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El íntimo viaje emocional a la memoria de Marina Abramovic

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Manuel J. Albert

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Fue un golpe. No físico. Más bien emocional. Visual. Pero instantáneo. Como todo golpe. Marina cruzó la puerta de la estancia en forma de crucero griego. Miró de un lado a otro. No le hizo falta calcular la altura ni las distancias. Nada. Solo respiró el aire de aquella desvencijada cocina durante unos instantes y supo que la propuesta que le acababa de hacer Mateo Feijoo tenía que llevarla a cabo. La artista Marina Abramovic (Belgrado, 1946), veterana de las performances, acababa de encontrar su espacio. Y la cocina (The kitchen) de La Laboral, en Gijón, estaba a punto de convertirse en la esencia de su siguiente obra: un intimista homenaje a Santa Teresa que la Bienal exhibe en la iglesia de la Magdalena.

La obra producida por el Gobierno del Principado de Asturias y el Teatro de la Laboral consta de nueve fotografías en color y blanco y negro, junto a dos vídeoinstalaciones, que se exhiben en la iglesia de la Magdalena. La artista se encerró en la cocina en mayo de 2009 en Gijón durante su estancia en el Teatro de la Laboral con motivo de la inauguración de la videoinstalación 8 Lessons on Emptiness with a Happy End.

Feijoo, alto, delgado, de negro, rapado y con las orejas horadadas por pendientes, era el comisario de ese centro de creación artística asturiano, núcleo de interesantes propuestas. El comisario contactó con la artista para convertirla en la imagen con la que se anunciaría la institución. Aquella propuesta se tornó en mucho más que la imagen promocional para un póster.

“Si tuviese que elegir nueve artistas vivos que hayan cambiado la historia, ella sería una”, explica el comisario mientras pasea por la iglesia de la Magdalena. El templo desacralizado reviste de espiritualidad una obra que ya tiene ese tinte de por sí. Y aunque a Feijoo le asustó un poco el arte sacro que todavía pervive entre sus muros en forma de pinturas barrocas y un Cristo en la cruz que pende de la cabecera, el diálogo que se establece con las imágenes, impresiona.

Marina, de negro riguroso, pasó una semana en la cocina utilizando todos los elementos que allí mismo se encontraba: toda la cacharrería. Una máquina de hacer pan. Excepto una calavera que otorga todavía más misticismo al conjunto, todo es propio y original de la cocina. “En seguida le recordó a su infancia y jugó con eso”, señala el comisario. “En realidad, lo que hizo fue una performance que registró en imágenes. Es así como trabaja siempre. Actuando en el espacio con un equipo muy reducido”.

La intimidad queda reflejada en cada instantánea y en los vídeos que realizó.

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