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The new mojigaters

Los Mojigatos

Carlos Alarcón

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La moral actual, como si de un caleidoscopio se tratara, está adquiriendo múltiples aristas. Y exponer y debatir ciertas posturas tabúes, sin que nadie se ofenda, es más que útil, necesario. En esos límites se mueve el texto que el escocés Anthony Neilson escribió y que da pie a Los Mojigatos, como una invitación a reflexionar sobre nuevas masculinidades o el #MeToo con la pareja en el centro de la diana.

Desde el comienzo de la obra, con parte del público más rezagado aún entrando, la pareja compuesta por Cecilia Solaguren y Gabino Diego se dirige al público directamente de forma amena haciendo que el espectador se sienta incluido en la escena y trascienda de ser un voyeur a ser parte del debate. Y, aunque solo se queda en eso -pero funciona-, nos transforma en sujetos de la privacidad de sus reflexiones de alcoba.

Anthony Neilson se hizo popular en las islas británicas en los años noventa por hacer un tipo de escritura teatral colaborativa con sus interpretes y llevar dichos textos a escena de forma, como él mismo define, “experimental” ya que desde el minuto 0 sus comediantes están abiertos completamente al público haciéndole parte de la reflexión escénica y es por ello que también se le ha colocado la etiqueta de “in-yer-face-theatre” (teatro en tu cara).

Fórmula que continua Magüi Mira en esta propuesta llena de humor, descaro y frescura para llevarnos a la vida de esta pareja en crisis, la cual nos va desvelando sus intimidades, para llegar al núcleo de la cuestión que afecta el pilar de su vida afectiva -que Neilson coloca en la sexualidad como origen de los conflictos parentales- y que, como si un programa de telerrealidad In life se tratara, pide al público asentimiento o disentimiento.

Con una Cecilia Solaguren -que se llevó al público cordobés al bolsillo- llevando el peso cómico del dúo, resulta inevitable no compararla con una suerte de Lina Morgan del siglo XXI, por su capacidad para levantar las mayores carcajadas de la tarde con una esponteanidad sublime.

Por su parte, un gran Gabino Diego -que desde que pone un pie en el escenario no tienes más remedio que reírte- transita al hombre que se encuentra totalmente bloqueado por estar en este limbo que oscila entre la barbarie del patriarcado y el camino que se nos abre a los hombres para despegarnos de milenios de supremacía masculina y del cual también somos víctimas. 

En una propuesta llena de sorpresas, mordaz e inteligente que va más allá de las típicas Escenas-De-Matrimonio y que, pese a que por momentos pareciera que se ridiculiza al hombre por estar en crisis de valores y cuestionarse su masculinidad, no deja de ser necesario para el público que va dirigido. Y es que, ante la dificultad de calcular gestos y palabras para que nadie se sienta ofendido, abre un dialogo, sin complejos y buscar así una comprensión mutua de los conflictos actuales en cuestiones de pareja.

Y debió funcionar, porque el público en el Teatro Góngora lo agradeció con un cálido aplauso en pie.

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