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Otra tradición cordobesa: el Mercado Medieval

El mercado medieval estará todo el fin de semana en la Plaza de la Corredera FOTO: MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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La cita en la Corredera y la plaza del Potro se consolida dentro del calendario anual de actividades de la ciudad

Evidentemente, la Edad Media de Córdoba no fue así. Es algo que no resiste el más mínimo análisis histórico, está claro. Pero en ese amplio abanico que son las tradiciones cordobesas se ha colado, parece que ya para mucho tiempo, una inesperada cita para todos los eneros venideros: el Mercado Medieval en la plaza de la Corredera. Precisamente, la Corredera es el lugar histórico más castellano y más (salvando las distancias, que son kilométricas) medieval de la ciudad. Y es allí donde desde hace una década se instala para diversión de miles de cordobeses una recreación que tampoco busca representar lo que era Córdoba en la Edad Media sino una ciudad medieval más o menos estándar. Y tan tradicional es ya que lo organiza la Concejalía de Tradiciones Populares del Ayuntamiento y en el corte de la cinta inaugural (algo muy tradicional también) estuvo el alcalde, José Antonio Nieto, y el presidente de la Federación de Peñas Cordobesas, Francisco Castillero.

Pero es una ficción que parece dar igual y que ya se ha consolidado en el mes de enero de Córdoba, donde antes no había ninguna otra fiesta en la calle. Gaitas, cochinillos asándose, puestos con panes gigantescos, quesos, butifarras y saltimbanquis y danzantes ocupan hasta el domingo por la noche toda la Corredera, la plaza de las Cañas, parte de la calle Armas y la plaza del Potro (que también tiene más de castellano y, salvando las distancias, medieval que muchos otros puntos de la ciudad).

El tiempo, de momento, no está acompañando aunque está prevista una tregua que permita que ocurra lo que pasa todos los años en la Corredera: una multitud bajando y subiendo por la calle Espartería, bebiendo y comprando en los más de 120 puestos habilitados. Este año, si cabe, parece que en la Corredera el espacio está más abierto y ordenado, y el paseo no es tan incómodo como en años anteriores por recorridos demasiado estrechos. Además, se ven también más tabernas (medievales, claro) donde se asan cochinillos y todo tipo de carne, y algo de menos de saturación de estímulos.

Pero al final, por muy medieval que sea, no deja de ser un mercado donde se vende y, sobre todo, se compra. Difícil es irse sin sobrada de las Baleares (medieval, eso sí) o un cacho de queso artesano de cabra, aunque se pueda pagar con tarjeta de crédito.

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