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La sala Vimcorsa acoge la exposición ‘El fulgor y la tierra’, del pintor Antonio Bujalance

Imagen de la exposición de Antonio Bujalance.

Redacción Cordópolis

21 de marzo de 2024 16:22 h

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La sala Vimcorsa acoge esta tarde, a las 20.00 horas, la inauguración de la exposición El fulgor y la tierra, del pintor Antonio Bujalance, una muestra antológica de más de 60 años de trabajo recogidos en unas ochenta obras.

Se trata de una exposición que recoge las dos constantes que figuran en la obra del autor en una trayectoria marcada por la experimentación pictórica. La primera es ese fulgor que trasciende lo puramente estilístico para devenir en destellos de emociones, de modo que las formas se desprenden de cuanto es anecdótico e innecesario, como si fueran animadas por una transformadora evanescencia, un centelleo, una irisación. La segunda constante se encuentra en la temática de la tierra, asumida en la inmensa mayoría de su producción desde todas las posibles acepciones del término.

La muestra, organizada por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento, permanecerá en la sala Vimcorsa hasta el 2 de junio, en horario de martes a sábados, de 10.30 a 13.30 horas y de 17.30 a 20.30 horas. Los domingos y festivos podrá visitarse de 10.00 a 14.00 horas. El horario especial en Semana Santa será de de 10.00 a 14.00 horas.

Bujalance es un artista en permanente ebullición que a lo largo de su trayectoria no ha cesado de experimentar, dando rienda suelta a los más entusiastas anhelos de su fuero interno, desde el poscubismo estetizado de sus comienzos, pasando por la abstracción lírica y el expresionismo informalista, hasta llegar a la incorporación del collage fotográfico de sus últimos trabajos.

El recorrido, que comienza con las obras más recientes y culmina con las primeras que hizo, refleja las distintas temáticas que el pintor ha desgranado a lo largo de su trayectoria.

Así, está presente la concepción de la tierra como país, territorio o hábitat vivencial con el que interacciona el ser humano y en este grupo abundan los dibujos donde las figuras están descritas por un entresijo de viscerales trazos, anclados al terreno apenas por una delgada línea de horizonte.

El mural ‘Siega y recolección’ es un hito en su carrera al coincidir en la temática campesina desarrollada en su pintura de caballete y encontrar las soluciones estilísticas como la compartimentación del espacio en una retícula de suaves planos

de color, así como la esquematización de las figuras. En su conjunto, el pintor realizó catorce murales, la mayoría para CajaSur, y una gran cantidad de vidrieras, llevado por el deseo de experimentar con la luz al traspasar los vidrios de colores, siendo en estos últimos la fragmentación de la composición un requerimiento técnico.

Sus espantapájaros, construidos a su imagen y semejanza, son seres híbridos que se muestran dichosos sustituyendo al agricultor, envueltos por un paisaje que recuerda el paraíso perdido de la infancia. También pinta en esta época la serie de Máscaras, un artificio para maquillar sutilmente la parte de nosotros mismos que pretendemos ocultar.

Las series de Alegorías y Ruinas parten de la idea de un paisaje cargado de simbologías. En la serie de figuras alegóricas muestra una mujer ideal y mítica fundida con el paisaje circundante, aportando cualidades semánticas de fertilidad o sugiriendo a la madre naturaleza. Por otro lado, en sus Paisajes para la historia presenta la potencia creadora de civilizaciones que, hasta cierto punto, se creyeron inmortales y hoy se encuentran devastadas, devoradas por la naturaleza que las reduce a ruinas, dando cuenta de la melancólica decadencia que suscitan los vestigios del pasado.

Bujalance se plantea una mirada a ras del terreno donde la ausencia de la figura humana lleva a contemplar unos paisajes imaginarios que parecen arder en los colores de la tarde, desintegrándose lo sólido en lo aéreo, sin más anclaje para la mirada que unas líneas que desdoblan la horizontalidad. En series como Estratos o Fósiles, el pintor se ha dedicado a excavar imaginariamente en la tierra, introduciéndose en ella como si de las capas de un corte geológico se tratara, encontrando la presencia de organismos pretéritos que quedaron petrificados en la noche de los tiempos. Este compendio de obras son el núcleo de esta exposición antológica por el cambio de paradigma que suponen hacia una experimentación abstracta, arrastrado por el deseo de interpretar poéticamente la realidad.

En Homenaje a la música se encuentra una abstracción pura, donde son las líneas del pentagrama las que adquieren protagonismo flotando sobre un fondo más neutro, en el que resuena un elenco de entusiastas gestos, traduciendo a forma y color los estímulos musicales.

Desde la altura supone un conjunto de obras en las que el autor se afianza en un lenguaje expresionista donde los enérgicos impulsos se parangonan con una naturaleza convulsa, superponiendo los elementos agua, aire y tierra. Son lugares de confluencia del mar con el continente, desembocaduras de ríos, islas y penínsulas algo difuminadas por las nubes y brumas interpuestas.

En series como A tres mil años luz, Caos primigenio o Nebulosas, el fulgor que anima la pintura procede del Big Bang, mientras que en títulos como Paisaje para los últimos pájaros, Paisaje degradado o Último espacio verde, la denuncia y el compromiso ecológico adquieren tintes de mayor patetismo. En algunas obras muy recientes se incorpora la fotografía, por medio del collage que se alterna con lo pictórico, a modo de testimonio de la realidad que afecta a la naturaleza. 

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