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Pablo Acevedo radiografía el caos estético en tiempos de ‘poetuiteros’ e 'instapoetas'

El escritor Pablo Acevedo | TONI BLANCO

Juan Velasco

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El escritor y poeta Pablo Acevedo tiene nuevo libro. Es un ensayo que esconde una reflexión metaliteraria y casi vital sobre el estado de la cultura y la literatura y en el que se adentra en el análisis de las tumultuosas aguas de la poesía actual. El ensayo se llama Estética del Caos (Ediciones Carena) y traza una conexión entre la ironía romántica surgida del primer romanticismo alemán hasta la libertad de expresión en tiempos de dogmas aparentemente irrebatibles.

Se trata de una obra densa que recoge varias cuestiones interconectadas entre sí y sobre las que sobrevuela una idea. Esa idea, explica este doctor en Literatura Española y licenciado en Literatura Comparada y Filología Hispánica, es que “la ironía es el antídoto contra los fanatismos” a pesar de ser, en sí misma “un caos lleno y absoluto” muy necesario en estos tiempos en los que “ciertos discursos dogmáticos y extremistas que empiezan a florecer”.

“De alguna manera parece que estamos aceptando perder cuotas de libertad de expresión en función de determinados valores o determinados dogmas. En el libro hago una crítica cultural importante sobre ciertos discursos del feminismo más dogmático y de la deriva de ciertas políticas de movimientos y partidos de extrema derecha, así como una crítica bastante necesaria hacia determinadas manifestaciones paraliterarias, e incluso subliterarias, que están siendo respaldadas por grandes grupos editoriales y por personas muy influyentes del ámbito cultural español”, señala Acevedo.

Se refiere al fenómeno de la poesía emergida de las redes sociales, a los llamados poetuiteros o instapoetas, autores que, a su juicio,

“son fenómenos comerciales pero no un fenómeno literario”. Acevedo solo cita algunos nombres -Irene X, Marwan, Escandar Algeet acierta a decir- por insistencia del periodista, pues su intención es poner la lupa no tanto en ellos como en “el respaldo que han tenido por parte de determinadas instancias” en un país que, entiende Acevedo, adolece de “una crítica literaria seria”. “Da la sensación de que siempre ha estado debilitada y que nunca ha habido un cortafuegos capaz de instruir una línea sanitaria de defensa frente a algunos actores que no son validos actores culturales o literarios”, señala al respecto.

La sombra del fenómeno puede ser alargada

El problema, a su juicio, no es que estos autores trasciendan, sino que se hacen con un espacio y que llegan a jóvenes que desconocen la propia historia literaria, personas que “no leen prácticamente libros ni tienen cultura libresca”, pero que se sienten reconocidos en “esa sensibilidad tan poco cultivada” de los poetuiteros y los instapoetas. En este sentido, Acevedo duda que estos fenómenos sean buenos para la propia poesía o inciten a leer a otros autores.

“¿Cónoce usted a alguien que se haya aficionado a la alta cultura culinaria a través de la comida basura? ¿Conoce usted a alguien que haya terminado escuchando a Thelonious Monk después de escuchar reggaeton?”, se pregunta Acevedo, que habla, además desde el terreno, pues es profesor de instituto y remarca que “hay alumnos que leen a estos poetuiteros y desprecian lo más granado de nuestra historia literaria”.

El enemigo, por tanto, no son los autores, sino las redes que se aprovechan de ellos, como grandes grupos editoriales como Alfaguara o Espasa-Calpe, que “han acogido con entusiasmo a estos autores en pos del beneficio económico” y que “propician que se llegue a publicar poemarios de la mujer de Risto Mejide”. No solo las grandes editoriales, sino algunos nombres reconocidos de la poesía española, como Luis García Montero, Benjamín Prado o Manuel Vilas que “arropan sin tapujos” este “fenómeno paraliterario y comercial” pasando por alto que, para Acevedo, hay algo evidente: “El enemigo de la alta cultura no es la cultura popular, sino la cultura de masas, que desposee a la cultura popular de su espíritu”.

“Lo que perjudica es la falta de rigor por parte de los que debieran velar por el nivel de nuestra cultura”, expresa el escritor y poeta cordobés, que lamenta especialmente que este brillo se hace “sangrante al ver el contraste” con poetas y autores de larga tradición que, mientras tanto, tienen verdaderos problemas para publicar obras de gran enjundia.

Entre ellos cita a Amparo Amorós, Carlos Aurtenetxe o Arcadio Pardo. El caso más sangrante, a su juicio, el de Narzeo Antino (José Ortega Torres), que tiene “dificultades para sacar adelante libros y proyectos ya terminados”, un autor que “hunde sus raíces en lo mejor de la tradición española”. Son, de alguna manera, los damnificados de un fenómeno que, para Acevedo, no tiene nada que ver con la literatura y sí con la decadencia de la alta cultura en España.

De todo ello y más está preñado Estética del Caos, un ensayo que, entre sus complejidades, es capaz de invitar a la reflexión profunda en unos tiempos en los que se escriben columnas de opinión en 280 caracteres.

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