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Cumpleaños en la nave espacial

Misión espacial en el volcán Mauna Loa, de Hawai

Aristóteles Moreno

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Mariló Torres nació en Holanda, vive en Córdoba y sueña con el espacio cósmico. En pocos días, aparcará su trabajo de oficinista en el área de protocolo de la Diputación para enfundarse el traje de astronauta y volar a la Luna. Aunque no exactamente. Lo que sí es seguro es que se introducirá en una cabina espacial durante dos semanas, se alimentará con comida liofilizada, convivirá con otros cinco tripulantes, se aseará con esponjas de encamados y ejecutará una exploración extravehicular a través de un entorno lunar.

Catorce días es el tiempo exacto que tardaría una nave espacial en alcanzar la Luna, tomar muestras en la superficie y regresar a la Tierra. Esa es la misión que Mariló Torres desempeñará a partir del 18 de julio en una sofisticada operación milimétricamente diseñada. Ese día se sumergirá en un búnker nuclear subterráneo construido bajo el aeropuerto militar ex soviético de la localidad polaca de Pila.

La misión científica M6 será la cuarta realizada por la periodista y astronauta análoga desde que en 2022 se enrolara en la gran pasión de su vida. Hija de emigrantes cordobeses en los Países Bajos, creció cosida a un sueño galáctico. “A mí siempre me apasionó todo lo que estaba en el cielo. Y de niña quería ser astronauta”, asegura en conversación telefónica desde su vivienda en Córdoba. Ese impulso innato la catapultó al mundo de la aeronáutica y se sacó la licencia de piloto de aviación.

Aficionada a los vuelos acrobáticos, ha trabajado durante diez años en el sector de la navegación aérea. En 2011 regresó a Córdoba y desde entonces trabaja en la institución provincial. Hasta que en 2022 contactó con la agencia española Astroland, una compañía aeroespacial privada, con base en Cantabria. Realizó su primera misión en una cueva secreta del municipio de Arredondo, donde la firma aeronáutica ha instalado una estación de investigación para ensayar pruebas de simulación. “Me encantó lo que hacían y empecé a formarme en el terreno de la astrofísica, la astrobiología y otros procedimientos operativos especiales”.

La misión biogénero Venus estaba compuesta íntegramente por mujeres y su objetivo fue desarrollar un estudio “neuropsicológico transversal” con el apoyo externo de un investigador de la Universidad de Cádiz. “Fue una experiencia maravillosa, que me permitió aportar mis propias investigaciones”, detalla Mariló Torres. La segunda misión en la que participó también tuvo como escenario Cantabria.

Y en febrero pasado dio el salto a una misión en el volcán Mauna Loa, el más grande del mundo, a 2.470 metros de altitud sobre el archipiélago sur de Hawai. La cordobesa se convirtió en la primera mujer española que ha trabajado en una operación análoga en instalaciones de la NASA. La misión IMI OLA (‘Buscando una vida mejor’, en hawaiano) ejecutó una simulación de estancia extraterrestre en un entorno idóneo para reproducir condiciones hostiles similares a las que los astronautas se encontrarán en la Luna o Marte.

En aquella estación espacial de la NASA los astronautas han llegado a completar largas estancias de hasta doce meses. “Nuestro formato análogo de misiones es más corto”, subraya Torres. La cordobesa lideró en el volcán Mauna Loa un estudio sobre el efecto psicológico en la tripulación de situaciones de emergencia. “Por ejemplo, hice un simulacro del impacto de un micro meteorito en el hábitat y de una eyección de masa coronal del sol”, explica.

En la misión de Polonia, Mariló Torres pondrá a prueba medidores de la contaminación acústica para examinar cómo afecta al rendimiento físico y mental de la tripulación. “Los astronautas análogos realizamos misiones espaciales simuladas en entornos que reproducen las condiciones de la Luna, pero siempre desde la relativa seguridad de nuestro planeta”, expone la especialista aeronáutica. “Estos escenarios naturales pueden ser cuevas, volcanes, glaciares, desiertos o búnkeres, como es el caso de Polonia”.

Los catorce días que permanezcan incomunicados bajo tierra estarán sometidos a un escrupuloso cronograma de trabajo, que solo se suspenderá durante los treinta minutos del desayuno, el almuerzo y la cena, y las horas del sueño. Una de las actividades de la operación se desarrollará sobre un entorno lunar reproducido en un hangar. Descenderán de la cabina espacial y deambularán embutidos en trajes de astronauta siguiendo las instrucciones que marquen desde el control de la misión.

La operación tendrá lugar en completo aislamiento, sin luz exterior y en condiciones muy rigurosas. “El gran desafío va a ser la capacidad de autocontrol y la gestión del estrés y la ansiedad”, sostiene. Los tripulantes realizarán dos horas de duro entrenamiento diario, al margen de las actividades extravehiculares que practiquen. “A nivel físico también será agotador. Y tenemos que tener las capacidades cognitivas al cien por cien”.

La misión exige una absoluta concentración para observar los “preceptos y las rutinas” propias de los astronautas, de tal manera que la experiencia sea “fiel” a los parámetros de una expedición espacial real. La comida será ultracongelada, desecada y deshidratada para mantener sus nutrientes. Es alimentación elaborada por dietistas y nutricionistas que vigilan que no falten proteínas e hidratos suficientes. “Es una comida palatable y muy intensa de sabor. En el espacio, con el movimiento de los fluidos corporales por efecto de la microgravedad, se desvirtúa el sentido del olfato y el gusto. Por eso la comida debe ser muy especiada y condimentada”.

Cada una de las misiones en las que ha participado Mariló Torres comporta una dificultad singular. La cueva de Cantabria tiene dos kilómetros de longitud y una humedad del 90%. La superficie es muy resbaladiza y los tripulantes deben tener unas nociones mínimas de espeleología y escalada. “Ahí llevas muchos kilos de peso en el traje espacial y el casco”, asegura la astronauta análoga. En la cueva se simula un escenario natural de Marte. “Puede haber caídas y situaciones de cierto riesgo y hay que estar en forma para poder evolucionar sorteando todas esas paredes de roca”.

En el volcán de Hawai las condiciones son radicalmente distintas. Y las dificultades también. “Por las noches solía sufrir dolor de cabeza debido a la altitud”, explica. En general, el factor psicológico es clave para soportar el aislamiento y la convivencia prolongada en espacios extremadamente limitados. “La prioridad es la misión y las necesidades personales son secundarias”, razona.

La carrera aeroespacial parece haber remontado vuelo en los últimos años. En 2026 o 2027 previsiblemente retornen los viajes tripulados a la Luna, que ahora se convertirá en una parada intermedia para un objetivo más ambicioso. “Marte está lleno de recursos aunque es un planeta hostil”, sostiene Mariló Torres. Y hay proyecciones futuristas que lo sitúan como el planeta B en un eventual recrudecimiento de las condiciones de habitabilidad de la Tierra. “Sería la segunda oportunidad. La humanidad es el peor enemigo de nuestro planeta y, por más que nos planteemos vivir de forma razonable, es posible que la Tierra se vuelva inhabitable por el cambio climático o la masificación humana”.

Las teorías sobre la supuesta colonización de Marte abundan. “Habría que enviar naves, maquinarias y dispositivos suficientes para acondicionar un hábitat que hoy es incompatible con la vida por la ausencia de oxígeno y la enorme exposición solar. Y tendría que ser bajo tierra. Sería el paso más maravilloso e increíble de la humanidad”, especula.

Mariló Torres ama el mundo aeronáutico. Y tantos años después aún mantiene entre ceja y ceja el sueño de su infancia. “Por subir al espacio daría todo en mi vida. Sería llegar a ese punto en el que me diría a mí misma que mi vida ha tenido sentido”. Las posibilidades de incorporarse a una misión espacial son, hoy por hoy, escasas. En los proyectos de carácter público impulsados por la NASA y la Agencia Espacial Europea las convocatorias computan muchos factores, entre ellos la edad de los aspirantes. “Y eso es una oportunidad a la que ya llego tarde”, se sincera la periodista cordobesa.

En las exploraciones privadas, el turismo espacial abre un abanico futuro de posibilidades. “La tecnología irá brindando más oportunidades de subir al espacio y cada vez será más económico. Ahora los precios son prohibitivos. Si me tocase el Euromillón, ya le digo que me lo gastaba en montarme en una nave espacial”.

Mientras tanto, se prepara concienzudamente para sumergirse el 18 de julio en el búnker nuclear de Polonia. Una hora de gimnasio de lunes a viernes. Yoga, pilates, meditación, bicicleta y salidas a correr rutinarias. Nada de excitantes, ni azúcares, ni cafeína, ni grasas. En la cabina espacial simulada la vida es altamente exigente y hay que estar en forma y concentrada. Tanto que cumplirá los 53 años el último día bajo tierra. “No tengo nada pensado para celebrarlo. No puedo. Allí debo seguir las instrucciones del centro de control”. No importa. El más hermoso regalo ya lo lleva en el bolsillo de su anhelado traje de astronauta análoga.

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