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El sonido del festival: cuando el calor también afecta a la guitarra

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Carmen Reina

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Una decena de personas trabajan en los distintos escenarios del certamen para que la sonoridad de instrumentos y voces sea la adecuada

Imagínense un concierto sin escuchar nada. ¿Un festival de música sin poder ser oído? Esa parte vital de su esencia que es el sonido tiene a un equipo humano detrás para que todo salga a la perfección durante los dieciséis días que dura el Festival de la Guitarra de Córdoba. La caja de resonancia del festival la componen una decena de personas, encargadas de que el sonido de todos los conciertos esté al nivel de esta cita internacional con la música: son los técnicos que se encargan de que la sonoridad que percibe el público, tanto de instrumentos como de voces, sea la perfecta. Y, además de los obstáculos habituales en su tarea, en este mes de julio en Córdoba, luchan también contra las altas temperaturas.

Si el escenario del concierto es un lugar cerrado como el Teatro Góngora o el Gran Teatro, la climatización salva ese problema. Pero si la actuación es al aire libre -como el Teatro de La Axerquía o la Plaza de Toros- el calor es un invitado que nadie recibe de buen grado entre los técnicos. Las mesas de sonido e instrumentos deben ser protegidos del sol directo y del calor cuando, habitualmente por la tarde, se realiza la prueba de sonido previa al concierto. Luego, la temperatura hace trabajar el doble a la hora de afinar los instrumentos: una guitarra afinada en el camerino con aire acondicionado debe ser afinada de nuevo en el escenario a temperatura ambiente. Y en el transcurso del concierto, un técnico se ocupa específicamente de ir afinando los instrumentos que saldrán a escena a lo largo de la actuación.

Como explica a este periódico uno de los responsables de sonido del festival, Óscar Gálvez, hay además un técnico que se ocupa de la sonoridad que reciben los artistas en el escenario, otro del sonido que llega al público, otro más se encarga sólo de los micrófonos y un especialista back-line es quien adecua el sonido de los instrumentos. Podría decirse que todos ellos conforman la banda de los oídos que preparan el concierto para que llegue de la mejor forma al público.

Lo más difícil de la tarea de los sonidistas, sin embargo, suele darse en la organización previa de cada concierto. “Lo más complicado es encontrar algunas peticiones concretas de los artistas: amplificadores específicos, instrumentos no usuales aquí, algún micrófono concreto...”, relata Gálvez. Porque cada artista quiere garantizar el mejor equipo de sonido para su actuación. Y ahí el trabajo de los técnicos en la búsqueda del material necesario es un arduo camino, dicen quienes han tenido que conseguir instrumentos tradicionales de la otra punta del mundo.

“Hay quien ha pagado un billete de avión para su guitarra”, explica el jefe técnico del Instituto Municipal de Artes Escénicas (IMAE), Paco Montero, para dar la medida del mimo y el cuidado que los instrumentos y su sonido tienen en este festival. Por eso, a los trabajadores habituales se suman los de las empresas que específicamente trabajan para el sonido del Festival de la Guitarra: Giga Audiovisuales, Vidosa e Ilusovi, además del responsable del sonido que suelen llevar consigo las grandes bandas.

El amplio abanico de ritmos que se escuchan en el certamen es un reto también para los encargados del sonido: no requiere lo mismo una guitarra flamenca o clásica que una banda de jazz o un grupo de rock. Ni tampoco es igual el volumen que necesita un auditorio cerrado de tamaño medio que el que hay que preparar para un concierto en exterior para miles de espectadores. Para eso trabajan este equipo humano que tiene en la agudeza auditiva su mejor tarjeta de presentación.

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