Cuando el negro y el blanco se vuelven uno: flamenco
Un espectáculo que integra al otro se vuelve mágico y trasciende cualquier barrera creada por los miedos. Y de eso habla, canta y taconea, el espectáculo creado por el joven Manuel Jiménez (Córdoba, 1997) en el que además se lanza a mezclar diferentes “palos” étnicos de América, África y España que llenan de color, y vida, su Negro, Blanco Flamenco.
La danza sana, la danza nos hace comprender y nos otorga de una empatía especial para con el otro, así es como empieza este viaje de dos jóvenes que entre lo purista del flamenco y la apertura del contemporáneo nos adentran en lo ancestral de la música y, por ende, del movimiento que dan vida, Miguel del Pino y Miriam Montes (cante), Niño Seve y Juan José León (guitarra), Igmar Alderete (violín), Cristóbal Agramonte (saxofón y flauta travesera) y José `El Caja´ y Alexis Mendoza (percusión).
Además a este viaje, al centro del latido humano se suman, viajeros de lujo como es el caso de El Pele (Córdoba, 1954) o la actriz Marisol Membrillo (Córdoba, 1966) para arropar la dirección artística y coreográfica del joven Manuel.
Dos líneas de varón se dibujan sobre el ciclorama, ¿es una lucha? ¿son gestos de comprensión? Pues son ambos. A través de diferentes cuadros-estados la dramaturgía de Manuel nos presenta su oda contra el racismo y la esclavitud, contra un mundo que grita “niega al diferente” y que con el amor del arte elimina barreras para comprendernos.
En especial cuadros como en el que Manuel a un lado de una suerte de cuadrilátero y su partenaire, amigo y compañero Gabriel Matías, al otro lado, luchan, convergen y finalmente, se entienden para acabar caminando juntos, bajo la atenta mirada de los dos guitarristas y cantaores que ocupan las aristas de dicho cuadrado. O el momento en el que El Pele acompaña en movimiento los estilizados movimientos de Manuel.
En definitiva un recorrido que nace en Córdoba, gira por el mundo desde la visión de Manuel y se estrena en nuestra ciudad en una tarde-noche mágica. Con un espectáculo que aparte de tener una técnica depurada y exquisita, hace vibrar esa parte ancestral que poseemos, Porque yo no soy sin ti, porque tu no eres sin mi, porque nuestro padre y nuestra madre dejan de ser duales y se convierten en uno: El Arte Flamenco.
Reseñar también las emotivas dedicatorias de Manuel al acabar el espectáculo, en un Gran Teatro lleno hasta la bandera y que aplaudió a rabiar durante varios minutos. Larga vida a Negro, Blanco Flamenco.
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