan Brossa. “Creo que es importante que esas líneas de vanguardia aparezcan. Pero no solo quiero transcribir esas vanguardias, sino que quiero que tengan mi voz, que ha de ser diferenciada, única e intransferible”.

Voz con un afán notable no solo de expresar, sino de comunicarse con el otro, de recibir su respuesta. Tarea difícil en un mundo de fácil acceso pero con el que cada vez resulta más costoso conectar.

El poeta recita en castellano y en catalán. Los poemas elegidos en este caso son Parásitos, Revolución, Entropía, De repente, poesía, lector y Violencia gratuita.

“A mí me gustaría que se leyese y si a alguien le aporta alguna cosa la lectura de ese libro, yo habré cumplido con mi misión. Ya, si hay alguien a quien le pueda cambiar la vida, eso sería fantástico”.

Otra voz alzada en la ciudad de los poetas. Suena pero aporta algo de silencio entre tanto ruido.

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