Verano, ¿qué verano? Las casas patio logran rebajar la temperatura hasta 15 grados
Son las 15.25 del miércoles 2 de julio pasado. El sol cae a plomo sobre el barrio de San Lorenzo. En la calle, la temperatura a la sombra marca 40 grados centígrados. Concretamente en la plaza de San Juan de Letrán. Pero apenas a diez pasos, con solo abrir la puerta de la casa de Virginia y acceder al patio, la temperatura desciende a 27 grados centígrados. Trece grados menos.
Virginia vive aquí desde 2003. Compró la casa en semirruina y la reformó con mucho esfuerzo. Conservó sus gruesos muros, de ladrillo antiguo y arena, y rescató el pozo cegado del patio, que aún tiene agua a unos ocho metros de profundidad. Virginia no tiene aire acondicionado en la planta de abajo. No lo necesita. Aquel 2 de julio el termómetro también marcaba 27 grados en el interior de la vivienda, una temperatura genuinamente primaveral.
No es magia. Es un fenómeno termodinámico que ya tiene una explicación científica demostrable. Hasta hace pocos años, se trataba de una certeza asumida durante siglos por lo que comúnmente se conoce como sabiduría popular. Las casas patio andaluzas, de origen romano y desarrollo andalusí, generaban un microclima que permitía atemperar las severas temperaturas estivales del área mediterránea.
Era un principio básico aunque no verificado en términos científicos. Ahora ya hay estudios que lo certifican. Como el desarrollado por el arquitecto sevillano Juan Manuel Rojas en una tesis doctoral firmada en 2017 bajo el título de Termodinámica del patio mediterráneo: cuantificación y aplicación al diseño de arquitecturas eco-eficientes. Rojas demuestra que el descenso térmico originado por el patio es un fenómeno bioclimático que hay que explicar con ecuaciones que examinan la dinámica del aire.
“El patio es básicamente una vasija de aire fresco”, sostiene el arquitecto. El aire fresco de la noche se queda almacenado en la parte inferior. A priori, las radiaciones solares diurnas, que calientan las paredes, deberían evacuar el aire una vez que sube de temperatura. Sin embargo, el oxígeno “queda atrapado”, explica Rojas, por razones que tienen que ver con la mecánica del aire. Una de las claves está vinculada con las dimensiones del patio. “Eso determina el comportamiento del aire”, afirma el investigador de la Universidad de Sevilla.
Ese es un dato elemental para entender el fenómeno termodinámico estudiado por Rojas. “No es lo mismo un patio ancho, como los habituales en el norte de Europa, que un patio estrecho mediterráneo, cuya misión es crear un microclima”, puntualiza. En estos se genera una “recirculación” que mantiene el aire en su sitio, según explica gráficamente alguno de los vídeos elaborados por su estudio Hombre de Piedra Arquitectos.
No es el único factor determinante. “La arquitectura tradicional sabe por experiencia que determinadas estrategias funcionan”, argumenta Rojas. La ventilación del patio, el uso de toldos en las horas de máxima exposición y el encalado de las paredes son elementos facilitadores. “Un muro blanco repele el 90% de la radiación. Por eso Andalucía es blanca. Porque se trata de un sistema bioclimático de adaptación”, explica.
La vegetación también es clave. “Las plantas evaporan agua y en ese proceso absorben energía, con el consiguiente descenso de la temperatura. Cuantas más plantas más refrigeración”, propone el experto. La porosidad del suelo retiene humedad y enfría el patio, mientras que el espesor de los muros permite retrasar la onda térmica y proteger la vivienda de la implacable radiación solar.
Hemos conseguido rebajar la temperatura hasta 20 grados
Todos estos datos están ya cuantificados a través de diversas mediciones. “Los resultados son espectaculares”, asegura Rojas. “Hemos comprobado diferencias de hasta 20 grados”. Antes el arquitecto ha tenido que vencer un escepticismo generalizado sobre las propiedades bioclimáticas de las casas patio. “A mí me han negado el fenómeno”, lamenta. “Para muchos colegas, era mentira que en agosto un patio fuera un lugar más fresco y lo atribuían a la percepción psicológica”. La realidad es que no existía documentación científica que lo acreditara y eso fue lo que lo empujó a iniciar su investigación.
La de Rojas no es la única prospección científica que se ha propuesto verificar las bondades termodinámicas de las casas patio. La arquitecta Gaia Redaelli y la asociación PAX Patios de la Axerquía llevan años trabajando en la defensa de este modelo tradicional de vivienda. Y justo ahora está cerca de concluir una profusa investigación en el marco del proyecto europeo Inhabit, coordinado por la Universidad de Córdoba junto a otros 22 socios de todo el continente.
En su estudio, PAX ha colocado 102 censores en 24 patios cordobeses para medir la temperatura. “Además del valor social del patio, queremos demostrar su función ecológica”, señala Redaelli. “La resiliencia de la casa patio ante el cambio climático es fundamental en el ámbito urbano”, proclama. Y frente a los “sistemas activos” de refrigeración, como el aire acondicionado y otros dispositivos de construcción, las edificaciones tradicionales islámicas ofrecen una “resiliencia pasiva” ante el calor.
Las propiedades bioclimáticas del patio vienen derivadas de varios factores, indica la arquitecta y profesora de la Universidad de Sevilla. La vegetación, la permeabilidad del suelo, el sistema de sombreado, el riego o la interacción del ser humano son elementos cruciales en la neutralización del calor, según la experta. “Hace varios años hicimos mediciones de solo tres patios con la Universidad de Sevilla y sobre la base de sus propiedades geométricas”, aclara Redaelli. “Ahora estamos midiendo 24 patios metiendo las variables de vegetación y porosidad del suelo. Y no es solo una cuestión geométrica y física, sino la interacción del ser humano en este sistema, a través del riego o la colocación adecuada de los toldos”.
“El patio es una célula ecosocial”, afirma. La arquitectura histórica ha sabido mantenerse a través de los siglos gracias a un sistema integrado que combina factores múltiples. Por ejemplo, la red de pozos que traen agua de la sierra y la distribuyen a cientos de patios del casco histórico.
Uno de los efectos negativos del cambio climático es el fenómeno de la isla de calor que se genera en los núcleos urbanos por la acumulación desmedida de cemento y materiales que retienen la radiación solar. Uno de los registros que PAX está utilizando en su estudio es el índice biótico del suelo, que mide su calidad ambiental y, por tanto, climática. “En el casco histórico el índice biótico del suelo es muy bajo, por la ausencia de parques y jardines, pero si añades suelos porosos podría subir hasta el 20%”, explica.
Lo que su proyecto quiere demostrar es que, si se promueven patios ecosociales óptimos, en 2050 el casco histórico de Córdoba podría ser considerado como una “ciudad jardín” y no como un espacio colmatado y sin espacios verdes. “Queremos generar un casco histórico que contribuya a la ecología urbana y si metes, por ejemplo, aparcamientos subterráneos con forjados de cemento generarás condiciones climáticas muy diferentes”, razona, en relación al proyecto que preveía ubicar tres parking para coches en el subsuelo de los cines de verano del casco histórico. El polémico plan ha sido finalmente desestimado por el Ayuntamiento tras un informe desfavorable emitido por la Gerencia de Urbanismo.
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