Santiago Penichet tiene 84 años. Hace unos 40, con sus propias manos, plantó una de las parras vírgenes que desde hace años recubren el edificio de viviendas del que es vecino, en la calle Teruel del barrio de El Camping de Córdoba. En la misma calle y en la misma época, el responsable de mantenimiento y jardinero de otro bloque de pisos plantó también parra virgen alrededor del mismo. Son edificios 'verdes', que en verano ofrecen una refrescante estampa con sus cubiertas vegetales y que logran, con ello, crear una cámara aislante natural que reduce la temperatura que soportan las fachadas de las viviendas de entre 4 y 6 grados.
En pleno verano y cuando Córdoba atraviesa un episodio de calor extremo, los vecinos de estos dos bloques cuentan a Cordópolis la historia de las parras que hoy cubren sus edificios y los beneficios que alcanzan con ello. También algún pequeño inconveniente que, visto lo visto, no ha vencido -reuniones de comunidad de propietarios mediante- a poder contar con una 'refrigeración' natural cuando las temperaturas suben.
Santiago es uno de los vecinos del edificio de la calle Teruel, 10. Y, además de haber plantado él mismo una de las parras que recubren el bloque -“en aquella época todo lo hacíamos los vecinos”, recuerda-, fue profesor de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Córdoba.Conoce al dedillo, por su profesión y como vecino, los beneficios que reporta este tipo de vegetación a un edificio. “La diferencia de temperatura es muy grande. No hay nada como el aislamiento que crea la parra”, asegura.
En su propia vivienda tiene la prueba palpable de ello. “Incorporé las terrazas a la vivienda. Y solo tienes que tocar el cristal que cubre la parra y el que no la tiene. Se nota mucho el cambio de temperatura”. De hecho, la propia parra ha ido embutiendo los toldos de algunos pisos y es la propia planta la que hace de toldo verde y natural, “dejando pasar la luz pero no el sol”.
El presidente de la comunidad de este edificio es Fernando Pérez y cuenta que la mayoría de los vecinos “peleamos mucho por mantener la cubierta de vegetación”, frente a algunos que ven inconvenientes en los insectos o algún otro tipo de animal que genera el hábitat de la parra. “No todo el mundo entiende los beneficios de tener una cubierta vegetal”, expone. Pero, “se han ido viendo esos beneficios que reporta y se ha ido cuidando. La mayoría de los vecinos queremos cuidarla y conservarla. Porque los beneficios son mayores que los perjuicios”.
La parra virgen que recubre el bloque de pisos colorea sus hojas de rojo en otoño hasta perderlas, dejando estampas muy singulares del edificio en cada época del año y permitiendo que en invierno el sol caliente las fachadas, explica Fernando. Y, en verano, como en estos días de calor, “la parra aisla, da frescor, los balcones tienen un toldo natural, que quita el sol directo pero deja pasar la luz”. La prueba está, dice, en que “donde no hay parra -una obra reciente acabó con una de ellas y parte del edificio quedó al descubierto-, sí necesitamos toldo”. “Teniendo esta cobertura tenemos unos 4 grados menos”, apunta otro de los vecinos, Guillermo Masterson.
Otros vecinos del barrio comparten la misma experiencia. Justo García es el presidente de la comunidad del edificio de la calle Teruel, 2. Es el otro edificio verde de la zona, donde el responsable de mantenimiento plantó también hace unos 40 años la parra virgen que lo recubre casi totalmente. Justo, ingeniero industrial de profesión, recuerda que en la construcción del edificio a comienzos de los años 80, “nunca estuvo planificado” que tuviera esta cubierta vegetal y que fue la idea del responsable de mantenimiento la que provocó que la parra se sembrara y creciera hasta cubrir el bloque.
“Lo que hace la parra es beneficioso”, explica. “Es una cámara aislante” que, además, apunta desde sus conocimientos profesionales, protege al propio edificio de las consecuencias del calor en Córdoba. La planta evita el calentamiento directo del sol sobre los ladrillos de la fachada que, en esta época estival, “puede alcanzar más de 50 grados de día y bajar después hasta los 25 o 28 grados. Esa diferencia térmica hace que los ladrillos se rompan por la dilatación que sufren”, explica sobre la fachada oeste del edificio donde hay parte a la que aún no ha llegado la parra. Sin embargo, en las fachadas donde sí hay cubierta vegetal “el ladrillo está perfecto”. “Solo tienes que tocar la pared por debajo de la parra para ver que la pared está fría”, relata.
En este bloque, la parra también ha tenido detractores e incluso, cuenta Justo, se llegó a pedir presupuesto para eliminarla pero la cantidad que suponía y el empuje de quienes defienden la cubierta vegetal ha hecho que permanezca en el edificio, creando una estampa que “muchas personas se paran a fotografiar”, ya sea por la silueta verde en verano como por los tonos rojizos que va dejando en otoño hasta perder la hoja.
La experiencia de los vecinos de estos dos bloques de viviendas de Córdoba la reflejan también distintos estudios que se han realizado sobre los beneficios de las cubiertas vegetales en edificios. Al ser un elemento natural, con características vivas que no vienen medidas de fábrica como un aislante o material artificial, las comprobaciones sobre su utilidad se han hecho sobre ejemplos en edificios similares a los de este barrio de Córdoba.
Un ejemplo es el Estudio y aplicación de las fachadas verdes para mejorar la eficiencia energética en edificación, realizado en el grado de Arquitectura Técnica de la Universidad Jaume I y teniendo en cuenta, a su vez, distintos estudios al respecto. Expone el uso de la vegetación en la construcción a lo largo de los siglos y selecciona un caso práctico de un edificio cubierto con parra en Castellón. “El uso de fachadas vegetales aporta un conjunto de beneficios a distintos niveles que han sido demostrados por numerosos estudios”, sostiene. “La existencia de una segunda piel, como es la fachada vegetal, protege la hoja principal de diferentes agresiones” y “con la capa vegetal se puede llegar a evitar entre la mitad y el 90 % de la radiación recibida” por el sol.
Así, está comprobado que “el retraso de la transmisión del calor a las caras interiores reduce la temperatura de la superficie de estas, lo que produce menos cambios de temperatura, reduciendo al tiempo las dilataciones y contracciones térmicas. Esta protección por sombreado vegetal es superior al sombreado proporcionado por otros sistemas de fachadas ventiladas; ya que los materiales de los que se componen se calientan y acumulan temperatura que se queda entorno al edificio, en contraposición con lo que ocurre con las plantas que, mediante la evapotranspiración, refrescan el entorno y no acumulan temperatura”.
En entornos cálidos -como es el caso de Córdoba-, “la presencia de vegetación puede llegar a refrescar la temperatura de 1 a 5ºC. Se calcula que una reducción del 5ºC de la temperatura exterior adyacente podría suponer ahorros en refrigeración de cerca de un 50%”, además. Otros estudios, en el mismo sentido, indican que “la comparación de un muro sin protección vegetal con otro que sí lo estaba dio como resultado diferencias de entre 2 y 6 ºC” de temperatura.
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